sábado, 7 de abril de 2012

DIFERENCIAS ABISMALES

Hay una tendencia europea a igualar los países por zonas, a considerar, por ejemplo, que todo el arco mediterráneo sufre del mismo mal: la corrupción descontrolada. A simple vista puede parecer a sí, pero analizando y observando los acontecimientos, podemos comprobar que es una deformación del grosso modo. Una falta de realismo y una ignorancia de historia social comparada.

Sin ir más lejos, en Italia se acaba de descubrir un caso de corrupción al más alto nivel en la Lega Padana, el partido del esperpéntico Bossi, socio imprescindible del impresentable Berlusconi. Dios los cría y ellos se juntan para montarse un trust de beneficios a costa del poder demagógico que consiguen. Las escuchas de la policía judicial han sido la llave que ha abierto la caja de los truenos. La independencia del poder judicial es auténtica  y admirable en Italia. Gracias a ella los ciudadanos pueden librarse de la masa corrupta que amenaza la vida ciudadana y la ética necesaria. Un juez como Di Pietro puso en marcha la campaña de Mani Pulite que destapó la basura y los contubernios que asfixiaban en los años 80 al Bel Paese y ahora la justicia ha podido procesar a Berlusconi y desenmascarar lo que esconde el provincianismo troglodita de Bossi y su partida de aprovechados, empezando por su número dos en el partido y terminando en su propia familia.

Saltando el mar y aterrizando en Valencia, por ejemplo, encontramos otra Padania asilvestrada bajo la gaviota del PP más atávico y palurdo de toda la geografía peninsular. Con corrupciones y abismos de indecencia incomensurables. Un nido de podredumbre sin parangón, creador y sostenedor de una trama mafiosa, la gürtel, que el juez Garzón seguía paso a paso para poder destapar las dimensiones del tremendo iceberg oculto en las aguas profundas de una indecencia inimaginable. Pues bien, las mismas escuchas de la policía judicial, que salvan a los italianos de las garras mafiosas de la política y pueden apartar del poder a los delincuentes que aprovechan sus cargos para forrarse, especular, comprar voluntades y chantejear, en España se convierten en delito de "forma" y consiguen que la imputación recaiga en el juez investigador que es expulsado de la carrera judicial, mientras los convictos por corrupción se absuelven y continúan ocupando un lugar notable en su partido, en el parlamento autonómico, en el ayuntamiento y en la diputación. 

No. No son iguales todos los países mediterráneos. Los hay medianamente corruptos, bastante corruptos y tan corruptos que ya no les queda ni una sola institución sin corromper y ese estado de toxicidad ha conseguido que una parte militante y beligerante de la sociedad ni siquiera perciba el hedor a podrido de tanta corrupción. Y que quienes lo perciben se abstengan de votar "porque todos son iguales" según proclama la propia demagogia corruptora que se ha instalado en el alma del pueblo sembrando una pérdida total de valores y un instinto puertohurraco político-suicida. Y ese país es España. No todo el arco mediterráneo sufre el mismo grado de corrupción. Las dictaduras que se camuflan por miedo en hipócritas transiciones irreales son el tejido conjuntivo de la falsa democracia. Pobre España. Tan valiente y tan estúpida. Con tanto ruido y tan pocas nueces.

Sin embargo, no está todo perdido, porque además de la  fe en el futuro y la esperanza , además de la vida y el empeño, nos queda la indignación creadora, el bien hecho poesía y existencia y como a los poetas, nos queda la verdad en asamblea y decisiones, nos queda el despertar...

Me queda la palabra

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

                    Blas de Otero

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