Un mundo en crisis al que nos ha llevado una economía del despilfarro. Una avaricia desmesurada de todos y una afán de consumo enfermizo. Y como consecuencia un atasco en la evolución. Eso es teoría. La verdad palpable es que los medios se han convertido en los fines y es igualmente indispensable tener un puesto en el futuro para ganarse la vida como que los niños y adolescentes, hijos de padres y madres en precario, no puedan separarse del Playstation, del Iphon, del Ipad, del Ipod, de la tableta smartophonica o del móvil multifunciones con los que juegan, hablan, dibujan y se ponen mensajes para decirse en lenguaje cifrado lo que no son capaces de decirse con palabras y presencia, porque la presencia dle otro no inspira nada más que banalidades; un sistema carísimo de comunicación que ellos no pueden costearse.
Si la crisis nos está minando el suelo que pisamos, ¿ cómo es posible que se sigan comprando a los chicos y manteniendo artilugios que cuestan un riñón? Un joven inmigrante que no tiene trabajo ni papeles, pero va colgado del móvil mientras va en el autobús hablando en senegalés o en tártaro. Y es que el veneno se ha infiltrado de tal manera en las inercias que ya el consumo de cosas anula la capacidad de pensar mínimamente en el proceso causa-efecto.
Viendo todo esto me doy cuenta de la trampa silogística a que estamos irreflexivamente sometidos. Por ejemplo, ¿cómo es posible que con tanto recorte y restricción, los libros que hablan del desastre hayan disparado su venta y que los premios Nobel o los economistas más notorios en dar caña contra los vicios sociales que han provocado el crack, estén escribiendo y vendiendo sus críticas a precio de oro y como rosquillas aprovechando la coyuntura? Hace poco recibí un correo de Attac pidiendo dinero para publicar un libro contra la crisis. Ahora leo que Krugman acaba de publicar otro en cuyo título conmina : "Acabad ya con la crisis!". Hace unos días comentaba en un post, que dos ex-asesores del gobierno anterior, habían editado otro libro en el que se preguntaban qué había pasado para que el país hubiese fallado así.
Los antiguos filósofos del Medievo explicaban el método del silogismo que afirmando niega y negando afirma. Ese método era y es, en latín, ponendo tollens - tollendo ponens .Poniendo se quita - quitando se pone. Pues a ese retruécano de la lógica escolástica es a lo que se ha llegado con el negocio crisisgénico. Se aprovecha la ocasión de hablar pestes de la crisis, de culpabilizar a gobiernos y bancos, a consumidores de productos bancarios irresponsables y también de paso, de montarse una complicidad mediática con las víctimas que acabarán comprando el producto. O sea quitando las soluciones y las propuestas serias, se pone el interés en los intereses comerciales, poniendo información vacía de realidades se quita de en medio la reflexión práctica que podría realizar el cambio. Es curioso que ningún autor de este tipo de textos de ocasión, tan rebotados con la avaricia y el afán consumista de esta forma de vida, tan crítico con el sistema, no escriba y reparta gratis por internet pdfs para ir erradicando ese consumismo repulsivo que tanto asco les produce. Si el mal es el afán de acumular beneficios egoístamente, lo natural para combatirlo, no es sólo hablar o escribir sobre él, sino además, hacer lo contrario de aquello que se critica, para que se termine de una vez y de verdad una crisis que antes que económica es ética y humanitaria. Esta crisis es el resumen tóxico de un modo tóxico de concebir la vida y las relaciones entre la vida, la naturaleza, los recursos y el hombre. Y el recolmo es hacer de ella un señuelo más para seguir ganando dividendos como sea. Combatir la crisis participando en sus beneficios económicos por medio de vender libros hablando pestes de lo que está produciendo una pasta, me parece de una perversión refinadísima. Justo, este fenómeno decadente y putrefacciente, se ha ido gestando en la falta de generosidad social que produce el afán de enriquecerse como sea y al precio que sea. Sin reflexión alguna. Y por lo tanto sin dar margen a la visión ética del comportamiento en materia crematística. Y todo ello es la muestra inequívoca de hasta qué punto todo, absolutamente todo, se ha convertido en negocio. Política, banca, religión, enseñanza, salud y enfermedad, alimentación, indumentaria, cultura, muerte....y amor (pseudoamor, desde luego) ¿Y si yo misma, ahora, hiciese una recopilación de mis escritos y la vendiese no estaría haciendo lo mismo: tollendo ponens y ponendo tollens? Estaría colaborando con aquello que pretendo denunciar como un peligro enorme para el alma humana y el equilibrio de la vida en el Planeta.
Necesitamos la frescura de la inocencia, el descanso de la generosidad, que no desea acumular ni quitar nada a nadie para apropiárselo uno mismo. Ni sacar provecho de la necesidad y del drama de los otros. Ni hacer negocio con la sanación del bien común vendiendo invectivas o recetas de laboratorio estadístico a seres que necesitan ánimo e ideas realizables, orientación pedagógico-social. Ni pagar una fortuna a charlatanes mediáticos que sólo quieren publicitar su glamour y la fama que les da dinero a base de sacárselo a quienes lo necesitan para estudiar o dar una educación a sus hijos o alimentarles. O simplemente, para comer cada día o pagarse un techo donde cobijarse con la dignidad mínima a que intentan aspirar. Personas que pueden conectarse por muy poco en un ciber point y leer gratis lo que gratis se nos da en un pdef, en un blog, en un correo. Velando unos por otros, aportando cada uno el trueque de su energía para intercambio y para el don al que ni siquiera tiene esa energía que intercambiar.
A veces me pregunto si este falso interés por la cultura y la información crítica sin práctica, sólo esconde negocio e igual que los laboratorios farmacéuticos venden "salud" para enfermar por toxicidad y experimentar con ello. O las editoriales y discográficas que publican basura pseudoliteraria o música basura, para seguir liquidando el alma del hombre a cambio de una muerte lenta y transgénica, pero bañada en beneficios bursátiles aparentes y efímeros, a pie de horno crematorio.
Quizás nos falta un hervor y no conseguimos hacernos una idea real de lo poco consistente que es todo lo que se cuenta y se mide, se acumula y se almacena; y lo perenne y duradero que es lo que nos hace vivir, respirar, pensar, sentir y amar. El ser. Lo que cultiva el interior, la zona intocable y eterna que nos sostiene y da sentido a lo que hacemos y programamos. A lo que disfrutan nuestros sentidos externos. Esa chispa de luz imbatible, que cuando aún está apagada nos deja muertos en vida. Y que cuando se enciende nunca más se apaga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario