viernes, 13 de abril de 2012

EL PLAN DE PENSIONES DE CHRISTINE LAGARDE

Parecía una abuelita inofensiva, serena y benevolente. Una imagen que contrasta con el durísimo e inhumano empeño de dirigir un FMI que, unido por la raíz a los mercados, está precipitando al mundo por un tobogán casi vertical, engrasado, sin provisión de frenos y con un abismo sin fondo en una lontananza cada vez más escasa y próxima. Sin embargo no ha tardado en despejarse la incógnita de ese contraste. La dulce abuelita aparente se ha revelado como una piraña mercantil de lo más violento y desalmado. Acaba de anunciar el apocalipsis de la ancianidad. El holocausto del pensionista. 
Todo viejo jubilado se está convirtiendo en un gasto supérfluo e insostenible y en un despilfarro económico para una sociedad ultrapostmoderna  comme il faut. Y eso no es de recibo. Desluce mucho. Porque un mundo lleno de viejos mantenidos, vegentando por las calles de la aldea global, queda muy feo. Y es muy mal ejemplo para la juventud, que con sus impuestos ayuda a mantener las pensiones y la Seguridad Social de los carcamales inútiles y sólo aptos para el consumo de medicinas, hospitalizaciones, operaciones y prótesis. O el viejo ha tenido el talento durante su vida laboral de hacerse millonario, como sea, con amnistías fiscales, negocios sucios, metido en política vitalicia, urdiendo tramas corruptas, saqueando las instituciones o blanqueando dinero negro como capo mafioso, o su porvenir será la debacle. Porque su vida profesional, los años que ha pasado colaborando al progreso y a la sosteniblidad del Estado y de la sociedad no tienen valor alguno. Sólo contará la cantidad de dinero que haya sido capaz de acumular durante su periodo de actividad, un dinero ilegal, por supuesto, porque si paga lo justo a sus empleados, o por sus transacciones mercantiles, por ejemplo, por comprar y vender casas o negocios, y paga sin desgravar con trampas "legales" los impuestos de hacienda y , además, no evade la pasta en plan fraudulento, estaría igual que todos los futuros abuelos mendicantes.
No cuenta la valoración de las tareas bien hechas, no cuenta el valor de la vida y de la cualidad irrepetible de cada persona, que ha nacido con un camino que realizar, que agradecer y que atender en justicia solidaria. No. Nada de blandenguerías gazmoñas y "espiritualistas". Ese sistema lagarto/lagarde, impone la avaricia depredadora y los métodos necesarios e hipócritas para triunfar en tal ambientazo irrespirable. Ha creado un nuevo código de patrañas amorales y farisaicas, que permite compatibilizar una imagen civilizada con una trayectoria de bestias devoradoras, que pasan por la universidad o por las escuelas técnicas superiores, simplemente para tener a su disposición más habilidades -que no conocimiento- , y más recursos destructivos de la dignidad humana y al servicio de la ausencia de cualquier escrúpulo de una conciencia que no poseen, porque ya el mismo sistema se ha encargado de no educar ni preparar a las generaciones de niños y jóvenes, eliminando el pensamiento libre, la formación intelectual, ética y social. La co-responsabilidad ciudadana. Los valores que nos distinguen de la  animalidad más elemental. Por el contrario han estimulado y estimulan la competitividad, el "triunfo" sobre los demás a cualquier precio. La eficacia contra la conciencia. La prisa que ciega contra la serenidad que acompaña a la lucidez. Ya no existe sólo el riesgo de quedarse en aquel "mono desnudo" de Desmond Morris, sino de convertirse en la fiera fratricida "culturizada" como máquina autómata. Que sólo puede sentir emociones fuertes, casi siempre provocadas y estimuladas por los mass media, los efectos especiales made in Hollywood o la música desbaratada y destroza-neuronas, obedecer consignas sin más, y reaccionar como un muelle, sin que se hayan activado otros procesos selectivos y analíticos de la  inteligencia superior. En resumen, un cacktail perfecto entre Matrix, el gran hermano de Orwell , el mundo feliz de Huxley y Connan el Bárbaro haciendo un cuarteto con Calígula, Nerón y el gran Inquisidor de Dostojewsky.
En tal contexto, o la gente se pirañiza, saca las garras y pierde cualquier rasgo de humanidad que la haga menos idiota y más persona, o su futuro como viejo será horrible. Desde el nomadismo homeland hasta  morirse debajo de un puente o en el banco de un parque, quemándose a lo bonzo o pegándose un tiro delante del Parlamento de su país, como el pensionista griego que se suicidó hace unos días porque se negaba a vivir saqueando contenedores después de una vida de trabajo y llegado a una vejez indigna. 

A eso estamos aproximándonos vertiginosamente con la cacosofía neocon y sus abanderados, como doña Largade. 
Por cierto, qué curioso apellido, porque ya desde el latín ,     lacerta-ae,  -lagarta- es el origen de la palabra  lagarde y en las dos palabras, sólo hay dos letras de diferencia; las dos consonantes de la misma familia, la d y la t son interdentales; la una, la d, sonora, la otra, t, sorda. Nada es por casualidad. Tampoco la sordera de la T, que es una cruz. Los símbolos son el alfabeto de la historia. Sólo hay que aprender a leer su lenguaje.
¿Quién no recuerda aquella serie de televisión en que una especie de lagartos gigantes se apoderaba del Planeta? Sí, aquellos que ocultaban su rostro reptiliano tras una máscara. Se iban introduciendo en todas partes, hasta llegar a las más altas esferas y de repente se apoderaban de todo. Y convertían a los humanos en sus esclavos y en su alimento. No sé si aquella serie fue una metáfora o una profecía, -como lo fue 1984 de George Orwell-  pero visto lo que estamos viendo, cada vez se parece más a la visión premonitoria de un futuro que cada día, por desgracia y como no lo remediemos entre todos,  está más cerca de ser el presente. 

Christine Lagarde (lagarta) -hasta su físico y sus rasgos tienen un cierto aire lagarteril- no da puntada sin hilo. Forma parte del programa de reducción de los humanos a la animalidad mecánica de la esclavitud. Es como en el relato de Perrault. Doña Lagarde, bajo el aspecto de abuelita inofensiva en realidad es el lobo que se va a zampar a la ilusa Caperucita, que le lleva el queso, el pastel y la jarrita de miel, que son la deuda eterna e impagable y los rescates-fraude, de lo que el viento se lleva de paraiso en paraiso, fiscal, por supuesto.
La especie humana se les está desmadrando; la cibernética que prometía someterla, controlarla, atarla corto y alienarla por completo ha resultado una bomba de relojería para despertar lo más peligroso: la consciencia individual y social, al mismo tiempo. Por eso en lagartilandia deben darse prisa. El poder reptiliano es eficaz sólo en el anonimato, en el camouflage, en la mímesis de la "normalidad" por la supervivencia. Hay que reducir, recortar. Pero no el consumo ni la irracionalidad, ni los precios ni el despilfarro, sino el sueldo de los trabajadores, su dignidad, su futuro, sus derechos, su trabajo, y sus posibilidades de desarrollo evolutivo, su educación y su salud. Que se sometan por miedo a la precariedad. Que consuman mientras son consumidos. Y cuando ya no renten lo suficiente, pues, que se suiciden o que acepten de buen grado la eutanasia forzosa, primero con la jubilación a los 80, por ejemplo, con lo que trabajarían hasta caerse muertos y si se empeñan y resisten, con la inanición y el desahucio, por falta de pensiones de jubilación. 
Así, entre la mortalidad del tercer mundo por guerras, hambruna y epidemias provocadas, más la extinción de los viejetes del primer mundo, estará garantizado el control demográfico y el crecimiento del mercado hasta que el Planeta sea un desierto contaminado por los residuos y las materias primas se hayan agotado. Sin embargo eso no  será ningún problema,  para entonces los Lagarde/lagartos, ya habrán conseguido colonizar Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón y Quirón, sacar petróleo de los anillos y de las lunas de cada astro, ponerle toldos al sol para que no se vea demasiado lo que haya  y seguramente, con su acelerador de partículas mágico, hasta habrán conseguido hacerse con la ecuación que hace posible ese fenómeno desconocido, escurridizo y rarito, que los ignorantes se empeñan en llamar Dios, cuando sólo, de verdad, es un lagarto gigante, que está al servicio de su especie. Talmente, el dragón del Apocalipsis, que unido a la prostituta oligofrénica -la parte de humanidad deshumanizada que se traiciona a sí misma, vendiéndose a su propio destructor a cambio de abalorios y fiestuki- terminarán la función teatral del disparate cósmico con la pedorreta general de los despiertos, que les verán desaparecer y hacer mutis por el foro, sin violencia alguna. Simplemente porque no cabrán ya en el mundo nuevo. Donde el ego, al servicio del bien común, se habrá reducido tanto como la ambición y la crueldad. Por unas puertas tan sencillas, reducidas e inmateriales, no cabe tanto volumen.Una simple cuestión de espacios y ecología. De adaptación al nuevo medio. Será el epílogo del cuento mítico en que la serpiente arrastró al hombre, primero, fuera del paraíso de su conciencia y luego, a la extinción.  Como los grandes reptiles. Es que no aprenden...
Es posible que la Biblia, como Orwell, no se haya inventado nada. Que simplemente haya auscultado la evidencia de una crónica anunciada en esa  bola de cristal que llamamos tiempo.

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