Acabo de ver a toda página el anuncio a bombo platillo de sus disculpas por el "sucedido" del elefante, como diría Mingote. Se aceptan. Más que nada por humanidad respetuosa, no por realeza ni nada parecido, sino debida a la vergüenza ajena que produce la visión de un anciano caprichoso y solemne metepatas que sin pizca de sentido común ha llegado a la ancianidad, sin salir del parvulario, como aquel hombre de casino provinciano que describe el poema de Don Antonio Machado que "no es un fruto maduro ni podrido, es una fruta vana, de aquella España que pasó y no ha sido". Una pena, señor majestad. Una real pena y una pena real.
Que se le acepte la disculpa, suponemos que no espontánea ni voluntaria sino forzada, no significa para nada que aquí no haya un antes y un después en ese punto álgido de su enésima escapatoria fiestuki-dependiente. Quien hace lo que usted ha hecho y en el momento en que lo ha hecho, ocupando el puesto que ocupa, no recupera el sentido común en tres días. Ni puede crear de la nada la humildad sufuciente para reconocer el daño que ha causado a sus conciudadanos, a los que usted todavía contempla despectivamente como súbditos, sin reparar en el detalle de que son su fuente de recursos. De que usted, su numerosa familia, sus yernos imponderables y demás adherencias, se amparan en su cargo institucional a costa de todos nosotros. Una vida semejante, al menos, debería ser compensada con una conducta moral irreprochable; usted ya sabe cuanto ha tenido la prensa que alabar hiperbólicamente su gesto del 23F, -mucho más por supervivencia acojonada que por patriotismo responsable, visto lo visto-, para tapar y difuminar sus dislates, excesos y derroches escandalosos en excursiones irresponsables, deportes de riesgo, amantes variopintas que hemos pagado sin tener por qué, ya que manteníamos a su esposa, hijos, cuñados/as, hermanas, sobrinos, palacios de vacaciones, yates, motos, bodorrios reales, etc, etc...
¿Usted se ha parado a pensar en lo que cuesta un avión de emergencia para traerle de un safari desde África del Sur adonde usted se escapado porque le ha dado la real gana? ¿Usted ha pensado lo que ha costado su operación en un país en quiebra donde los pensionistas están condenados a una cola de espera de meses, para operarse de lo mismo que usted se ha hecho por diversión? ¿Usted se ha dado cuenta de la influencia sincrónica y nefasta que ha tenido "la trompa de su elefante" citada por la doña Fernández como argumento, en la pérdida de respeto internacional a España y el mazazo a las inversiones en Argentina y en Latinoamérica y que pasemos de la Alianza de Civilizaciones a ser el cachondeo mundial con usted y su corona como mascarón de proa? ¿ha pensado en su responsabilidad cómplice en la corrupción a la fuga de su yerno y su hija? Ya sospechamos que es muy posible que la justicia esté atada y bien atada de pies y manos, para que las cuentas cuadren y usted salve esa corona oscilante, y como dice El Roto, demasiado grande para tan poca cabeza. Pero aunque usted y su familia, escandalosamente, saliesen de rositas, lo que ya no se puede evitar es que esta ciudadanía haya empezado desde hace tiempo a sentir por usted lo mismo que usted siente por ella. Hartura y desinterés irritante. Desconfianza y malestar. Incomodidad de vivir haciendo el primo mantenedor de riesgos sin sentido y añadiendo unas ganas inmensas de que España se convierta, por fin, en una digna y democrática república, libre de pesos muertos y de dinastías basadas en el pedigrí de una tradición anacrónica, donde no se es rey o reina por la capacidad, la inteligencia y las virtudes humanas imprescindibles demostradas, sino por el puesto sucesorio que se ocupa en una lista. Aunque uno sea retrasado mental, deficiente emotivo o sociópata irresponsable. ¿Qué me dice de Carlos II el hechizado, su último ancestro Austria o de Felipe V de Anjou su primer ancestro Borbón, enfermo mental y padre de enfermos mentales que le sucedieron hasta llegar a Carlos III, el único presentable? ¿Y qué me dice del cuadro de Goya en que se retrata a la familia de Carlos IV, otro de sus tatarabuelos, que más parece un scanner del Cottolengo en un día de carnaval? Todo eso es nada ante la bicoca sucesoria, e incluso se prefiere un heredero poco lúcido para poder manejarlo cómodamente desde el poder económico que es el más interesado en una monarquía chantajeable, maleable y dúctil al sonido de don dinero, que como dijo Quevedo convierte en listo al imbécil, en atractiva a la fea y al villano en caballero.
Mire don Borbón, por más excusas que pida usted ni por más milongas que nos cuenten la prensa domesticada y los políticos que se benefician corruptamente a la sombra de su trono, ya no es posible que la evolución de la sociedad dé marcha atrás, y no sólo desea que usted abdique, sino que directamente todos ustedes se marchen a donde quieran, pueden quedarse en cualquier punto de España, no hace falta que se exilien, ni que se les deje en la calle. Simplemente, trabajen en lo que sepan hacer y si no saben aprendan. Estudien de verdad, no un año en cada facultad, sino una carrera completa de lo que sea. Ustedes saben idiomas, tienen buena educación y conocen el protocolo de la reglas de urbanidad más exquisitas: pongan una academia de estilo y asesoría social para nuevos ricos. Hagan masters de relaciones públicas, abran un centro deportivo donde Urdangarín dé clases de balón mano. O un centro de tiro al blanco olímpico para colocar a Marichalar . O que Letizia dé cursos de como convertir a una periodista de éxito en Barbie princesa. Ganen un sueldo como todo el mundo, con el sudor de su frente y no con el sudor de la frente del prójimo ni con los chanchullos de las comunidades autónomas corruptas del PP. Aprendan a ser personas reales y olvidense de ser irreales personajes inútiles y al servicio de la involución. Una vez estudiados, doctorados y pulidos por la verdadera responsabilidad de la vida normal, del estudio y la práctica de lo humano en primera persona, seguro que su hijo Felipe podría llegar a ser un estupendo presidente de la III República Democrática Española. Tiene cualidades, se le ve mucho más despierto y menos embotado que a cualquiera de ustedes: Seguro que el también estaría encantado de salir de la jaula dinástica y de demostrarse a sí mismo lo que es capaz de hacer un hombre sano, libre, buena gente y despierto.
Le aseguro que nadie quiere hacerles daño, sólo y simplemente la sociedad ya no quiere ni está dispuesta a mantener una colonia de parásitos que ha hecho de su parasitismo su modus vivendi. No es más que eso. Ánimo, don majestad, seguro que si pone en ello tanto empeño como en matar elefantes, partirse en dos esquiando o cazando y navegar en el Bribón (no hay casualidades ni en los nombres, ¿verdad, don Juancar?), la cosa les irá de cine. Con tanto glamour, serán irresistibles. Seguro. Y tan naturales que hasta darían el pego, por lo menos en un par de generaciones de darwiniana adaptación al medio, como si fuesen normales.
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