Tras el paso de la noche nadie ni nada puede impedir que amanezca. Solo hay oscuridad cuando se apaga la luz. La claridad es presencia de luz , la oscuridad es, simplemente, su ausencia. Nuestra alma y nuestra conciencia son los interruptores que hacen posible al unísono el paso de un estado al otro. De nosotros depende en qué estado queremos vivir. Elegimos a cada instante, pero solo lo disfrutamos plenamente si estamos despiertos de verdad para elegir. Estar despiertos de verdad es ser conscientes permitiendo que alma y espíritu se manifiesten unidos en nosotros, que pensamiento y materia sean la cera que se funde y la llama que arde, calienta e ilumina la temporalidad, el espacio y las circunstancias, la inteligencia, la voluntad, el afecto, el sentimiento, la creación, la libertad y el discernimiento que emplear en los hechos y acciones concretas. En el discurrir de la vida que compartimos en el Nosotros infinito. Ese que nos da señales incesantes desde el whifi universal. Que cada uno le llame como quiera, lo fundamental es reconocernos en él, en ella, en ello, en su totalidad. A partir de ahí, se puede ser felices sin trabas. En la antigüedad le llamaron "mística" (en griego, mistikós significa "oculto") pero en realidad, de oculto no tiene nada, está ahí dentro y fuera de cada una de nosotros, solo espera a que nos demos cuenta de ello y demos el paso de reconocernos en ello, en singular y en plural. Nadie está excluído y todo es gratis. No es una alienación, ni una chaladura, ni un engatusamiento, es la "receta" práctica para no volver jamás a alienarse ni a cosificarse. Como dijo el maestro de Nazaret, entre las virutas de la carpintería y los caminos recorridos: "venid y veréis". Es lo mejor: ver y experimentar para comprender.
No hay comentarios:
Publicar un comentario