La tercera ola
La tercera ola de la pandemia ya esta aquí y de nuevo vivimos un proceso ya conocido: aumento de casos, de hospitalizados, de ingresados en UCI, y finalmente de muertes. Y lo peor probablemente esta por llegar. Se sabía que levantar la mano y permitir movilidad y tiendas abiertas en las “entrañables fiestas navideñas” tendría estas o parecidas consecuencias, y se optó por “salvar la Navidad”, más bien salvar los comercios, porque mientras tanto nada se hizo para garantizar el suministro eléctrico a miles de personas. Una cosa es la Navidad, es decir, el comercio, y otra la solidaridad con el prójimo que más lo necesita, que por lo que se ve es totalmente ajeno a unas fiestas que se pretenden cristianas, en el mejor sentido de esta creencia religiosa.
Está claro que los gobiernos, central y autonómicos, poco hicieron para prevenir la situación y que los llamamientos a la “responsabilidad individual” están bien para la demagogia y las tertulias, pero que sin un sistema estricto de control y sanciones a los incumplidores, son pura poesía. ¿O es que vamos a eliminar las inspecciones de Hacienda o las sanciones por saltarse el código de circulación, porque “todo el mundo es bueno” y, además, responsable y solidario? ¿Es que los negacionistas y los que anteponen sus intereses y caprichos individuales sobre las necesidades colectivas han desparecido de repente?. Por otro lado, algunas autonomías, y entre ellas destaca la Comunidad de Madrid, supuestamente pusieron en práctica medidas de casi imposible cumplimiento, como los aislamientos por zonas básicas, cuyos límites son básicamente desconocidos por la población e incluso por los sanitarios, más allá de los que trabajan en los centros de salud afectados o en los limítrofes y, por supuesto, nada se hizo para informar o controlar sobre su cumplimiento.
Está claro que, de manera general, se ha primado la economía a corto plazo sobre la salud de la población. Parece que no hemos aprendido nada, anteponer la economía a la salud ya nos ha dado muy malos resultados en las dos ocasiones anteriores y parece que no queremos tenerlo en cuenta. Sin salud la economía naufraga, especialmente en un país como el nuestro, donde ésta es tan dependiente de los servicios y el turismo.
Por otro lado, de nuevo se ha demostrado que el Sistema Nacional de Salud necesita de sistemas de coordinación más potentes y de mecanismos para garantizar que los acuerdos se cumplen, así como de sistemas que aseguren que se refuerza la Sanidad Pública y que los nuevos fondos que se destinan en los presupuestos para el sistema sanitario no acaben fomentando los negocios privados, ya que hay Comunidades, especialmente Madrid y Cataluña, que están aprovechando la coyuntura provocada por la pandemia para favorecer los negocios del sector privado con unos sobrecostes que dificultan la capacidad de actuación de la Sanidad Pública, que sigue deteriorada, recortada y desfinanciada.
Desgraciadamente, las administraciones sanitarias, con muchas diferencias entre las CCAA, han hecho poco o nada para el necesario refuerzo de la Sanidad Pública (más personal, más camas, mejorar la Atención Primaria, etc) y, por lo tanto, la capacidad de respuesta de la misma se ve disminuida, tanto por la escasez de recursos como por el evidente cansancio y malestar entre sus trabajadores. De nuevo, parece que no se aprendió casi nada tras la primera ola, y no será porque no se expuso reiteradamente lo que había que hacer. Ha pasado algo parecido con la última gran nevada, se anunció hasta el detalle, pero se prefirió esperar a ver si había suerte y no se cumplían los pronósticos.
Así, la situación ha empeorado notablemente porque, a la demanda asistencial que genera el covid hay que sumar la de las personas no atendidas desde marzo de 2020, porque no se han recuperado las consultas, pruebas e intervenciones no realizadas, y la Atención Primaria presencial sigue bajo mínimos. No podemos ignorar que la mayoría de la morbilidad y mortalidad no son producto directo del covid, sino de otras patologías.
Por otro lado, ha comenzado la vacunación con unos resultados bastante diferentes según las CCAA, en las que, llamativamente, quien más se quejaba de insuficiencia de vacunas y quien más ha privatizado la vacunación, es precisamente la que ha administrado una menor proporción de las vacunas recibidas y, aun así, se está demostrando la incapacidad para priorizar el grupo más susceptible de padecer la enfermedad —las personas internadas en las residencias de mayores— y se hace más hincapié en los profesionales, que son un grupo al que es mucho menos complicada su administración, pero que también tiene un riesgo menor de mortalidad. Y ya empiezan a aparecer casos de utilización fraudulenta de las vacunas en centros privados. De nuevo un enfrentamiento permanente que solo genera desconfianza, incumplimientos y descontrol.
La vacunación mientras tanto sigue su camino. Hasta ahora con la vacuna de Pfizer, a la que se incorpora la de Moderna, que debido a sus menores necesidades logísticas permitirá mayor velocidad de administración, y probablemente en poco tiempo se incorporará la de Astra-Zeneca, de uso todavía más fácil. Siguen existiendo muchos interrogantes sobre las mismas que se irán despejando a medida que progrese la vacunación, aumente el número de personas vacunadas y transcurra más tiempo desde la misma, por eso es importante que se haga un seguimiento estrecho, para poder evaluar los resultados. En todo caso sus efectos sobre la pandemia difícilmente se harán notar de manera significativa antes del verano.
Necesitamos urgentemente avanzar en 3 cuestiones clave: una actuación más decidida y contundente de las administraciones sanitarias para contener la propagación del virus, una mayor coordinación de las actuaciones de las administraciones sanitarias en todo el país y un reforzamiento de la Sanidad Pública para poder responder a esta nueva ola y a los problemas de salud de la población.
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Marciano Sánchez Bayle es portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública.
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