martes, 24 de abril de 2012

Nicanor Parra . y aparte

No tenía ni idea de quien es este poeta hasta que le han concedido el Premio Cervantes.
Es una elección que ha desconcertado a la crítica literaria de la españolidad, tan tiesa, sobrepuesta y poco dada a las sorpresas. No sé si por su falta de glamour y de fama o por la genialidad y la frescura de su obra. Personalmente, lo que he leído hasta ahora de su acervo poético me ha fascinado, enganchado y entusiasmado. Es el antiplasta poético. El anticuerpo del aburrimiento versificado. Su ingenio me recuerda un poco a las greguerías de Gomez de la Serna. Se lee sin más, como se ve caer la lluvia o se siente el viento moviendo el pelo con su peine de evidencias naturales como la vida misma. Humor. Ironía. Una ternura de ida sin vuelta, como su país: estrecha y larga a las orillas del Océano. Acariciante y rasposa de salitre y arena. Me conmueve y no sé porqué. Quizás sea el hilo invisible que le une a su hermana Violeta con las puntadas de lo cotidiano o la máquina del tiempo que me devuelve a los 17 después de vivir un siglo, sin ser sabio competente. Chi lo sa! Pero confieso que no me esperaba tanta libertad y tan buen humor en el jurado de un premio tan, tan, tan...campanudo? Sí. Eso mismo. Campanudo y repelente. 
Gracias, Nicanor Parra, por esa poesía sin pretensiones ni rimbombancias. Por lo transgresora que resulta tu maravillosa normalidad. Un beso desde España!




AUTORRETRATO

Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante: 
Soy profesor en un liceo obscuro, 
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales). 
¿Qué les dice mi cara abofeteada? 
¡Verdad que inspira lástima mirarme! 
Y qué les sugieren estos zapatos de cura 
Que envejecieron sin arte ni parte.

En materia de ojos, a tres metros 
No reconozco ni a mi propia madre. 
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases: 
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!

Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.

Nicanor Parra

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