La crisis de la deuda en Europa estalló en su día
activada por dos detonadores. El primero fue económico. Respondía a la
voracidad de unos mercados disparados por la previsión de rentables
especulaciones sobre la inevitable necesidad de acabar convirtiendo la
enorme bola de deuda privada en deuda pública. El segundo detonante fue
político. Aunque no lo parezca la idea europea tiene muchos más enemigos
que amigos dentro y fuera del continente.
Europa y
su proyecto de unión política y económica conforman un contrapoder en el
llamado mundo globalizado. La UE representa un desafío y un imponente
competidor para la pax americana, el gigante chino o las llamadas
instituciones de "gobernanza económica mundial". Resulta algo más que
legítimo preguntarse qué mueve a día de hoy al FMI en su gestión de la
crisis griega. Si la mera lógica del acreedor que quiere recuperar su
dinero, o la enrevesada lógica de quien aspira a funcionar como un
centro de mando mundial al que nadie ha elegido y trata de eliminar toda
oposición a su mandato por cualquier medio necesario.
Bruselas y los socios comunitarios llevan un lustro
tratando de decidir qué son primero. Si acreedores o socios en la
aventura europea. En pleno lío político, con el referéndum griego ya
convocado, las Bolsas cayendo y la prima de riesgo disparada, aún
estamos tratando de decidir qué salvaríamos primero si hubiera que
elegir: nuestro dinero o el sueño de Europa. El resto del mundo lo tiene
claro: su dinero. Por eso nos sacan tanta ventaja.
Alexis Tsipras reclama el No de los griegos para demostrarle a los
acreedores que, si el objetivo primordial se reduce a derribar su
gobierno, están perdiendo el tiempo. Jean Claude Juncker ha avisado al
electorado heleno que deben elegir entre el euro o el dracma. Ambos se
equivocan y desde luego no cuentan toda la verdad.
El
gobierno griego le pide a su pueblo poco menos un acto de fe. Ir a
votar sobre una no propuesta mientras se les asegura que apenas tendrá
consecuencias y no se verán obligados a abandonar el euro. De manera
increíble las autoridades comunitarias parecen creerse dotadas de la
capacidad efectiva para controlar y minimizar los daños de la salida de
Grecia. Más que una negociación entre líderes y gobiernos parece que
estuviéramos presenciando la final del campeonato mundial de la
estupidez.
Dejemos de pegar patadas a los más
débiles. A la mayoría de los griegos ya no se les pueden reclamar más
sacrificios. Porque no pueden asumirlos y porque ya no tendría más
sentido que castigar por castigar. Nuestro problema no es que nos deban
dinero, ni siquiera que lo debamos nosotros. Nuestros problemas se
llaman demanda y crecimiento económico. Lo que pierde el sur no lo gana
el norte. Todos perdemos.
Espero que Grecia vote NO
porque así podríamos comenzar a recuperar un proyecto europeo donde lo
importante sea la creación de riqueza, el reparto del bienestar y la
solidaridad. No enseñar lecciones y cobrar las deudas.
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