viernes, 7 de mayo de 2021

Un capitalismo sin inteligencia y deshumanizado no es bueno ni para su propio interés, es como un incendio imparable que solo se acaba cuando ha consumido todo, hasta a sí mismo, en ello estamos. Tarde o temprano tenían que salir bomberos por algún lado para apagar el fuego de la estupidez y su barbarie, parece que ha llegado el momento de que la humanidad más retrasada en evolución dé el giro adecuado para tomar conciencia de su precariedad miserable. EEUU nunca han tenido nada qur ver con el socialismo, es una cultura capitalista de nacimiento y en ello sigue, pero no es tan imbécil como para arruinarse dando la espalda al resto de la aldea global que McLuhan adelantó hace años. Todo está cada vez más conectado con todos y todas y cada vez es más necesaria la existencia global del bien común, hasta para el capital deshumanizado si es que no quiere acabar consigo mismo. Utilizar la mente, las emociones y los recursos, aplicándolos mal para la mayoría y supestamente ' bien' sólo para sí mismos es mucho peor, perverso y autodestructivo que carecer de inteligencia, porque pudre y destruye la sociedad y hasta el ecosistema del Planeta. Ese mal solo se corrige educándonos constantemente mediante la ética de una conciencia colectiva, que no solo se predique, sino que sobre todo se viva y se contagie en el día a día con hechos bien concretos


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La tramoya

No. Ni Vicenç Navarro ni yo hemos escrito el discurso de Biden. Es solo que llevábamos razón

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, mira sus notas mientras renuncia un discurso sobre su plan de empleo, cerca del puente del río Calcasieu en Lake Charles, Louisiana. REUTERS / Jonathan Ernst
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, mira sus notas mientras renuncia un discurso sobre su plan de empleo, cerca del puente del río Calcasieu en Lake Charles, Louisiana. REUTERS / Jonathan Ernst

Escribo este artículo tan solo para aclarar muy brevemente un bulo que podrían estar divulgando los economistas ultraliberales.

Verán.

Uno de esos economistas españoles, Xavier Sala i Martí, escribió en 2004: "Sólo los ultra-radicales (como Vicenç Navarro y otros soldados derrotados del marxismo universitario), siguen hablando del aumento de impuestos, del gasto público y del intervencionismo público tal como hacían en los años setenta" (aquí).

Pues bien, en las últimas semanas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha aprobado programas y anunciado en su discurso sobre el estado de la Nación del pasado 29 de abril propuestas o leyes como las siguientes:

  • Aumento de 2,3 billones de dólares de gasto público para infraestructuras.
  • Aumento de 1,8 billones dólares de gasto público para programas sociales.
  • Aumento de impuestos para las grandes corporaciones.
  • Aumento de impuestos para el 1% más rico de Estados Unidos.
  • Impuesto internacional sobre los beneficios de las empresas multinacionales.
  • Ley para proteger el derecho a sindicarse.
  • Aumento del salario mínimo a 15 euros la hora.
  • Ley de igualdad salarial entre mujeres y hombres.
  • Evitar que vuelva a ocurrir lo sucedido en la pandemia cuando unos 600 multimillonarios han aumentado su riqueza en 1 billón de dólares mientras 20 millones de trabajadores perdían su empleo.
  • Fijación de precios más bajos de los medicamentos.
  • Ley de cuidado de la salud a bajo precio para ampliar la cobertura de Medicare (programa de Seguridad Social para mayores de 65 años y jóvenes y otras personas discapacitadas).
  • Ayudas para poder evitar que los inmigrantes tengan que dejar sus países huyendo de la pobreza y a los nacidos en Estados Unidos como inmigrantes sin papeles.

A la vista de estas propuestas del presidente de Estados Unidos que, además, están siendo reproducidas por otros organismos como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, simplemente quiero hacer público lo siguiente: Ni Vicenç Navarro ni yo hemos sido contratados por Biden ni por ninguno de esos organismos para escribir sus discursos o hacerles sus programas.

Los grandes parecidos que existen entre las propuestas de estos dirigentes y las que venimos escribiendo en nuestros libros, por ejemplo en Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España,  y en multitud de artículos, se deben simple y llanamente a que llevábamos razón.

Como hemos demostrado numerosas veces en los últimos años, las privatizaciones del capital y las empresas públicas, los recortes de gasto público en medio de las recesiones, bajar impuestos a los ricos y subir los de las clases medias y trabajadoras, la moderación salarial, la disminución de la inversión pública, el desmantelamiento de los servicios públicos... no sirven nada más que para darle más dinero a los ricos y para destruir empresas productivas que crean empleo.

Nos alegramos profundamente de que por fin comiencen a reconocer los errores cometidos en la anterior crisis económica y que nos hagan un poco de caso. Las ideas que defendemos y que Sala i Martí creyó haber matado gozan de excelente salud: se ha demostrado que son las imprescindibles para sacar a las economías de las crisis sin lesionar el bienestar y para salvar la vida de las personas y de las empresas. Quien no quiera seguir destruyéndolas, no tendrá más remedio que aplicarlas, por convicción ideológica o por simple pragmatismo.

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