domingo, 15 de abril de 2012

A QUIEN CORRESPONDA

No voy a dirigirme a alguien a quien pago para que me represente y lo hace fatal. Ya nos ha dado suficientes pruebas de su incapacidad para representar a nadie y del desprecio, de la real falta de respeto que siente por cualquier signo de compromiso con la ética y el civismo, de los que debería ser un paradigma. Por eso, no me dirijo a él. Si en 37 años no ha desarrollado la capacidad suficiente para pensar en las consecuencias de sus actos, es inútil decirle nada más a estas alturas. 

Me estoy dirigiendo a mi pueblo, a mi gente, a la conciencia de mi país, a los intermediarios que trabajan entre la ciudadanía y los asuntos administrativos. A los trabajadores que, igual que el ciudadano que debería desempeñar su función de Jefe del Estado, han sido designados por un consenso, para gestionar y ejercer las funciones por delegación y no por poder absoluto.
A esa conciencia apelo y en su despertar confío. A ver, como contempla la reforma laboral del PP el caso que sufrimos ahora: un trabajador mantenido por todos, se pira del trabajo irresponsablemente sin pedir permiso y en los peores momentos de la empresa; se va de safari gastando una millonada de un patrimonio que le mantiene y del que no es dueño y señor, a cepillarse el tesoro ecológico de la humanidad, asesinando animales en peligro de extinción y además se parte en dos y se pilla una baja por "enfermedad" y encima ya se le ha pasado hasta la edad de jubilación ¿Qué decidiría la magistratura del trabajo en este caso? ¿No son TODOS LOS ESPAÑOLES IGUALES ANTE LA LEY EN DERECHOS Y DEBERES? Entonces el ciudadano en cuestión que no es igual a todos los ciudadanos del país al que pretendidamente sirve, ya que elude la responsabilidad más elemental que por su cargo debería ser sagrada para él, o es de Marte y por eso no debe ocupar la jefatura de un Estado en un planeta que no es el suyo, o si es un ciudadano verdadero, debe dejar inmediatamente de ocupar el cargo que ostenta y no ejerce, porque ha infringido y vulnerado el código moral y administrativo y el sentido básico  constitucional, que le hace igual a todos. 
Ahora, si a este pueblo, a esta ciudadanía, le queda un mínimo de sentido común, tiene la obligación moral y cívica de exigir que ese ciudadano de ningún sitio deje el cargo que no es capaz de desempeñar. Y ya basta de ponerle laureles por un 23 F, en el que sólo fue un peón más del engranaje. No tomó ninguna decisión, hizo lo que le dijeron que hiciese. Leyó lo que le escribieron. Y obedeció como un parvulito al CNI (Centro Nacional de Inteligencia, o sea, el espionaje estatal) , porque sobre todo le interesaba más que a nadie no perder el trabajo y no irse al exilio como su abuelo, su padre o su cuñado el ex rey de Grecia, con una mano delante y otra detrás. Mucho mejor pasar por todo con tal de quedarse y llenarse los bolsillos con el 0'9 % del PIB de los españoles en un cargo vitalicio y creando una falsa deuda de gratitud hacia su figura en la ciudadanía. Esa deuda de gratitud se le debe a Alfonso Armada, que se sacrificó profesionalmente para salvar la democracia y asumió el papel de "malo" en la comedia del 23 F. Fue él quien se ofreció para ser el cabeza de turco y mentir a los golpistas hasta hacer que se quitasen las máscaras y confiasen en él. Por lealtad a su país y por salvar una institución como la monarquía que era en aquel momento la única posibilidad disponible para vincular y aproximar los extremos de la política y crear un precedente democrático en un país sin tradición democrática, saliente de un régimen dictatorial que había barrido hasta la memoria de su propio origen ilegal y pirata, como es un golpe de estado militar a favor de una oligocracia antidemocrática que causó un millón de muertos en tres años y un estado permanente de miedo y de dolor reprimido durante cuatro décadas. ¿Nadie se ha preguntado por qué el general Armada siendo el hipotético motor del golpe, fue el "golpista" que menos condena ha tenido y el que salió primero de la prisión? ¿Qué menos que eso para pagar la lealtad de su servicio impagable? 
De todos modos, esa endeble democracia no se ha fortalecido de verdad en lo que toca a las instituciones, justo porque esta monarquía es un sistema anacrónico que en sí mismo no permite la libre elección del Jefe del Estado.Mientras tengamos monarquía estaremos disminuídos democráticamente, soportando lo que el heredero por disnastía, sea como sea, nos quiera imponer. Ya lo estamos viendo. ¿Por qué los reyes no dimiten ni abdican si sus facultades disminuidas visiblemente no les permiten ejercer dignamente su función y asumir los conflictos de sus familiares con la justicia y así ponen en entredicho la ética y la dignidad con su comportamiento cómplice? ¿Por qué consumen su poder hasta el último día, como los dictadores?

Si los políticos y los legisladores no se hacen eco de estas aberraciones y no ven la injusticia social que constituye este disparate anacrónico, van a tener que empezar a hacerlo quieran o no. Cuando los ciudadanos de un país empiezan a ser más civilizados, lúcidos, responsables y conscientes que sus gobernantes y dirigentes, está claro que todo el contexto social ha entrado en un proceso irreversible de cambio. Y si no lo hacen ellos unidos con los ciudadanos, será la misma historia la que dará el paso decisivo para pasar página.

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