domingo, 8 de abril de 2012

HOMOFOBIA Y BARBARIE


La caza del gay

PIEDRA DE TOQUE. Lo más fácil e hipócrita es atribuir el asesinato de Daniel Zamudio a cuatro bellacos que se autodenominan neonazis. Ellos no son más que la avanzadilla repelente de nuestra tradición homófoba



Se ha avanzado mucho en la lucha contra el racismo, sin duda, aunque sin extirparlo del todo. Hoy, por lo menos, se sabe que no se debe discriminar al negro, al amarillo, al judío, al cholo, al indio, y, en todo caso, que es de muy mal gusto proclamarse racista.
No hay tal cosa aún cuando se trata de gays, lesbianas y transexuales, a ellos se los puede despreciar y maltratar impunemente. Ellos son la demostración más elocuente de lo lejos que está todavía buena parte del mundo de la verdadera civilización.
Porque, en lo que se refiere a la homofobia, la izquierda y la derecha se confunden como una sola entidad devastada por el prejuicio y la estupidez. No sólo la Iglesia católica y las sectas evangélicas repudian al homosexual y se oponen con terca insistencia al matrimonio homosexual. Los dos movimientos subversivos que en los años ochenta iniciaron la rebelión armada para instalar el comunismo en el Perú, Sendero Luminoso y el MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru), ejecutaban a los homosexuales de manera sistemática en los pueblos que tomaban para liberar a esa sociedad de semejante lacra (ni más ni menos que lo hizo la Inquisición a lo largo de toda su siniestra historia).
Los delitos de este tipo que se hacen públicos son sólo una mínima parte de los que se cometen.
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Pongo aquí estos párrafos del artículo que Vargas Llosa publica hoy en el País, denunciando la muerte por malos tratos de un activista gay en Chile. Después del episodio del obispo de Alcalá de Henares, viene bien leer, atar cabos y meditar el tipo de influencia que ciertas ideas "morales" de discriminación ejercen sobre el inconsciente colectivo y sobre la sociedad, sobre todo en los estratos más primitivos e incultos, donde la homofobia, el racismo, la discriminación de lo diverso y la xenofobia están  a la orden del día.  La vida de un ser humano es sagrada, lo mismo que su integridad psíquica y sus derechos fundamentales. No hay ideología, ni religión, ni dogma ni ley ni costumbre social que tenga la potestad de agredir, degradar y matar, a un ser humano sin incurrir en el delito más infame: ir en contra de la vida y de nuestros semejantes, es ir en contra de uno mismo. Es minar el suelo que pisamos y envenenar el mundo en que vivimos.


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