jueves, 14 de enero de 2021

Paráfrasis orwelliana: en tiempos de destrozo universal, encender la luz serena de la reflexión compartida es una actitud revolucionaria imprescindible y más necesaria que nunca

 

 

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¿Cómo hemos llegado a este estado tan absurdo? ¿Qué procesos ha urdido nuestra especie para rematar así su propia evolución? ¿Por qué, precisamente cuando tenemos más estudios, conocimientos, recursos y proyectos globales, hemos elegido las vías de desarrollo más cegatas, destructivas, crueles, violentas, retorcidas, complicadas e idiotas (recordemos que "idiota" no es un insulto, sino un calificativo de la antigua Grecia, "idiotes" el terreno del "idiós", lo privado, lo propio, lo que se centra sobre todas las cosas en los intereses posesivos e inmediatos, sin tener más perspectivas ni horizontes ni salidas que el ego particular y sus manejos) 

Si echamos un vistazo reflexivo a nuestra historia milenaria podremos reunir datos suficientes para ir comprendiendo y así empezar a liquidar la basura acumulada en todos los sentidos para salir del laberinto/basurero/terminator; el plástico que producimos y rebosamos es simplemente una metáfora materializada del lodazal antropológico pantanoso y tóxico en el que se va intentando sobremorir, más que sobrevivir, tal y como va esto a ritmo exponencial. 

Está claro que puede haber soluciones, ya lo creo, pero también está aun más claro que esas soluciones nunca consistirán en  seguir hozando como cerdos autómatas en el mismo sistema aberrante que nos ha conducido hasta aquí, vamos, lo que llaman "normalidad", una realidad devastadora que debería ponernos los pelos como escarpias en vez de hacernos suspirar por recuperarla, en vez de liquidarla como la peor de la plagas y pandemias. Sería un suicidio irrevocable que al remitir esta pandemia retomásemos tan contentos el mismo tren hacia el abismo que se nos ha parado por el camino, seguramente como última llamada a corregir el rumbo de la debacle. 

Si la historia ha avanzado en descubrimientos, tecnologías e inventos alucinantes, durante milenios ¿qué nos ha estado impidiendo tantos siglos, descubrir lo fundamental, o sea, empezar a ocuparnos en descubrir qué o quienes somos y qué sentido tiene nuestra existencia solitaria en un sistema solar perdido en el Universo, en el que, hasta ahora, no hay otro planeta colega con la capacidad necesaria para generar vida biológica vegetal, animal e inteligente, hu-ma-na? Tal vez deberíamos caer en la cuenta de que la vida se agota cuando cada elemento vivo solo se dedica a mirarse el ombligo y a depredar lo que pilla para alimentar su microimperio umbilical. Todo en la naturaleza está vinculado, todo es interdependiente, sobre todo la especie humana, la menos fuerte y resistente, la mas frágil. La que más tarda en apuntarse a la vida. Ninguna planta, ningún animal es tan lento, dependiente y torpón en su desarrollo como el pobrecico ser humano. 

Nos cuesta años y años aprender lo más básico, educarnos y crecer, y no digo nada de lo que nos cuesta encontrar el modo de madurar para asumir y gestionar nuestra propia condición sin hacer picadillo nuestro entorno e incluso a los miembros de nuestra propia especie si presentan diferencias y particularidades que no nos  gustan porque no las compartimos y que hasta envidiamos si no las tenemos a mano,  y si ese compartir incluye además la apertura de una conciencia que nos capacite para entender y constituir una convivencia inteligente -no solo "lista", "astuta", "cocinillas" , ávida, ansiosa por trepar, cazar y hacerse el ama de todo lo que pilla, convirtiendo en sistema de vida la rapiña propia del reino animal; para subsistir, el animal no acumula ni hace negocios con lo que caza, solo sobrevive, por el contrario el homo desquiciatus solo vive para acumular como las urracas, devorar como polillas o leones bulímicos e insaciables, conquistar cualquier cosa, territorios, cargos, glamour, dinero, animales o personas de las que sentirse propietario, "señor/señora" y amo o ama feudal. Y sin embargo, cuanto más se apodera de todo, más se incrementa su necesidad insaciable de poder, de tener, de acumular, de exhibir, arrasar e imponerse en plan imperator o pontifex maximus

Nuestro paso por el Planeta Tierra desde el principio cayó en una inercia que aún no hemos logrado superar sino, visto lo visto,  se diría que agravamos constantemente. Al enfrentarnos a la realidad evolutiva del cada día confundimos la necesidad con el miedo a no tener lo necesario a no ser el número uno en algo. En el pasado remoto del encuentro cada vez más frecuente y  numeroso de homínidos fueron surgiendo luces de inteligencia vital, una cualidad indispensable para la vida que además viene personalizada por diferencias obvias, ningún ser vivo es completamente idéntico a los demás, poco a poco se desarrollaba en nosotros una sensibilidad distinta de la de los demás animales, nuestro cerebro era diferente y tenía recursos e interruptores que nos fueron permitiendo pensar, comparar, imaginar, sentir de un modo diverso, elegir, decidir, hablar, inventar la escritura, leer, y así  manifestar diferencias y celebrar similitudes...Un asunto que pronto dio lugar a problemas que en principio solo eran asuntillos puntuales, porque lo fundamental era llegar vivos a no se sabía donde, con las menores complicaciones posibles solo a vivir otra jornada más. Pero,evidentemente, la cosa no quedó ahí. Nos fuimos juntando, acercando, conociendo, descubrimos, más allá del instinto, las emociones, la alegría, la tristeza, la nostalgia, la euforia, pudimos manifestar en común qué es el miedo, la enfermedad, la dolor, la muerte y el nacimiento, la urgencia y la calma, la capacidad de plasmar realidades pintando en las paredes rocosas de las grutas y los abrigos a la intemperie, la danza, el sonido hecho música, la habilidad para tallar la piedra y el hueso, el calor del fuego descubierto al azar, golpeando y rascando, como los niños, todo lo que encontraban. 

Esa riqueza natural también traía su carga inversa: el repunte de un ego adjunto y primitivo que resultó ser la manzana envenenada por lo peor que tenemos, según  la leyenda del Edén. Así nuestro cerebro reptiliano, en vez de progresar  adecuadamente, como en la EGB del Cosmos, se hizo resistente y opuesto por completo a la evolución. Estaba obsesionado con el endiosamiento de la propia especie, y en ello sigue. Primero se inventó un dios todopoderoso que desde los cielos inaccesibles llevaba las riendas de todo, qué comodidad, ¿verdad?, un dios que en unas culturas era uno solo y en otras iba en comandita, pero siempre con un jefazo en cabeza, según las culturas y tradiciones organizativas de los pueblos, así ya no habría que decidir ni elegir, solo obedecer a las divinidades que para eso estaban, eso evitaría el esfuerzo de tener que pensar, compartir, explicar, contar con los otros para decidir, educarse en común teniendo como maestra a la Naturaleza, a los hermanos de especies y vida planetaria, y poco a poco descubriendo un caudal fresco, sutil, creativo y bellísimo, generoso, despierto, sano y entrañable que crece con nosotros y en cada criatura humana: el alma, una energía-puente  que nace con el primer respiro y se va con el último, y que aquellos reptilianos ciegos para todo lo que no cotiza en la banca de la comraventa, se empeñaron en secuestrar y domesticar, para que se hiciese imposible la aparición peligrosísma de otro elemento fundamental para evolucionar lúcida y limpiamente: la conciencia. Sobre todo si ese dios se dedicaba a escoger a los más listos y espabilados del grupete que había creado, por supuesto, como si se tratase de un alfarero o de un parvulario en pleno modelando plastilina, pero en su caso poderosísimo creando pueblos escogidos por su obediencia ciega y sumisa, a todo lo que viniese de "arriba". En todos los sentidos. O sea, nada de "dentro". Todito fuera y a ser posible, lejos, muy lejos, muy alto. En los cielos, y ya en plan más visible para no resultar tan increíble y más accesible, en los altares, en los menhires y cromlechs , en las pirámides, en los templos edificados a base de columnas altísimas, y a costa de miles y miles de vidas humanas sin caché que se entregaban a la muerte arrastrando piedras de dimensiones inimaginables, muriendo como chinches en las obras faraónicas como por ejemplo las de Akenatón en la construcción de la nueva Ajetatón dedicada su nuevo dios inspirador, en la región de Tell-ell-Amarna, que según han descubierto los estudios arqueológicos,  no dudó en sacrificar para la opera magna, en el arrastre de pedruscos descomunales a  niños de 9 y 10 años, según los estudios médicos de la excavación, enterrados en fosas comunes, en honor al maravilloso Atón, al que solo podía ver, por supuesto el propio faraón que  para eso era otro dios.

 Tampoco nos han contado cuantos seres humanos murieron en la construcción del templo de David y Salomón, o en los zigurats de Mesopotamia, edificando los templos griegos y romanos, en las catedrales cristianas (para más inri y recochineo), monasterios inmensos, como palacios, basílicas, sinagogas, mezquitas, pagodas o enterramientos imperiales disparatados como el del divinizado emperador chino y sus guerreros de terracota...Locuras, todas y de todos los sacros calibres. Pero de dios, ni rastro. Todos esos excesos que deberían avergonzarnos en vez de admirarnos, son el testimonio directo de nuestro camino extraviado como especie y como proyecto evolutivo. 

Pretender ser los siervos elegidos de un dios que se regodea en semejantes barbaridades y con tantas variantes, hasta en América se encontraron los mismos rasgos piramidales "divinos" cuando llegaron los descubridores desde Europa, -allí el  efluvio manejantón se llamó Quetzacoatl, Inca o Manitú, y sus sacrificios ya no eran a base de vacas, ovejas y palomas, eran seres humanos, los mejores, los más jóvenes, hermosos y buenos, tomayá-, un disparate que  debería ser sencillamente, un asunto de Freud y de Jung, de la OMS, de ACNUR,  pero no algo tan normalizado, ensalzado, exhibido, adorado, y hasta predicado como modelo e impuesto por gónadas, miedos y poderes, que son cualquier cosa menos espiritual y humanamente consciente. El recolmo ya fueron los imperios unidos a los dioses. Las leyes humanas enchufadas como divinas. Las guerras santas y cruzadas "en nombre de dios" haciendo picadillo a todo prójimo que no se arrodille, no  acepte o se quede al margen de las divinidades ad hoc, según cada régimen de Imperiolandia y su momentazo temporal. 

Pero pasa el tiempo y la evolución, muy a pesar de esa humanidad paticoja y renqueante, sigue su curso a trompicones, como puede, bordeando luchas, hogueras, inquisiciones, tribunales, reinos de toda laya que se apuntan el bombardeo de lo divino bajo cualquier disfraz y maquillaje que lo ponga guapo, exultante, procesional, cumbayá, cult y atrayente. Y claro, los plumeros se desgastan de tanto usarlos, hay que evolucionar también en plumerología para seguir vendiendo la cabra...de la  legión. Y poquet a poquet, las religiones comienzan a no ser ya el menú más solicitado por la clientela, que quieras que no, a golpe de leches y hostias, se ha ido espabilando en algunos aspectos, muy pocos aún, la verdad sea dicha, pero es cierto que no despertarse a base de lo que hay, ya sería no tener arreglo en absoluto. 

Y  ¿qué ha pasado desde finales del siglo XVIII hasta hoy? Pues que las religiones incansables en su misión de ratoneras globales, optaron por dejar ya el modo templo, completamente agotado, y adoptar el modo ideología. Ahí ya el recambio divino ha tomado otros derroteros. Ahora dios es la idea organizada en grupos de intereses varios y poderes en el mismo plan de siempre, pero mucho más tecnológicos y avanzados en recursos autómatas, con un refinamiento espectacular de la depredación convertida en ciencia y sistema de vida, perfectamente compatible con las divinidades de siempre vestidas con otra indumentaria pero en el mismo plan. Ahora el templo puede ser Netflix, sin ir más lejos o Twitter, Faceboock o Instagram, que las redes son tan poderosas como los dioses de anteayer. Por eso quitan y ponen lo que interesa al sistem in failure. 

 

Es cierto que el manicomio está servido y los ángeles del Apocalipsis hacen horas extras sin parar, pero a pesar de todo, esta situación puede reconducirse desde un camino más lúcido y eficaz, más sano y aseado, si se planifica juntos y se hace desde los valores profundos  e incorruptibles de la conciencia que se expresa en  la ética, la solidaridad, la empatía que es la comprensión y la simpatía que es el compartir lo comprendido desde la inteligencia emocional: los sentimientos. 

La vieja civilización ya en las últimas, ha pasado siempre por encima de la inteligencia emocional y solo ha tenido en cuenta el poder rastrero de la manipulación de traumas y emociones. Las ideologías, precisamente, en su vertiente política se nutren de manipular e infectar las emociones con los intereses de los credos, que antes, desde el comienzo de la historia, fueron herramientas religiosas para el proselitismo teórico que hace posible el empoderamiento fáctico. Todas las ideologías, hasta las más aparentemente sanas, necesitan votos, o sea, voluntades a su disposición para hacerse mayoritariamente con el poder mediante el mercadillo de una democracia muy mal entendida. Así también utilizan y desvirtúan la misma energía de la democracia para destruir sus cimientos, que son la libertad, la igualdad  y la fraternidad universales, no solo de los más afines, como se ha malentendido totalmente, el objetivo de la democracia no es que el grupo más votado haga lo que le dé la gana haciendo la vida imposible a quienes no comparten ideología y al servicio exclusivo y excluyente de quienes les votan y se benefician de tal gobernanza, pero el verdadero  objetivo democrático solo puede realizarse mediante el bien común sin excepciones ni privilegios. 

En realidad hasta ahora la democracia solo ha sido y está siendo la víctima descarnada del poder. La coartada perfecta y el maquillaje del negocio ideológico. Votamos todos, es cierto, pero no gobiernan los representantes de todos, sino los elegidos por las cúpulas de los partidos políticos, no existe la participación asamblearia en comisiones activas del Parlamento, que sería en realidad la toma de conciencia directa y con los pies en el suelo institucional. En la URSS, por ejemplo, nunca gobernó el pueblo, sino el Politburó que elegía el jefe del partido y apoyaban sus siervos beneficiados incondicionales, ya como profesión. Por eso fue posible un Stalin y no pudo hacer nada un Gorbachov. Es lo que pasa cuando prima el núcleo duro de la ideología, se elimina el sector crítico que posibilitaría la apertura y la inteligencia del acuerdo previamente debatido y aclarado en todo su contenido real. Pero la ideología se ha convertido en el dogma religioso e intocable, ya "divino"  de la política contemporánea y de la sociedad misma. 

Y es que mientras los seres humanos no descubramos en nuestro interior y expresemos un sentido profundo de la vida en nuestros actos, palabras y vínculos sociales la realidad nueva regeneradora -nada religiosa ni ideológica, sino ontológica y esencial- de nuestra alma y nuestra conciencia unidas indisolublemente a la vida cotidiana, nunca cambiará nada a mejor y nunca será posible el despegue de nuestro camino y salto cuántico del existir al Ser que solo puede producirse dentro de nosotros antes de fluir hacia fuera, es decir,  nuestra reconstrucción individual inserta en la bifurcación compartida que podrá cambiar nuestro presente y posibilitar un futuro que dependerá de lo que hagamos y que en el plan que estamos es prácticamente imposible que llegue a existir. 

Ya vemos lo que hay. Y no solo en España, en todo el Planeta. En la Naturaleza, en el clima, en la biología...Sólo despertando y dejando que fluya el dios que somos en realidad cuando estamos integrados en el Ser, -en las antípodas del narcisismo divinizado- será posible la supervivencia y que "el más allá" sea el más acá. Todo está unido.

Jesús de Nazaret, Gautama Buda, Gandhi, Hildegrad von Bingen, Francesco d'Assisi, Mikao Usui, toda la buena gente que se olvida de los sambenitos para convertirse en hermana universal, lejos de juicios, condenas, locuras y esperpentos, todos y todas quienes trabajan el zen y la presencia consciente en cada instante, quienes están inmersos en la compasión sin fronteras, en la luz y en la paz interna, en la belleza del infinito aterrizada en lo mínimo, van descubriendo el tesoro de todos en su interior. Esa es la esperanza, la puerta de entrada a la Casa del cambio esencial que nunca se cierra. Todos y todas pueden entrar  en cuanto abandonan el overbooking de la mentira, la mochila del miedo y sus fijaciones dogmáticas.

Conviene hacer hincapié especialmente en un punto clave: 

La razón por la que la humanidad está aún prisionera en un círculo vicioso del que no puede salir aunque quisiera hacerlo tal y como está, es precisamente el hecho de que el cambio individual y social que se hubiese podido producir a partir del aporte evangélico no pudo realizarse debido a la complicidad acomodaticia entre el  Imperio y la Iglesia cristiana que a partir del 313 de esta era, por medio del Edicto de Milán,  trazó la anexión de la corriente salvífica del evangelio cristiano de entonces por  "los valores" del imperio de Constantino. Aquello solo fue un trueque intercambiado de intereses, no una conversión del Imperio Romano en una sociedad de valores evangélicos. Al contrario, fue el cristianismo el que perdió su fuente nutriente espiritual y social para entrar en el juego del poder 'del príncipe de este mundo', como lo calificaría Jesús. Lo que en la tradición popular se viene llamando "vender el alma al diablo", un tema fundamental e intemporal de trapicheo y compraventa que Goete llevó a la literatura en el drama de Fausto. No es posible una sociedad sana si la mayoría de sus miembros está enferma, ni es posible que la salud individual sea mayoritaria si el régimen de convivencia y gestión social está enfermo terminal, aunque sus discursos hablen de salud en puro dislate demagógico. 

Tampoco se puede vivir eternamente "en la lucha" sin acabar liquidados y agotados por ella. No hay ideología que pueda solucionar nada sin que cada uno de nosotros hagamos posibles las soluciones en cooperación generosa e inteligente. Jamás los responsables de la iglesia cristiana debieron caer en aquella trampa, de hecho hubo muchos grupos fieles al evangelio, noviolentos y fraternales como los bogomilos, albigenses o cátaros, y  escoceses de las tierras altas, que no asumieron ese tratado que despojaba a los seguidores del evangelio de todos los valores esenciales, comprando la seguridad de la iglesia con poder político a cambio de formar parte de la trama corrompida de un poder imperial militarizado y arrasador, cuyo emperador se jactaba de haber recibido antes de la batalla de Puente Milvio un supuesto mensaje del cielo en el que aparecía una cruz y una inscripción: "Con este signo vencerás". Un mensaje fraudulento, obviamente, porque jamás el Amor Fraterno que es la base de la vida evangélica haría semejante propuesta a nadie usando, además, la cruz para vencer y matar enemigos nada menos que a su amparo. El Imperio Romano ya estaba en baja forma a causa de la conversión masiva al cristianismo de sus ciudadanos más ricos e influyentes, una realidad que acabó arruinando la economía al desaparecer la esclavitud, o sea el trabajo gratis y forzoso de los esclavos, incompatible con el evangelio. 

Este episodio trágico en el 313 fue la continuación del viejo sistema del mundo, que había hecho crisis ante la fuerza colectiva e individual del evangelio en la praxis social. A partir de entonces el Imperio tuvo en sus manos el poder de elegir a los papas que ocupaban el cargo imperial del Pontífex , en un sistema en el que quien tenía la sartén por el mango era el Imperator. Queda claro desde entonces, quién ordenaba y quién obedecía y quienes se apoderaron de cara al tendido de la fanfarria milagrosa y folklórica a favor del tinglado, no de la regeneración del ser humano. A partir de ese momento, la deriva del cristianismo fue cada vez más evidente y escandalosa. Con el tiempo derivó en la reforma protestante alemana, tras la peregrinación del fraile y teólogo agustino Martín Lutero, que no pudo resistir el trauma. Quindi,Roma veduta,fede perduta. Y así está el patio: un mundo roto por dentro y destrozado por quienes dicen que están ahí para salvarlo desde el año de Maricastaña. Empeño imposible si desde hace 1700 años se es cómplice prostituto de quienes destrozan todo lo que no es poder, dinero y placer egótico cubierto por columnatas, baldaquinos y Capillas Sixtinas. Como los faraones pero con sotana.

Esto es el final y dentro del caos, también hay esperanza. Todos podemos cambiar y construir otros horizontes, querer es poder, no mandar sino realizar.Claro que podemos, pero no como se ha ido  intentado hasta ahora. El ego es, cada vez más, el Titanic en pleno hundimiento y una pérdida de un tiempo precioso dedicarse a preparar el rescate imposible si los flotadores están pinchados en el agua congelada de cualquier Filomena que se presente a la subasta del finiquito por agotamiento de todo y de todos. 

Amunt, buena gente, que sí, se puede, aún se puede! 

Aunque no lo parezca y no haga ruido...porque lo suyo no es molestar ni llamar la atención...

"Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiras

tan cierto como la mañana se levanta,

tan cierto como que la brisa la puedes sentir...

moviéndose entre las cosas, leyendo contigo aquí..."  

                             
         Hermosas flores de color rosa — Fotos de Stock © artnature ...


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