lunes, 9 de abril de 2012

¿QUIÉN ES EL PIRATA?

Hablábamos ayer dando un paseo por el parque y se volvió a tocar el tema de la piratería en internet.
Me doy cuenta de que la confusión de las ideas es el caldo de cultivo que produce la ausencia de valores y al mismo tiempo la ausencia de lucidez que ayuda a no detectar los valores reales y a confundirlos con los prejuicios y los sermones acondicionados según el interés, sobre todo, económico.

El derecho sempiterno a la propiedad de la obra de autor es un tema duro de poner sobre el tapete. Y todo radica en el valor monetario de las transacciones. Si no hubiese por medio un problema de mercado, esa polémica no existiría. Por ejemplo, un arquitecto diseña y realiza un monumento. Le pagan por su obra y sus derechos de autor. Y la obra queda libre de tasas para ser utilizada, contemplada, fotografiada, habitada, vendida o comprada. El arquitecto no reclamará jamás el re-pago por su trabajo.
Un pintor realiza un cuadro por encargo y se le paga. Lo cuelgan en un museo o en el despacho de un ayuntamiento o parlamento o templo. ¿Acaso se sigue pagando al pintor cada vez que alguien mira el cuadro? Un diseñador de muebles vende su obra y una vez cobrado el precio de su trabajo, el dueño es libre de hacer con esos muebles lo que quiera, los puede vender, regalar o ponerlos en una exposición. Los ha pagado. Y con ello al autor ya le pagó por su trabajo. Si alguien copia el modelo y se hace unos muebles iguales porque los ha visto en casa del comprador ¿debe pagarle al diseñador? ¿debe pagar, también, el turista a los autores por hacer una foto de cada monumento u  obra de arte que encuentre?
Cuando me han editado un libro que el editor me ha comprado previamente, yo ya he considerado que le cedo el derecho de utilizarlo cuantas veces quiera. Ya he recibido el salario por mi trabajo y él recuperará el dinero que invirtió en pagarme, editando y vendiendo la obra cuantas veces considere oportuno, haciendo, a su vez, que esa obra llegue a más gente y cumpla el fin para que el que fue realizada. Todo está compensado. Lo mismo vale para un músico. Edita un disco que la discográfica le ha encargado. Le facilitan el estudio, las herramientas necesarias, la promoción y le pagan sus derechos por la obra. Luego, la editarán las veces que crean conveniente. El músico ya ha sido remunerado por su trabajo, y la inversión de la discográfica será recuperada con la venta del producto.
Con el cine pasa igual. Una película es comprada por las distribuidoras que a su vez pagarán al productor, que a su vez pagará al autor, actores y trabajadores del medio. Cada uno ha recibido lo justo. Y ahí debería terminar la especulación. Pero la avidez del mercado nubla el entendimiento y la bulimia por el dinero crea un conflicto constante de intereses. Ya el autor no se conforma con el pago del servicio que ha hecho a la sociedad. Quiere tener un caché eterno. Él es un creador. Un ser fuera de lo común y necesita mucho más dinero que los insignificantes mediocres que le leen, le ven o le escuchan. Su vanidad, su soberbia intectual y su ego kilométrico, requieren un tributo. Los intermediarios lo saben y lo fomentan con elnegocio de merchandises, objetos de culto, clubs de fans, etc, etc...porque así ellos también sacan una tajada monumental de cada evento, siempre a costa de los ciudadanos, que cada vez tienen que pagar más por acceder a la cultura y sin embargo, paradógicamente, cada vez consideran más legendario, irreal y remoto al autor, ya casi en un proceso de divinización, que ellos pagan cada vez más caro. Mientras las obras de autor se encarecen de tal modo que se hacen ya inaccesibles. Un CD o un DVD cuestan un riñón. Un libro, lo mismo. Por no decir un cuadro o las entradas de un concierto. La "cultura" se ha puesto por las nubes y para acceder a ella hay que renunciar a cosas también importantes, comer menos, no viajar, no salir, no comprar otras cosas necesarias y sobre todo tener que trabajar más horas para ganar más, para gastar más, con lo que el consumidor de "cultura" cada vez dispone de menos tiempo para disfrutar esa cultura y para formarse con ella. Incluso para tomar conciencia de sí mismo y de porqué compra unos productos que tal vez no necesita tanto como le dicen los mass media. Pero aún así, el público se sacrifica, no tanto por interés cultural como por seguir la moda consumista y obedecer a las andanadas de la publicidad y no quedarse al margen de lo "que se lleva" y de lo que "se habla" y de lo que todos presumen conocer. Los intermediaros han encontrado  la panacea y los artistas y autores, El Dorado, aunque menos que los intermediarios y gestores que son los verdaderos beneficiarios.
Mira por donde, nace una red mundial de comunicación, internet,  que permite que toda la información ruede por el mundo en libertad. Que mucha gente sin posibilidades de gastarse una fortuna en el "lujo de la cultura"(¿!), pueda descargarse gratis libros, revistas, películas, música y vídeos, que nunca han podido ver, escuchar o leer. Por fin el mundo se iguala. Los autores ya cobraron en su día el honesto jornal por su trabajo. Los intermediarios, también. Entonces ¿dónde está la pérdida real de dinero? ¿qué mal hacemos cuando prestamos los libros, los discos o las películas que hemos pagado en su momento a quienes no pueden adquirirlos? ¿por qué no permitir esa difusión, la grabación, la fotocopia o el scanner, de unas obras que ya han sido pagadas y repagadas con creces? ¿Cómo es posible que el creador, el artista, el pensador, no sea capaz de reivindicar la libre circulación de su obra, para que ayude más a embellecer, mejorar y rehabilitar el mundo? ¿Cómo es posible que tantos autores que se han inspirado para hacer sus obras copiando gratis las ideas de otros, sean ahora tan miserables como para mantener su caché a base de crear una verdadera piratería de intermediarios: las sociedades que "protegen" los derechos de autor, como la SGAE, por ejemplo. Que paga una ridiculez a los autores y se queda todos los beneficios para especular privadamente en el sector inmobiliario, por ejemplo, como ha ocurrido bajo el imperio de Teddy Baurista? Una sociedad de autores que sólo paga derechos por las grandes ventas; a los autores cuya recaudación no supera determinada cifra, no se les paga ni un céntimo; se lo queda la sociedad de autores-autistas, con el agravante de que si el autor protesta y demanda sus derechos irrisorios, se le castiga con una multa de 6000 €.  
Ante tanta miseria, tanta hipocresía, tanta mediocridad mugrienta y contagiosa, pesetera casposa  y cutre, me pregunto ¿quién es el pirata? 

2 comentarios:

Nova6K0 dijo...

De los mejores artículos que he leído sobre el tema.

Salu2 de un autor CC.

Sol Ruiz dijo...

Gracias "autor CC". Me alegro de que te haya interesado el artículo. la pena es que no lo podamos considerar un microrrelato de ciencia ficción.
Otro saludo cordial para ti.