sábado, 7 de abril de 2012

UNA NOTA DE HUMOR NEGRO














El obispo Juan Antonio Reig, ayer, durante la misa del viernes santo.


Hé aquí a un católico ferviente. Ejemplar. Un paradigma de moralidad y de rectitud ortopédica para almas descarriadas, torcidas, con escoliosis, o a punto de descarriarse en el tiovivo de la existencia. He leído que es el "sonseñor avispo" de Alcalá de Henares.  No, no es una errata, no. Digo "sonseñor", porque no lo considero "mon"-señor, o sea "miseñor", sino, en todo caso, señor de sí mismo, si es que ha conseguido ese nivel, que no parece muy probable dado el talante de sus discursos y ese confundir las témporas con los cuartos traseros y las banderolas de la feligresía; "monseñor" es como se llama a estos jerarcas cuando se pronuncia su condición profesional, dándoles con ello un derecho de perna-mitra que se les ha subido hasta el solideo escondido debajo del tocado, como un forro protector contra cualquier idea ajena a la majada del dogma y a la grey siempre obediente y fervorosa. Tampoco he querido decir "obispo", sino avispo, por el ácido fómico de su aguijón predicador contra homosexuales, según él, prostitutos viciosos que se encuentran con el infierno en cuanto pisan locales sólo para hombres ¿y qué son un seminario diocesano o un convento, sino un enormes locales sólo para hombres?; también hay en su discurso reparto de beneficios para mujeres díscolas y poco resignadas a su suerte e hijos de padres divorciados, sin columna vertebral que les sostenga, tal y como están las cosas ahora para ayudas a lisiados, para muletas, andadores y sillitas de ruedas, con tanto recorte a cargo de su vanguardia PPera, tan devota y cumplidora de todo mandamiento que implique censura y tan poco dispuesta a cumplir los preceptos de la compasión humanitaria, que para eso ya están los socialistas manirrotos y las ONGs fundadas por masones, como los boys scouts de Baden Powell. Esto sí que es un pastor que seguramente tiene un rebaño muy numeroso y muy fiel a su vara y a sus perros ovejeros. Y además con la ocasión estupenda de dar su homilía de Viernes Santo por la 2 de tve. Pagadito con nuestros impuestos y con los de los divorciados ateos, de las abortistas asesinas y de  los homosexuales vergonzantes y enfermos. ¡Si lo  sabrá él de buena tinta! 

Miremos bien la estampa, el gesto, la mirada, el atuendo escarlata y oro, el cucurucho en forma de servilleta, el báculo del pastoreo, el trono mayestático y repasemos su mensaje. 
Ahora imaginemos que somos de otro planeta, de otro mundo inocente, libre de ideas y estereotipos prefijados. Que no hemos oído jamás hablar de dogmas de fe, que venimos de un ambiente donde todo el mundo se respeta y nadie juzga las relaciones personales ni familiares de los demás. De un mundo donde la gente se ayuda mutuamente, no porque sean del mismo club social, sino porque se reconocen de la misma condición. En este caso: humana. Donde importa mucho más lo que se es que lo que se aparenta, donde un célibe no se atreve a dar consejos a un casado ni a nadie que se empareje; se supone que un célibe por vocación no sabe nada de sexo, ni de relaciones matrimoniales, ni de problemas conyugales, ni de educar unos hijos que nunca ha tenido ni tendrá, dados sus votos perpetuos de castidad, ni tampoco de relaciones homosexuales, porque ese célibe como es puro e inmaculado, se dedica a otra cosa, teóricamente, a contemplar la grandeza y la misericordia de un Dios difuminado al que dice adorar y que al parecer le ha ordenado "amar al prójimo como a sí mismo" y "no juzgar ni condenar" para no ser juzgado ni condenado. 
Nos quedaríamos a cuadros y en estado de shock y tratando de volver a nuestro lejano planeta inmediatamente.
Qué paradoja, ¿verdad?, sentirnos extraterrestres ante un marciano, que pertenece a una minoría que vive de nuestros impuestos, justo, para ponernos a parir, meterse en nuestra intimidad, mientras nos hace pagar su vestuario y su colección de disfraces, sus coches y palacios, sus catedrales y basílicas, sus procesiones y festejos, las visitas de su jefazo máximo...Pues esa marcianada es lo que ya no se sostiene, lo que nada tiene que ver con la vida real, donde está Dios de verdad, sin juzgar ni atacar ni humillar. Donde no se pueden camuflar la injusticia, los robos y abusos que arruinan a casi todos y protegen a la minoría desvergonzada y abducida por la pela, cuyas barbaridades , esos marcianos nunca nunca ven ni juzgan ni condenan, porque ambos se retroalimentan. ¿Quién ha oído a algún sonseñor con su traje de luces escarlata y oro, decir al Rey que no ampare al yerno delincuente y a la hija cómplice y que les haga devolver el pastón que se han embolsado del erario público? ¿Quién ha oído o visto algún signo de los señores "avispos" para pedir justicia en los casos de corrupción que han dejado en la calle a los parados,  a los enfermos y discapaces bajo mínimos y a los niños con la escuela al borde del precipicio, mientras se gastan los dineros de los comedores en contratar monitores para las actividades extraescolares, sólo para boicotear la resistencia de los docentes y padres que protestan? Exceptuando el comunicado del  "avispado" de Ciudad Real, seguramente para lavarse las manos estilo Pilatos, después de dejar en la calle, en septiembre del año pasado, a una familia de nueve miembros porque no podían pagar el alquiler de una de sus casas, que, para más inri, ni siquiera pagan el IBI, ninguno más, que se sepa, ha abierto la boca ni el teclado para denunciar la barbarie social a que este país está sometido. Sólo para condenar el rollo sexo-parejil mientras esconden pedófilos en todos los armarios imaginables, para que la justicia "pagana"( en todos los sentidos, porque les paga todo) no pueda meter mano en su "derecho canónico". Mirando con lupa la mota de polvo en el hombro ajeno e ignorando con más morro que espalda, no ya la viga,  sino la factoría de vigas, que ellos mismos llevan encima.
Ya les vale, sonseñores avispos, con su esterilidad avispera, ustedes que pretendieron en tiempos remotos ser abejas laboriosas al servicio de Dios. No saben recoger polen, ni hacer miel ni cera ni propoleo. No  son ni chicha ni limoná, ni carne ni pescado. Sólo hacen ruido, trapichean con los poderes de este mundo, molestan, aguijonean, pican y en ello terminan. Como las avispas.
Este esperpento sería divertido si lo hiciese Xavi Castillo convertido en uno de sus very- wevos. Pero así, simplemente, es vergonzoso. Y patético.






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