miércoles, 30 de mayo de 2012

LA METÁFORA GLOBAL DEL FÚTBOL ITALIANO

Reloj, patada (calcio) y puerta. Tres palabras clave en el nuevo escándalo corrupto que sacude Italia, como réplica del terremoto geofísico en Emilia Romagna. No hay casualidad y hasta los jugadores pringados en la basura especulativa de la ilegalidad, han ido a elegir, como palabras claves para entenderse de tapadillo y para librarse de las escuchas investigadoras, tres vocablos perfectos que definen en sí mismos la solución y el cambio necesario. No sólo para el deporte italiano o el deporte mundial, sino para la salida de una situación maldita en la que el mundo trata de capear un temporal gigantesco con unos medios ínfimos. Una crisis de vacío y de tinieblas absolutas, en la que el desastre del dinero es lo más aparatoso pero no lo más grave, de la que no se puede salir jamás mientras el vacío y las tinieblas que impiden la salida, sean el sustento y el modo de vivir (¡?) de la inmensa mayoría de habitantes de este dolorido mundo. 
Reloj, significa la medida del tiempo. Ya es hora. Todo indica el fin de etapa evolutiva. Ha llegado el momento en que el reloj de la civilización ha dicho: basta! Los síntomas están por todas partes. Hemos agotado el tiempo convenido con el universo y nuestro desarrollo. Como un árbitro pita el final de un partido, sin más prórrogas posibles. El tiempo se ha terminado. Y por eso todo lo que ya no tiene sentido debe cambiar o desaparecer. A las duras o a las maduras. De nosotros, los jugadores y aficionados entusiastas, depende que la transición sea suave y llevadera o angustiosa y terrible.

Patada, es el símbolo del empuje, de la fuerza y se da con los pies, con las extremidades motrices; con los órganos del movimiento locomotor. Hay que admitir, si se quiere seguir vivo, sano e íntegro, el movimiento del cambio de valores, de objetivos y de métodos; ya no sirve lo viejo, es decir lo gastado por la mentira, la comodidad, la imagen falsa, el ego como director de la orquesta del Titanic; hay que hacer ese cambio radical con decisión, con el mismo impulso con que se lanza un balón a la portería de un campo de fútbol y se meten los goles. Decididos. Animosos y seguros de que ese lanzamiento nos lleva a superar con éxito el reto del cambio. Hacerlo con deportividad. Sin causar daños a nadie. Evitando el drama y recordando que la vida es un juego estupendo para crecer si no lo convertimos en tragedia estúpida de hooligans, de bárbaros e imbéciles.  

Puerta, es, en este caso, el objetivo de la patada. Del gol. Esta vez la meta, en la que no debe haber nadie que pare el lanzamiento de la conciencia,  es la puerta que se abre a una nueva dimensión. La puerta es el obstáculo. El miedo al cambio. A la responsabilidad. La que nos priva de salir del laberinto infernal del círculo vicioso; de una forma de vida agotada, sin recursos y sin salida. Una buena patada a la puerta de la intransigencia, del juicio, de la egolatría, del autoengaño, de la insolidaridad y del horror vacui que nos impide hacer hueco a la verdad, construir el loft, el  espacio diáfano  sobre uno mismo y sobre el mundo que nos rodea para poder respirar el aire limpio de un renacimiento interdimensional. Descubrir que sólo limpiamente podremos de verdad pasar el Rubicón de la miseria, que esta vez incluye, la miseria personal no sólo sus resultados económicos, políticos y sociales. El equipaje corrompido que hemos heredado y cultivado en la pésima educación, pero que también incluye las llaves del cambio, de la esperanza y la fuerza para dar la patada final cuando no hemos conseguido atinar con la cerradura en su momento y la urgencia del tiempo medido en el reloj de los acontecimientos, nos avisa de que el partido ha terminado. Aunque no lo queramos ver ni admitir. Las gradas del estadio se irán vaciando. La lluvia, el viento, la nieve y el calor, erosionarán las piedras, los largueros, los vestuarios y servicios; al fin el estadio del pasado será una ruina o un huerto urbano que produzca alimentos y frescura a una humanidad que ha sabido traspasar a su hora y en su momento, la puerta de la incertidumbre con una buena patada solidaria. honesta e inteligente.



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