Hoy descubro un libro sobre nuestra crisis. Lo han escrito dos ex-asesores del gobierno de Zapatero. El título pregunta, como en el chiste del ladrón cuando le para la Guardia Civil con un lechoncito en un hombro: "¿Qué nos ha pasado? El fallo de un país". Según resume Iñaki Gabilondo, el libro trata de analizar las causas profundas del pésimo momento económico por el que pasamos y se quejan los autores de que no haya estructuras modernas, ni una base sólida para levantar el nivel de la economía como en el del resto de Europa. Hasta ahí, la observación obvia corresponde a lo que ve todo el mundo. Pero resulta de un cinismo patético que lo escriban dos "enterados", dos torres vigías y cuatro ojos clínicos del asunto económico, que, para más inri, han estado nada menos que asesorando al gobienno de Ehpaña. O sea que está clarísimo. El fallo de un país es tener tan poca inteligencia como para permitir que individuos con tantas oportunidades de cambiar las cosas, debido a sus carreras maravillosas y escalada política estupenda, acaben por escribir algo así y, además, después de haber fracasado estrepitosamente, tengan la desfachatez de hacer un negocio editorial, ya que el político les ha salido por la tangente, aplicando a la sociedad española el mochuelo de su inutilidad en comandita con la inutilidad de los que les permitieron llegar a donde llegaron, pagándoles un pastón por sus asesorías desastrosas.
Ya es mucha cara dura vender la mala conciencia de ese "¿qué nos ha pasado?", una cuestión precisamente de los que no han sabido ver ni gestionar. O sea, de ellos mismos. Pero que además añadan que es "el fallo de un país", es el recolmo. Un país no falla en bloque. Si se está manteniendo todavía en pie es porque queda gente que no falla, que sigue esforzándose en ir a su trabajo, en mantener su pequeña empresa, en atender con responsabilidad a quienes lo están pasando peor por recortes indecentes, a quienes siguen pagando impuestos y no evaden ni un euro, a quienes no pierden la esperanza, se quitan los anillos y se remangan, a quienes no les importa ponerse a vender bocadillos siendo ingenieros o a limpiar cristales siendo psicólogos o a unirse en cooperativas de horticultura, de enseñanza o de guarderías, o de tiendas de ropa reciclada o talleres de reparación de bicicletas. ¿Cómo se puede tener el descaro de echar sobre la espalda de un país la inutilidad de uno mismo, que en su momento tuvo la oportunidad de cambiar tantas cosas y sólo se ocupó de trepar y ganar un dineral por aconsejar estupideces? Si hubiesen asesorado con inteligencia y lucidez, si hubiesen sido honestos reconociendo que no tenían ni idea de la importancia del problema, el resultado no hubiese sido éste. ¿Quién le dijo al gobierno socialista en el 2007 y 2008 que no había que preocuparse por la crisis? ¿El país "fracasado"? ¿O los asesores del fracaso ?
Posiblemente sí que haya una "culpa" general; una pésima educación en valores. Una garrulería institucional falta de lucidez que cree que modernizar un país pasa porque los niños sustituyan en las escuelas los libros y cuadernos por el ordenador. Que pasa por no valorar la ética y ponerla como una práctica tan importante como las matemáticas, el inglés o la cibernética y sustituirla por una religión llena de dogmas y acomodada al poder y a las costumbres de la comodidad sin conciencia, que permite la pederastia de los religiosos con su derecho canónico, que se les pague por concordato y se les exima de impuestos como el IBI, se les permita alterar el país entero con las visitas de su lider religioso, que por cierto las pagan todos a precio de Hollywood.
Esa garrulería no sólo se queda impresa en lo ético, bloquea también la lucidez, porque no enseña a pensar, ya que ella misma es el obstáculo, sino a deglutir información. No enseña a discernir, a analizar ni a asociar. Tampoco enseña el proceso de la síntesis, de las causas y de las consecuencias de las propias acciones y omisiones. Lo aparca todo en la memoria y en el adiestarmiento de habilidades rudimentarias para que la trepa social, la competitividad, la vanidad fatua y al avaricia sean los "ideales" por los que se mueva la sociedad. Al mismo nivel "consciente" del Paleolítico. Y de esas arenas tenemos estas dunas y estos lodazales, donde a quienes debería caérseles la cara de vergüenza por su inutilidad y su falta de base real, sólo se les ocurre sacar beneficio hasta de la exhibición de su fiasco al cargo de unas tareas que, a la vista está, les superaban con creces.
Esa garrulería no sólo se queda impresa en lo ético, bloquea también la lucidez, porque no enseña a pensar, ya que ella misma es el obstáculo, sino a deglutir información. No enseña a discernir, a analizar ni a asociar. Tampoco enseña el proceso de la síntesis, de las causas y de las consecuencias de las propias acciones y omisiones. Lo aparca todo en la memoria y en el adiestarmiento de habilidades rudimentarias para que la trepa social, la competitividad, la vanidad fatua y al avaricia sean los "ideales" por los que se mueva la sociedad. Al mismo nivel "consciente" del Paleolítico. Y de esas arenas tenemos estas dunas y estos lodazales, donde a quienes debería caérseles la cara de vergüenza por su inutilidad y su falta de base real, sólo se les ocurre sacar beneficio hasta de la exhibición de su fiasco al cargo de unas tareas que, a la vista está, les superaban con creces.
Los países no fallan. Fallan los gobiernos y los sistemas inadecuados que esos gobiernos no tienen la inteligencia ni el valor de reformar, de poner al día cuando les llega la oportunidad. No sólo para estar "a la moda y a la altura" de todos lo demás países, sino, sobre todo, para evolucionar como sociedad y para estar al nivel que requiere la evolución de algo mucho más importante que la "modernidad": la conciencia tanto individual como social. Esa conciencia es la que debe regular y adaptar las instituciones para ponerlas al servicio del hombre y no para que sea el hombre el esclavo de lo que se ha inventado, en teoría, para ayudarle a ser más libre, más consciente y más feliz. Más responsable y solidario. Pero esos gobiernos "profesionales" son los que tienen todavía la idea absolutista del poder, disfrazada de democracia y apaño, que no es lo mismo que debate y pacto. Y están nutriéndose de la basura de ese sistema ¿Cómo, si no, puede explicarse que todavía tengamos una monarquía bochornosa y ruinosa, que todos querrían, -en petit comitè-, que desapareciese, pero no se atreven a decirlo en público ni a trabajar para que ese estado de injusticia termine? Si los ciudadanos ya están hartos de reclamarlo ¿qué clase de políticos hay que todavía se hacen los suecos? ¿Qué esperan, la toma de la Zarzuela, los jacobinos y la guillotina? Por favor, ya vale. ¿Quién falla, señores asesores, analistas sobrados y enterados: un país que ve y sufre lo que hay, ustedes los sastres "listillos" diseñando el modelito o el emperador con su traje invisible, en purititos cueros? ¿ o a caso el fallo del cortacircuitos general, podría consistir cooperativamente en que las editoriales -afectadas por la misma carencia de visión- se rebajen a publicar lo primero que les llega con visos de best seller oportunista sin reflexionar acerca del sentimiento ético y su responsabilidad?
Los medios aparentemente críticos con el sistema corrupto, forman parte del propio sistema, en lo que Chomsky llama la fabricación del consentimiento. Es la perversión de la información. La anestesia local del despertar. La que confunde. La que en dosis homeopáticas va filtrando la percepción de la realidad y la modela a su aire, para sacar la sempiterna tajada servil al poder, al obtener y al oprimir, fingiendo libertad. Lo único que nos queda por descubrir es si esa actitud es consciente y voluntaria o simplemente automática. Inconsciente y robótica.
Todo sistema que se empeñe en poner parches a la descomposición natural de esta desgracia contra natura que hemos dado en llamar estado de bienestar , basado en esquilmar y depredar sin aprender a reciclar, a reponer, a rehabilitar, a compartir en vez de acumular, a dar vida en vez de matar para hacer negocio con los cadáveres de la civilización, no tiene arreglo posible. Durante siglos ha estado cada vez más enfermo y a esa enfermedad se le ha llamado "progreso" y a los que la denunciaban se les llamaba locos y terroristas ideológicos. Ahora, al gobalizar las pequeñas hecatombes particulares, el mapa de salubridad mundial, descubre que ese sistema está globalmente muerto. Y es autor de muerte social y ecológica. Unos economistas y sociólogos que estando en contacto con el estudio y la observación del movimiento de los recursos mundiales no se dan cuenta de lo que pasa, son inútiles y no merecen el más mínimo crédito.
Todo sistema que se empeñe en poner parches a la descomposición natural de esta desgracia contra natura que hemos dado en llamar estado de bienestar , basado en esquilmar y depredar sin aprender a reciclar, a reponer, a rehabilitar, a compartir en vez de acumular, a dar vida en vez de matar para hacer negocio con los cadáveres de la civilización, no tiene arreglo posible. Durante siglos ha estado cada vez más enfermo y a esa enfermedad se le ha llamado "progreso" y a los que la denunciaban se les llamaba locos y terroristas ideológicos. Ahora, al gobalizar las pequeñas hecatombes particulares, el mapa de salubridad mundial, descubre que ese sistema está globalmente muerto. Y es autor de muerte social y ecológica. Unos economistas y sociólogos que estando en contacto con el estudio y la observación del movimiento de los recursos mundiales no se dan cuenta de lo que pasa, son inútiles y no merecen el más mínimo crédito.
Un país, una EU, un mundo, con una crisis del calibre que estamos soportando no necesita las basuras de las malas conciencias gestoras que tratan de repartir y diluir su responsabilidad en la masa del conjunto, en vez de elaborar métodos para el cambio de conciencia local y global, necesitan, simplemente, lo que están tratando de hacer. Despertar para poder liberararse de tanto peso muerto.
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