Querido y silencioso Nosotros Infinito:
Nos empeñamos hoy, como lo más normal,
y siglo a siglo,milenio tras milenio,
en reducirte al tiempo establecido
por nuestras fijaciones,
a la celebración y al ritual,
a liturgias devotas, rutinas entrañables,
compras en aluvión, santos excesos
que a veces entretienen más que ayudan,
pero que están ahí como testigos y testigas
de que esto es lo que hay. Que más no cabe.
Hasta que "lo normal" cambie de look
en otros dos mil años que inauguren
otro supermercado de la huida
mucho más avanzado y cibernético,
en el que mande un dios como padre y señor
del algoritmo, el principio y final
de su ocurrencia.
Cambiamos siempre así: de moda en moda,
según la evolución va desbrozando
en su quiero y no puedo -o viceversa,
que vete tú a saber como funciona-
el camino enredado de sí misma.
Y mientras ese baile de máscaras dormidas
se despierta y decide, por fin, cambiar de ritmo,
de tono y de compás, si eso le mola y le reporta pasta,
poder, glamour o reconocimiento,
Tú, el gran desconocido, Nosotros Infinito,
así con tu paciencia inagotable,
te sometes sin más al desvarío,
como lo hace una madre
y un padre que nos quiere,
que sabe cómo somos y comprende
que con tan pocas luces no es posible crecer
y descubrir la esencia de lo simple.
Qué dónde va a parar el "misterio" y el morbo
que encierra lo complejo,
lo turbio, lo que pringa, lo que enfrenta, lo morboso
lo que duele y fastidia, lo que jode...
Y el juego que eso da en la creación de empleo:
desde las terracitas al mercado,
del cajero automático al psiquiatra,
del abogado al juez y al carcelero,
del berrinche al telele,
y de la ideología a los degüellos,
de cada jamacuco a la farmacia,
de la pastelería a la diabetes,
del atracón constante, del aturullamiento,
del colocón, del shock y el atropello
a las urgencias...
Como verás, mi querido Nosotros Infinito,
aquí no queda hueco en el que encajes.
Lo tuyo es otra historia. Otra leyenda.
Y es que eso no se entiende en tantas lenguas,
porque ya decidieron en sus tiempos,
que el idioma imperial fuese el latín,
por ese tic que dejan los imperios
como percha indeleble
donde colgar el ego milenario, estiradillo,
bien planchado,
que a nadie se le arrugue la pieza
ni se encoja
mientras monta los pollos sine die.
Que una sola palabra mal transcrita
puede ser la debacle de una historia.
Y tú, por siempre ahí, Nosotros Infinito.
En nuestras manos,
sin gritar, sin reñir,
sin decir ¡basta!
¡Y todos esperando a que lo digas!
Igual que hacen los niños sus trastadas,
mirando de reojo,
qué caras van poniendo las madres y los padres,
los maestros, el vecino de al lado
o la abuela que mientras toma el fresco
les recuerda que no está bien pegarle a los demás
cuando se enfadan, que son también personas
y no meros objetos de desecho
de los que recabar trabajo, esfuerzo,
admiración narcisa, votos, aplauso,
placer, poder y pasta.
Pero el gran mogollón del destarifo
no se quiere frenar en la carrera,
en su eterna batalla contra la misma vida
que los hace posibles,
se aceleran,
a ver quién llega antes al final
y destroza mejor la propia casa:
este pobre y sufrido Planeta,
demasiado paciente
-igual que tú, Nosotros Infinito-,
al que llamamos Tierra.
Y no será porque no das señales,
y no será porque no nos cocinas cada día
la cosecha de nuestra propia siembra.
Hasta dónde ha llegado la absurdez
de nuestra especie y su 'cultura',
que cuando viene al mundo alguien capaz
de curar el dolor, de hacer que el sufrimiento
disminuya o se acabe, de encender una luz
en las tinieblas que no cobre
el recibo pertinente,
que instruye en el día a día
con nuevas y más sanas experiencias
dando sentido y vida a lo de siempre,
que nacen de la paz y de la entrega
a la causa del bien, del compartir, de la justicia,
y del amor que es gratis,
se le humilla o se le ningunea
y si insiste en amar lo que no atina
siquiera a verse y percibirse como amado,
lo pasan por la piedra de una cárcel,
o de una inquisición, o de un fusilamiento
y siempre en una cruz de formatos diversos.
En medio de la ciénaga terrestre
solo queda el remedio-paradoja
de volver a la casa familiar
de los adentros
¡que aun no hemos construido!
Y es que todo depende de nuestra libertad
tan maltratada
sobre todo por nuestra propia inercia;
los planos ya están listos
si queremos,
son diseño del alma y la conciencia;
las manos, la argamasa, los ladrillos,
el hierro, la madera, el cemento y la cal,
son cosa nuestra.
Nosotros somos Tú.
Y Tú eres esa parte de Nosotros
que aun está por nacer y despertar
en esa inmensidad que nos conecta.
Un año más no es nada en tu energía,
Infinito Nosotros, familia inagotable,
innovadora...
puede durar tres siglos, cuatro meses,
dos días o puede que una hora
o un minuto. Un segundo tal vez, quién sabe...
Qué más da lo que dure el instante
del Ser cuando nos llena,
mientras fluye la vida que enamora
y convoca, que vale lo que impulsa
y lo que crea.
El tiempo es la madeja del jersey
que teje la esperanza y sus certezas
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