Habitantes de esta tierra. Hermanos míos dormidos. ¿Hasta dónde pensais llevar vuestro exterminio inhumano? ¿Qué causa, qué lucha o qué obsesión animal, qué intereses, pueden valer más que estas vidas que habéis arrancado a los inocentes? ¿Cómo quereis que no haya ruina ni crisis ni catástrofes en un mundo donde el exterminio es simplemente un juego de cifras o un "daño colateral" o una noticia del montón, que aún insensibiliza más y endurece la conciencia, separa la mente y el sentimiento con la misma impotencia que produce enfrentarse cada día al grito mudo del dolor sin remedio?
Cuando estas burradas nos importen tanto como la prima de riesgo y los recortes, entonces, será cuando podamos alcanzar el nivel de humanidad real. Mientras tanto sólo merecemos el calificativo terrible de bestias ilustradas y espantosamente egoístas; la peor especie, capaz de emplear sus conocimientos y progresos en el exterminio de su prójimo, de la naturaleza y de la vida. Verdaderos demonios asesinos que se enriquecen, como España, fabricando y vendiendo armas a los países más pobres y oprimidos. Unos porque lo hacen, lo decretan y lo planifican con frialdad de psicópatas. Otros porque pudiendo hacerlo no lo impiden. Y otros porque ni siquiera lo quieren saber.
Treinta y dos ángeles han volado al cielo. Al menos ellos ya no tendrán que soportar este lugar sin futuro cuyos habitantes metidos hasta las cejas en el consumo, la distracción, el afán por tener cada día más cosas y el miedo a perderlas, han olvidado la piedad, la compasión, la responsabilidad amorosa, el trabajo por la paz y el cuidado fraterno de unos por los otros; una voz callada pregunta en el silencio del vacío: "¿Dónde está tu hermano, Caín, qué has hecho con él y qué no has hecho por él?"
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