(Extracto de una noticia aparecida en el periódico El Mundo)
El delirio de los políticos. El poder no está en manos del más capaz, pero quien lo ostenta cree que sí y empieza a comportarse de forma narcisista.
El ex político británico y neurólogo David Owen analiza el llamado ’síndrome Hubris’, un trastorno común entre los gobernantes que llevan tiempo en el poder.
El ‘Hybris’ es un problema que no está caracterizado como tal por la medicina, pero que tiene síntomas fácilmente reconocibles, entre los que destacan una exagerada confianza en sí mismos, desprecio por los consejos de quienes les rodean y alejamiento progresivo de la realidad.
“Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder termina afectando a la mente”, explica Lord Owen, que ha recogido en su nuevo libro ”En la enfermedad y en el poder’ las conclusiones de seis años de estudio del cerebro de los líderes políticos. “El poder intoxica tanto que termina afectando al juicio de los dirigentes”, afirma.
“Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder termina afectando a la mente”, explica Lord Owen, que ha recogido en su nuevo libro ”En la enfermedad y en el poder’ las conclusiones de seis años de estudio del cerebro de los líderes políticos. “El poder intoxica tanto que termina afectando al juicio de los dirigentes”, afirma.
Llega un momento en que quienes gobiernan dejan de escuchar, se vuelven imprudentes y toman decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son las correctas. Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación y seguirán pensando en su buen hacer. El ejemplo más reciente es la guerra de Irak, pero hay muchos en la historia…
El psiquiatra Manuel Franco, jefe de Servicio del Complejo Asistencial de Zamora, explica lo que pasa con los líderes políticos.
“Una persona más o menos normal se mete en política y de repente alcanza el poder o un cargo importante. Internamente tiene un principio de duda sobre si realmente tiene capacidad para ello. Pero pronto surge la legión de incondicionales que le felicitan y reconocen su valía. Poco a poco, la primera duda sobre su capacidad se transforma y empieza a pensar que está ahí por méritos propios. Todo el mundo quiere saludarle, hablar con él, recibe halagos de belleza, inteligencia… y hasta liga”.
Esta es sólo una primera fase. Pronto se da un paso más “en el que ya no se le dice lo que hace bien, sino que menos mal que estaba allí para solucionarlo y es entonces cuando se entra en la ideación megalomaniaca, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse insustituible”. Para el doctor Franco, es entonces cuando los políticos “comienzan a realizar planes estratégicos para 20 años como si ellos fueran a estar todo ese tiempo, a hacer obras faraónicas o a dar conferencias de un tema que desconocen”.
Pero no queda aquí la cosa. Tras un tiempo en el poder, los afectados por el ‘Hybris’ padecen lo que psicopatológicamente se llama ‘desarrollo paranoide’. “Todo el que se opone a él o a sus ideas son enemigos personales, que responden a envidias. Puede llegar incluso a la ‘paranoia o trastorno delirante’, que consiste en sospechar de todo el mundo que le haga una mínima crítica y a, progresivamente, aislarse más de la sociedad. Y, así, hasta el cese o pérdida de las elecciones, donde viene el batacazo y se desarrolla un cuadro depresivo ante una situación que no comprende”, concluye Franco.
Este problema es antiguo, aunque ha evolucionado con el tiempo. Fueron los griegos los primeros que utilizaron la palabra ‘Hybris’ para definir al héroe que lograba la gloria y ‘borracho’ de éxito se empezaba a comportar como un Dios, capaz de cualquier cosa. Este sentimiento le llevaba a cometer un error tras otro. Como castigo al ‘Hybris’ está la ‘Nemesis’, la "venganza" de los dioses que devuelve a la persona a la realidad a través de un fracaso.
Existen algunos factores que predisponen más a desarrollar este comportamiento. Para el psiquiatra Manuel Franco, el principal factor de riesgo es ser varón, ya que “los hombres son muy sensibles al halago y al reconocimiento y toleran mal la frustración”, aunque también contribuye tener “una baja capacidad intelectiva”.
El hecho de que este síndrome sea tan común en política se debe, según este experto, a que “en otros ámbitos es más frecuente que el que esté arriba sea el más capaz, pero en política no es así, porque los ascensos van más ligados a fidelidades. El poder no está en manos del más capaz, pero quien lo ostenta cree que sí y empieza a comportarse de forma narcisista”.
“Es difícil tratarlo o evitarlo, sobre todo porque quien lo padece no tiene conciencia de ello”.
“Es difícil tratarlo o evitarlo, sobre todo porque quien lo padece no tiene conciencia de ello”.
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Después de leer este artículo queda clarísimo que el único modo de que los políticos no se desmadren y no pierdan el sentido de la realidad, es que los ciudadanos participen, critiquen en positivo y exijan a sus representantes que sean eso, representantes de la ciudadanía, no dictadores egocéntricos. Ni salvadores de la patria, ni jerifaltes vitalicios, ni corruptos profesionales a costa del erario público. La democracia real participativa es el mejor tratamiento preventivo que los políticos deben considerar como la mejor medicina para evitarles paranoias, megalomanías, manías persecutorias, cleptomanías, delirios de poder y complejos napoleónicos e imperialistas.
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