El pasado domingo, día 15, Valencia volvió a la calle -a pesar de la semana pascuera y de la desinformación que embarulló la noticia de la convocatoria-; fue impresionante. Cuando llegué al núcleo de reunión habitual, la Plaza de san Agustín, había más policía que manifestantes. No porque hubiese mucha policía, sino porque los manifestantes éramos, realmente, cinco o seis, como reza el slogan humorístico de tantas manifestaciones : "Y luego direis que somos cinco o seis". Pues esta vez era verdad. Parecía que los recortes en sanidad no motivasen a nadie, ni a enfermos ni a sanitarios, ni a médicos, ni a farmacéuticos. Que las vacaciones de primavera podían más que la necesidad y la urgencia de soluciones o que la información no había sido la adecuada. La ciudad era un fantasma urbano. Vacía y silenciosa. Y la plaza marcada con la barrera del azul intermitente de las luces en los coches patrulla y las motos de policía. Parecía un paisaje onírico, más que un momento real.
Poco a poco los cinco o seis se fueron reproduciendo por las esporas raras de un magnetismo inesperado que llenaba las esquinas de la plaza de rostros sorprendidos enojosamente y de comentarios disgustados acerca de la exigua participación en un evento tan decisivo.
Tambores, xiulets, trompetas y flautas iniciaron su ritmo de pasacalle en el hueco del silencio; tímidamente un par de banderas sindicales. Por arte de magia, tres o cuatro pancartas caseras y pequeñitas: "menos monarquía y más ciudadanía", "los recortes, a las cortes", "no faltan hospitales ni recetas, nos sobran elefantes y escopetas", "esto ya no cuela, que pague la Zarzuela", en fin, una vez más, como en la evangélica multiplicación de los panes y los peces, sin saber como, nos fuimos multiplicando. Las ventanas de la calle San Vicente y del paseo de Mª Cristina se abrían por sorpresa, el grupo aumentaba sin cesar, en las ventanas aparecían sartenes y cacerolas animando la musicalidad callejera con sus percusiones indignadas.
Un grupo de participantes apareció con esa guillotina espectacular de la foto, que acompañó la marcha por el centro histórico, desde san Vicente, Mercado Central, Lonja, calle Murillo, calle Quart y Botánico, para terminar leyendo un comunicado para sordos y discapaces, delante de la sede del PP y su gaviota vestida de domingo y de prima de riesgo, coronada por el esplendor de YPF y el glamour premonitorio de Cristina von Desplume, la autora y cantante del tango "Repsolito Repsolito lo que te di te lo quito", haciendo un dúo maravilloso con nuestro "Rita Rita, lo que se da no se quita"; entre esa realidad cutre y transoceánica no hay distancias y aunque el bolero diga que la distancia es el olvido, la realidad dice lo contrario. A veces la distancia nos hace recuperar la memoria a base de collejas telebanco-transportadas.
Tambores, xiulets, trompetas y flautas iniciaron su ritmo de pasacalle en el hueco del silencio; tímidamente un par de banderas sindicales. Por arte de magia, tres o cuatro pancartas caseras y pequeñitas: "menos monarquía y más ciudadanía", "los recortes, a las cortes", "no faltan hospitales ni recetas, nos sobran elefantes y escopetas", "esto ya no cuela, que pague la Zarzuela", en fin, una vez más, como en la evangélica multiplicación de los panes y los peces, sin saber como, nos fuimos multiplicando. Las ventanas de la calle San Vicente y del paseo de Mª Cristina se abrían por sorpresa, el grupo aumentaba sin cesar, en las ventanas aparecían sartenes y cacerolas animando la musicalidad callejera con sus percusiones indignadas.
Un grupo de participantes apareció con esa guillotina espectacular de la foto, que acompañó la marcha por el centro histórico, desde san Vicente, Mercado Central, Lonja, calle Murillo, calle Quart y Botánico, para terminar leyendo un comunicado para sordos y discapaces, delante de la sede del PP y su gaviota vestida de domingo y de prima de riesgo, coronada por el esplendor de YPF y el glamour premonitorio de Cristina von Desplume, la autora y cantante del tango "Repsolito Repsolito lo que te di te lo quito", haciendo un dúo maravilloso con nuestro "Rita Rita, lo que se da no se quita"; entre esa realidad cutre y transoceánica no hay distancias y aunque el bolero diga que la distancia es el olvido, la realidad dice lo contrario. A veces la distancia nos hace recuperar la memoria a base de collejas telebanco-transportadas.
Lo cierto es que delante de la sede gaviotera, ya éramos un par de cientos con superávit de "indignadanos" muy bien avenidos, divertidos y deseosos de seguir adelante con el proyecto del cambio social; la guillotina ante la puerta de PP produjo en la ppería vigilante el síndrome pánico y troglodita del mal fario paleolítico, el horror hostis, que se puede traducir literalmente como el horror al enemigo y castizamente como el canguelo o la jindama a las hostias, ambas cosas absolutamente injustificadas pero comprensibles, porque ya se sabe que "cree el faltón que todos son de su condición", y por ello presentó un suplicatorio de acojone y alejamiento del artefacto recortador, que los manifestantes, delicadamente, apartaron de la puerta y colocaron en la acera, más que nada por no asustar con la guillotina en casa del recortante.
Se cantaron a una voz los viejos himnos del pasado, en unas barricadas éticas y pacíficas que no necesitan ya la violencia ni atrincherarse en el improperio ni en los golpes; nuestra acción es pura conciencia que transforma una realidad miserable, en una solidaridad milagrosa. Cinco o seis, en más o menos trescientos, en cosa de una media hora. El victimismo de los aplastados, en el entusiasmo creador de los invencibles. La conciencia social iluminando la desvergüenza económica y política. Un verdadero milagro de la evolución. De la ecología del alma humana. Del único modo razonable, inteligente, solidario y respetuoso, de salvar lo que queda de lucidez y salud psicoemotiva en el país, en el continente y en el Planeta.
Una manifestante me comentaba el milagro del 15M, nacido de la misma mano que la "primavera árabe" para arruinar en las urnas al PSOE con la abstención -todo el mundo sabe que es la izquierda, mucho más consciente y crítica que disciplinada por el pensamiento único la que se abstiene de votar si su conciencia se lo impide, no así la derecha irreflexiva y gregaria del voto "útil" a piñón fijo- y sin embargo transformado en un camino de salida hacia el futuro mientras recoge los escombros del PP. Hay que ver cuántas vueltas da la vida, dijo la enfermera resistente junto a su marido médico de la misma pasta, con sus cuarenta años de servicio hospitalario a las espaldas, y una sonrisa llena de esperanza en este presente que está diseñando un futuro muy distinto. Afortunadamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario