domingo, 30 de mayo de 2021

👍👍👍👍👍👍👏👏👏👏👏🥰🥰🥰🥰🥰 ¡Gracias, Neus Tomás por esa lucidez informativa! Es fundamental que el periodismo se centre mucho más en la sustancia y raíz de las causas que en el caos del barullo que las causas provocan en la superficie de cada momento. El ocaso de la democracia sería el ocaso de la humanidad como proyecto y realidad evolutiva. Solo pueden apoyar ese ocaso los nostálgicos del poder absoluto que son siempre minoría oportunista, nunca los pueblos que son inmensa mayoría oprimida y explotada por las nostagias del gerifaltado corrupto, porque manipular y engañar para hacerse con el poder a costa de hacer sufrir y elimiar el servicio al bien común, ya es corrupción en sí mismo. Ni siquiera el propio Adam Smith con su miopía social cayó tan bajo y tan vacío como sus nostálgicos embotellados en la bodega del desguace humano. La clave está en el despertar de la conciencia y eso es genial: todo ser consciente deja de ser opresor y oprimido, de tener miedo a la verdad y a la justicia, o sea, que ya sabe por donde van los tiros, nunca mejor dicho, porque la conciencia no los necesita para crecer y humanizarse, ya viene creciente y humanizada desde la casa común e infinita...por eso distingue la verdad del paripé como el día de la noche, como el amor del odio, como un sótano de una azotea. La conciencia es eterna pregunta que y encuentra respuestas siempre inofensivas, positivas y eficaces, pero la ausencia de ella solo aplasta y exprime sin ver nada más que el zumo del momento, aunque ese zumo sea cianuro o arsénico si eso le da dinero y poderío sobre los demás. Sin conciencia no hay presente soportable ni futuro posible, solo un pasado añejo y estéril en constante repetición de esquemas y motivaciones cada vez más perversas y estúpidas. Esa "nostalgia" es una patología provocada que, como las drogas, acaba matando alma y conciencia urbi et orbe. O sea, el finiquito completo cada vez menos en diferido que predicaba Cospedal, aquella profetisa inconsciente del marrón tuttifrutti que acabará con todo si se le deja suelto engañando, -calumniando, trincando a saco y jactándose de ello como "valor" patriótico- o se le vota, que viene a ser lo mismo. La conciencia del pueblo es lo único que puede salvar al pueblo; la "nostalgia" es el calvario y la cruz, pero la conciencia despierta de los pueblo es la resurreción y el pentecostés. El infinito es cósmica y espiritualmente socialista y comunista mucho más allá de la ideología, dios también lo es, por eso "hace salir el sol y caer la lluvia para justos e injustos", para pobres y ricos, para tontos y listos, para guap@s y fe@s. No discrimina jamás, solo distingue conciencias, no por méritos ni por virtud, sino por lo que desean y valoran y por lo qué y para quiénes trabajan. No se puede tener luz natural con las persianas bajadas en pleno dìa. Quien elija la oscuridad como camino nunca sabrá que la verdadera luz es gratis y por eso se comparte como lo más natural. El pueblo lo sabe mucho mejor que sus manipuladores. Y esa es la esperanza que siempre nos inspira, nos anima y nos impide ser adictos a cualquier nostalgia parásitaria y más falsa que Judas


Las élites que mecen la extrema derecha

Anne Applebaum analiza el avance del autoritarismo en 'El ocaso de la democracia'.

Cualquier sociedad puede dar la espalda a la democracia, solo hacen falta las condiciones necesarias. La periodista Anne Applebaum (Washington DC, 1964) describe en 'El ocaso de la democracia' (Debate) cómo el autoritarismo ha seducido a una parte de intelectuales, dirigentes y votantes de la derecha tradicional en Polonia, donde ella vive, pero también en la Hungría de Viktor Orbán, la Gran Bretaña del Brexit, los Estados Unidos de Trump o la España de Vox.

Este ensayo empieza en una fiesta de Nochevieja. Era 1999 y Applebaum y su marido, que entonces era viceministro de Exteriores del gobierno de centroderecha polaco, invitaron a varios amigos a su casa, en Chobielin. Muchos eran de la zona, pero también asistieron periodistas de Londres y Moscú, amistades de Nueva York y diplomáticos como su esposo. Todos tenían una opinión parecida respecto a qué es la democracia. Dos décadas después, la autora y ese día anfitriona reconoce que cruzaría la calle para evitar encontrarse con algunas de las personas que estuvieron en su casa ese Fin de Año, del mismo modo que más de un invitado ni siquiera admitiría que estuvo en la fiesta.

La distancia política puede acabar convirtiéndose en personal. En este caso es una división en el seno de la derecha polaca, pero lo mismo ha sucedido en la húngara, la francesa y con algunas diferencias en la británica y la estadounidense. En España, la derecha tradicional, encarnada por el PP, sigue sin tener clara su estrategia respecto a la extrema derecha. Se trata, en la mayoría de países, de una fractura entre los conservadores como Applebaum que defienden el Estado de derecho y el libre mercado, alineados con la democracia cristiana europea o el Partido Republicano que encarnaba John McCain, y formaciones como Ley y Justicia, la de los gemelos Kaczynski, cuya radicalización, especialmente tras la muerte de uno de ellos, la ha convertido en una de las formaciones autoritarias de referencia para la extrema derecha, al igual que el Fidesz-Unión Cívica Húngara con Orbán al frente. El mismo Orbán con el que, como la propia autora reconoce, compartía "bando" en la década de los 80.  

Applebaum, que ganó en el 2004 el premio Pulitzer de ensayo con 'Gulag' (Debate), describe cómo la irracionalidad puede abrirse camino entre una parte de la ciudadanía aparentemente alejada del populismo. "Los autoritarios necesitan a personas que sepan utilizar un sofisticado lenguaje jurídico, que sepan argumentar que violar la Constitución o distorsionar la ley es lo correcto. Necesitan a gente que dé voz a sus quejas, manipule el descontento, canalice la ira y el miedo e imagine un futuro distinto", escribe. Los encargados de crear esa realidad alternativa, con la ayuda de modernas técnicas de propaganda y destreza en las redes sociales, son miembros de la élite culta e intelectual, muchos de los cuales no hace tanto estaban clasificados en la categoría de derecha, ya fuese porque encajaban en la descripción tradicional o porque se consideraban liberales.  

Esas élites, a las que la periodista conoce tan bien porque han compartido espacios de privilegio, contribuyen a la causa autoritaria desde sus plazas en la universidad o sus tribunas en los medios. Alimentan el racismo en países como Hungría, donde la inmigración es testimonial o señalando a los europeos que trabajan en Gran Bretaña como peligros para la identidad de la nación. Hacen sonar los tambores del odio, en acertada definición de la periodista, para convertir mentiras como las del Brexit -gracias a una campaña como la de 'Vote Leave' basada en el juego sucio y con más dinero del autorizado en publicidad en Facebook-, en verdades incuestionables a ojos de muchos ciudadanos. "Con el paso del tiempo, esas ideas calaron cada vez con más intensidad, hasta el punto de que poco a poco generaron nuevas divisiones, alteraron las relaciones y cambiaron las mentalidades", rememora al recordar cómo la lucha contra "Europa" caló en Inglaterra (mucho menos en Escocia, Gales e Irlanda del Norte). 

La autora recurre a otra ensayista, la rusa Svetlana Boym, y su obra 'El futuro de la nostalgia' (Antonio Machado libros), para introducir un elemento común en la mayoría de movimientos que han nacido en la derecha y han acabado convirtiéndose en extrema derecha. Se trata de la nostalgia, o más bien en una manera de concebir la nostalgia. Son los que Boym denomina nostálgicos "restauradores", artífices de proyectos políticos nacionalistas y que, según esta definición, buscan reconstruir el hogar perdido y reparar las lagunas de la memoria. Quieren, como resume Applebaum, la versión Disney de la historia y quieren vivir en ella, aquí y ahora. 

Entre los entrevistados que aparecen en el libro está Rafael Bardají, uno de los ideólogos de Vox y que como tantos otros procede del 'establishment' del centroderecha. Fue asesor de Aznar, apodado como Darth Vader, algo que no parece molestarle mucho puesto que su foto en Twitter es la del oscuro personaje de Star Wars. Bardají tenía contactos en la Administración Trump e importó algunos de sus mensajes y otros los adaptó a polémicas específicas como el debate catalán. Es sociólogo y pronostica que la polarización de la política española es ya de carácter permanente. Lo que no hace es asumir que Vox contribuye de manera fundamental a que esto sea así. "La política es una guerra por otros medios; nosotros no queremos que nos maten, tenemos que sobrevivir... Creo que en la política actual el ganador se lo lleva todo", señala en conversación con Applebaum.

Al final, lo que Orbán, Bardají o el ex estratega de la Casa Blanca Steve Bannon tienen en común es que han conseguido que una perversa equivalencia, la de que en el fondo la democracia no es tan distinta de la autocracia, gane terreno en las democracias liberales y esté normalizada en muchas instituciones y medios de comunicación. Ese es su éxito.  

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