Una alianza inédita pone a los agricultores en el centro de la defensa de la huerta de València
Sindicatos agrarios, ONG y colectivos ecologistas hacen frente común para exigir una política de precios justos para los campesinos, "única garantía para el futuro de la huerta
Joan Canela. Valencia
Público
"Los bajos precios de venta son, en este momento, la principal amenaza para la huerta de València y la agricultura valenciana". Así empieza el manifiesto "Ahora, precios justos para la huerta", una iniciativa que busca defender la huerta de València como agrosistema vivo y productivo. Lo que implica que sea rentable para la gente que la trabaja.
Los impulsores de esta campaña creen que es necesario implicar también al mundo urbano, los consumidores –la gran mayoría de los cuales viven en ciudades-, pero también las empresas de distribución y venta y las administraciones. "La defensa de la huerta no se puede entender sin la protección del campesinado. Tenemos que pagar precios justos por su trabajo y sus cosechas. (...) No se puede entender que, mientras se destruyen cultivos de cebollas o patatas porque los precios no llegan a cubrir costes, los lineales de los supermercados oferten los mismos productos provenientes otros continentes", continúa el mismo escrito, una iniciativa de Per l'Horta, pero que ha sido subscrito por una quincena de entidades ecologistas y agraristas, incluidos los cuatro principales sindicatos agrarios y ONG como Greenpeace o Ecologistas en Acción. Algunas de estas tienen un historial de desencuentros e, incluso, malas relaciones, pero aquí han encontrado un punto de consenso y han decidido hacer frente común.
"No esperábamos este éxito ni que firmara tanta gente. Y no solo esto, es que todo el mundo se ha hecho suyo el manifiesto y lo que tenía que ser una campaña nuestra, ha acabado siendo una iniciativa colectiva", explica Marc Ferri, de Per l'Horta.
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Quiero dejar aquí mi plegaria sostenible traducida en los versos de ayer. Han pasado 23 años desde que los escribí y lo que se barruntaba entonce ahora es el pan de cada día. ¿Seremos capaces de cambiar el rumbo y pasar de la resignación a la resurrección?
De la Tierra
Materia y madre nuestra.
Déjanos entender tu dolorido cuerpo
y quedarnos contigo para mirarte así,
roca elevada y sola,
estéril y telúrico quejido.
Y te vuelvo a mirar espiga repartida,
rota en topacios, polvo de arena y viento
entre los grises reinos de Saturno.
Y te recuerdo inmensa como un arca sagrada
abierta entre los velos de septiembre.
En esta noche dura y encorvada,
espesa de dolor y necedades
vengo a enjugar el llanto de los tilos
mudos de soledad,
a acariciar la sombra de los olmos
que eligieron morir sin dar explicaciones
a la perplejidad del horizonte.
Vengo a velar el sueño del olivo
hasta que resuciten almas de savia nueva
entre la plata antigua de tus brazos.
Y sé que viviremos uncidos a tu carne
mientras cada febrero reconstruyas
el ajimez lechoso de los chopos,
callada y floreciendo
entre los agujeros del asfalto
que amontona semillas digitales
en el turbio cemento da la amnesia.
¿De qué vale memoria sin recuerdo?
¿De qué vale la historia repetida
sin gafas adecuadas para verla
con los ojos de hoy
ni ganas de cambiarla para que no se duerma
elucubrando
saltándose un presente del que escapa
hacia ningún futuro mejorable?
Dormida, ensimismada, entretenida.
Convertida en noticia,
en novela o en cine de terror,
tan extraviada...
Mas llegará el instante que despierte
sin que nada lo pueda detener.
Regresarán entonces, alondras, nuestras manos,
la mirada que fluye desde otra claridad,
la voz de otro mañana inconfinable.
Entonces, Madre Tierra, naceremos contigo;
la conciencia será la comadrona.
Te veremos alzar el cielo de tu frente
cuando se hayan disuelto
las junglas cenicientas de la nada.
Y podremos mirarte renacida
selva del corazón, valle de la conciencia,
paisaje que nos nutre y escribe sin palabras
abriendo mil senderos
que crecen entre espíritu y materia,
cuando logremos ser lo que ignoramos hoy
sin los turbios espejos de lo que nunca fuimos.
Regresarán entonces, ya otros, nuestros ojos.
Regresarán alondras, las mismas,
nuestras manos.
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(De mi poemario Puentes en la noche.
Instituto Municipal de Cultura. Burgos, 1998)
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