lunes, 1 de marzo de 2021

La manipulación ni es democrática ni es ética y a la larga lo complica todo mucho más que la exposición directa de la verdad

 

Es triste y penoso asistir a la utilización de los seres humanos y sus debilidades para montar y desmontar tenderetes. Es exactamente la que se ha montado en los medios a costa de las declaraciones públicas de Victoria Abril. Un lamentable episodio en el que lo único que ha quedado meridiano es la ínfima base moral de nuestra sociedad, más buitre, zafia  y cotilla que democrática, civilizada, equilibrada y sustancialmente libre. 

El hecho de que estemos sufriendo una pandemia debería conducirnos a encontrar los caminos menos crispados y más eficaces para gestionar la situación. Pero resulta que sucede todo lo contrario: con tal de ser el punto de atención, de acaparar audiencia y montar pollos constantemente, se pasan por alto situaciones y actitudes que aclaren, alivien y convoquen, en vez de enturbiar, crispar, enfrentar y desmoralizar a la sociedad, convirtiéndola en basurero mediático y en un desierto colectivo en que solo queda en pie el sálvese quién pueda, el sacar tajada y la indignación o la indiferencia de quienes se ofenden y de quienes ya pasan de todo. 

Analicemos el caso Victoria Abril como ejemplo del panorama. 

Lo primero es aceptar que el Covid-19 no es la misma experiencia para quienes lo están padeciendo o lo han padecido de cerca, que para quienes solo tienen reseñas mediáticas de la situación, cuanto más profusas más confusas  e incluso contradictorias. Quienes están al margen personal de los contagios, de la enfermedad y la muerte, no son capaces de hacerse una idea clara del problema, lo ven como en una película y no se lo acaban de creer. La información solo da datos, cifras y recuentos, pero no hay más. Para colmo la tendencia de los gestores y gobernantes es mantener una distancia mecánica entre la población y la realidad en marcha, exclusivamente centrados en el control táctico de una ciudadanía que ya ha perdido su condición individualizadora de conciencias para convertirse en mera masa desorientada y cada vez más asustada por algo fantasmal, que no ve ni palpa, y que es necesario controlar como sea para que con sus exigencias no se convierta en un polvorín. 

Las autoridades y sus "expertos" tienen miedo al caos, a no dar la talla que deberían tener como responsables votados por la comunidad social, justamente para solucionar problemas, no para crearlos o esconderlos. En tiempos de desorden y confusión la transparencia y su verdad es especialmente esencial. Muchísimo más que el paripé oficial de una eficacia en la que no es posible creer como fanáticos religiosos. La verdad por delante es la mejor vacuna; y la verdad no significa estar constantemente dando datos, sino que esos datos se puedan comprobar. Y eso no es posible, como no lo es que todos los días mueran cientos de personas y se sepa la causa real, la distinción de enfermedades.  sin hacer autopsias, algo imposible porque el estudio forense no se puede realizar y comunicar en 24 horas, ni es tan fácil recopilar la información total diaria de todo el estado ni con la mayor eficacia tecnológica ni creo que haya forenses suficientes en España para dar abasto. Nadie ve entierros, ni coches fúnebres camino de los cementerios. La pandemia desde sus comienzos ha ido derivando en una nebulosa

Esa saturación de opacidades da lugar a que muchísimas personas pongan en duda cada vez más la información oficial, experta e incluso médica que les llega.

 Por otra parte hay también una cantidad considerable de científicos fiables, investigadores y médicos, con los mismos estudios y formación, pero  que no tienen la misma visión de la pandemia que los cargos políticos y mediáticos que gestionan la sanidad ni la misma visión que las empresas farmacéuticas que comercian con la salud y la enfermedad y se hacen de oro a base de privilegios y contratos con los estados. Ahí tenemos a la UE pillada en la ratonera de AstraZeneca y otras hierbas farmacológicas en idéntico plano de inmoralidad y chantaje total, como en una subasta, pero a las que se les concede todo el poder, como a los emperadores romanos, sobre la vida o la muerte de esclavos y gladiadores, con solo levantar o bajar el pulgar de sus manos plenipotenciarias. 

Se ha dado crédito absoluto y patente de corso a ese establishment por parte del poder político internacional, sin abrir tribunas públicas de información acerca de otras investigaciones y conclusiones científicas absolutamente válidas y basadas en datos reales y comprobables. El hecho de no tener en cuenta esa mitad de la realidad, sacrificada al negocio, silenciada por la especulación y apisonada bajo la máquina demoledora de todo lo que no es el capital en manos de un descarado oligopolio internacional al que el bien común, no solo le importa un rábano, es que es un verdadero obstáculo para sus infinitos negocios. 

Es una gran torpeza y un error de manual, renunciar a la claridad, no convocar en las tribunas públicas, como es TVE o las cadenas más boyantes a las dos plataformas opuestas de la ciencia, -no solo de la opinión- , y dejar claro ante la ciudadanía el historial completo y verdadero de la pandemia, no como una competición para ver quién se lleva el premio del aplauso y del mejor embaucar, sino para que a la ciudadanía le quede claro qué está pasando, que se pueda llamar por teléfono al debate expositivo y se puedan preguntar todas las dudas hasta que nos queden claros los por qués y los para qués. Deshaciendo bulos en directo y explicando cara a cara cada duda. Esa insensata forma de gestión es la causa de que haya por ahí delirando con motivos una Victoria Abril, un Miguel Bosé o un Iker Jiménez creando confusiones y quintas columnas del miedo y la ignorancia combinados, porque es el miedo, hijo primogénito del ego humano emparejado con la ignorancia cerril que encima cree saberlo todo, la verdadera causa de estos desoladores espectáculos. 

Para acabarlo de arreglar, los medios al servicio del cotarro unívoco del conmigo o contra mí han hecho todo un montaje utilizando a la actriz española como ninot fallero, al que han incinerado sin contemplaciones, usándola obviamente como ejemplo de lo más fanático, ignorante, obcecado e histriónico. La entrevista del sábado en La Sexta Noche fue una verdadera crucifixión para Victoria Abril. No es extraño que los periodistas al servicio del tinglado florentinesco que les da trabajo y salario, se ufanen del "éxito" de la jugada: hacerle propaganda poniéndola en el ridículo más lamentable; nunca sabremos si todo fue un cruel y pringoso teatro bien pagado o simplemente una humillación vergonzante, tanto para la entrevistada como para el entrevistador. Un picoteo de postre para los buitres habituales, un bodrio donde la ética fue esa señora de la que usted ni me habla porque no la ha visto nunca. 

España será una democracia de verdad cuando estas aberraciones no se produzcan, sobre todo porque la audiencia cuando las vea haga zapping o apague la tv para leer, por ejemplo, Los episodios nacionales de Pérez Galdós, "La casa de Bernarda Alba" de Lorca,"La vida es sueño" de Calderón, "La familia de Pascual Duarte" de Camilo José Cela, o cualquier esperpento de Valle- Inclán. 

En una verdadera democracia lo importante no es tener siempre la razón humillando y dejando en evidencia al que no comparte criterios sino que la razón no sea solo un periódico derechil ni una cabezonada border line con aplastante mayoría absoluta. 

La razón no es de quien manda e impone porque "puede", sino de quien acierta a distinguir la verdad de la mentira, a coordinar y a discernir con un criterio tan ético como eficaz. Y obra según esos parámetros.

Negacionistas y afirmacionistas están demostrando estar al mismo nivel; es evidente y está claro que a ninguno de los dos bandos le interesa lo más mínimo que el bien común y la sensatez de la cordura se hagan realidad al precio de renunciar a sus fijaciones e intereses. Así nos va.

Ains!

 

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