Una buena noticia: Pablo Iglesias se retira
para abrir paso a Yolanda Díaz, una figura en ascenso sobre la cual hay
un consenso positivo más allá de las filas de Unidas Podemos. Iglesias
se sacrifica noblemente en favor del ensanchamiento de la izquierda.
Una mala noticia: Pablo Iglesias no completa este gesto. Resulta que hay una mujer en Madrid, Mónica García, figura en ascenso
sobre la que existe también un consenso positivo más allá de las filas
de Más Madrid. Pero aquí Iglesias no hace el gesto de ensanchamiento de
la izquierda.
Un hecho triste e incontrovertible: Pablo Iglesias, cuya coleta hizo
saltar por los aires el marco angosto del régimen del 78, sólo provoca
hoy un consenso negativo fuera de sus filas. Lo sabe y por eso franquea
el paso, con inesperada bravura, a Yolanda Díaz. ¿Por qué no hace lo
mismo con Mónica García?
"Audaz", "valiente", "generoso" —algunos de los calificativos que han
coloreado su gesto— habría sido, a mi juicio, pedir desde Unidas
Podemos el apoyo a la candidata de Más Madrid. Podría haber convocado a
sus inscritos y haber obtenido sin muchas resistencias, como otras
veces, el voto mayoritario para esa propuesta.
Ha preferido el lance de una candidatura común, ya rechazada,
mediante la que se prestaba a disputar la cabeza de lista a Mónica
García en unas primarias imposibles en las que se sabía, de entrada,
ganador ("tú sí me ganarías", le dice Iglesias a Wyoming en un lapsus delatador).
No era fácil creerse su disposición a ser el número 2 de nadie desde
el momento en que bajaba a la arena con el propósito declarado de
"encabezar la unidad". Si quería "participar generosamente en la batalla
de Madrid", como se ha dicho, bastaba con no presentarse y apoyar al
candidato más fuerte desde fuera; o con pelear desde dentro por el 5% de
su partido sin querer encabezar otra devastadora "unidad de la
izquierda".
¿Es Iglesias calculador e insincero? No lo creo y eso es lo
inquietante. Iglesias no busca un sillón. Busca épica, sacrificio, pasar
a la historia, hacer historia, ir un paso más allá —como en el circo
antiguo: más difícil todavía— en este potlach agotador
en que se ha convertido la política española; y de paso, si puede, dar
una tarascada a Íñigo Errejón. Todo sincera y apasionadamente. ¿Y
entonces? ¿Qué hay detrás de ese impulso?
El gesto sacrificial de Iglesias, porque es incompleto, se basa en la
aventurada convicción de que hay en Madrid una mayoría que lo reclama,
una mayoría convencida de que sólo él —sólo él— puede unir a la
izquierda que previamente diezmó, de que sólo él —sólo él— puede salvar
de Ayuso la Comunidad que no apoyó a UP en las tres últimas elecciones y
de que sólo él —sólo él—, mediante ese sacrificio, logrará movilizar
más al votante de izquierdas que no le votaba que al de derechas que
vota contra él.
Lo más preocupante de ese gesto es que es probablemente sincero.
Iglesias se vive a sí mismo como salvador de la izquierda contra el
fascismo. Y de ese modo mete la pata dos veces y oscurece, un segundo
después, lo que había iluminado un segundo antes.
Acójase lo que digo con todas las reservas. Tengo amigos próximos a
Podemos, cuya inteligencia admiro y respeto, a los que el gesto
sacrificial de Iglesias ha vivificado; lo defienden como una "jugada
maestra" que "abre la contienda contra el fascismo" en Madrid. Esos
amigos objetarán, con el mismo respeto y admiración hacia mí, y con
igual fundamento, que yo hablo desde los aledaños de Más Madrid. Asumo
ese riesgo, recordando que fui muy crítico, por motivos parecidos, con
la decisión de Más País de disputar Catalunya a los Comuns en los
últimos comicios generales.
En todo caso, mi impresión es que Iglesias, sincero o no, comete un
doble error. El primero es el de creer que la gente de Madrid lo estaba
esperando en su orfandad para unirse en torno a su figura. El segundo el
de plantear la operación como una "cruzada antifascista". Planteada en
esos términos, le entrega, ya manufacturada, la campaña a Ayuso y a Vox,
que están pidiendo a gritos que se los llame "fascistas" para confirmar
así, públicamente, el carácter "social-comunista" de la izquierda
madrileña y del propio Gobierno de coalición.
"Social-comunista" y "antifascista", no lo olvidemos, son palabras
que desgraciadamente suenan muy mal en España y, aún peor, en Madrid. La
frase de Ayuso ("si te llaman fascista es que estás del lado bueno de la historia")
expresa una alegría incontenible: sabe que en España solo los
"social-comunistas" llaman "fascista" a un rival político. Ayuso, que es
sin duda fascista, sabe que deja de ser fascista en el momento mismo en
que la izquierda la califica de ese modo; y sabe que la izquierda deja
de ser ganadora desde el momento en que la califica de ese modo. El lado
bueno de la historia es la victoria.
Ayuso lleva meses cimentando su victoria en la visceralidad guerracivilista
de sus ataques al gobierno de coalición. Necesita radicalizar al rival;
la presencia de Pablo Iglesias en la campaña electoral, que salvará a
Unidas Podemos en la Asamblea, radicaliza a todos sus oponentes (los de
Ayuso), incluida Mónica García, que hace bien, por este motivo, en
rechazar la candidatura propuesta por Iglesias.
Agradezco a Iglesias su apertura española; y agradezco a Mónica que
no permita el cierre de la izquierda madrileña. Digamos que lo que
Iglesias abre por un lado, dejando la vicepresidencia del Gobierno en
manos de Yolanda Díaz, lo intenta cerrar por el otro, poniendo en
aprietos a Más Madrid para asegurarse el 5% de UP mediante una campaña
pensada para atletas antifascistas y militantes. Lo que abre en España
lo cierra en Madrid, cuya textura cultural e ideológica muy correosa
—trabajada durante 25 años de gobierno derechista— no parecen haber
comprendido ni Iglesias ni su partido. Madrid es Ayusistán, es de
derechas y allí los votos sólo pueden arañarse a través de figuras y
discursos muy transversales que Pablo Iglesias ya no no puede ni quiere
encarnar.
En todo caso, pensemos lo que pensemos, después de este gesto no hay
vuelta atrás. Hay que asumir la batalla en las condiciones en que se
presenta, a la espera de otro golpe de efecto
que haga saltar por los aires todas las previsiones y todos los
análisis. Pero huyamos, por favor, de la "unidad de la izquierda" como
de la peste. La "unidad de la izquierda", como la de España, divide,
encona, excluye, maltrata. La "unidad de la izquierda" es la Isabel la
Católica que todos los izquierdistas llevamos dentro; nuestro impulso
más "patriota" y más "español".
Por ese camino nos despeñamos de nuevo. Arañemos votos, por favor, a
sabiendas —no nos engañemos— de que, pase lo que pase, Madrid no será la
tumba del fascismo. Ni con Iglesias ni sin él. Con Iglesias UP superará
el 5% y eso es una buena noticia para todos. Si los nuevos obstáculos
sembrados en su camino no lo impiden, Más Madrid puede obtener un
resultado parecido al de hace dos años y eso también será una buena
noticia. Si el PSOE, pese a la evanescencia de Gabilondo, consigue
conservar sus diputados, también será una buena noticia.
A partir de ahí veremos qué se puede hacer. Que cada uno vote al
candidato que juzgue más afín o más útil sin pensar en la unidad de la
izquierda ni ponerse zancadillas. Ya habrá tiempo de llegar a acuerdos
después.
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Comentario del blogg:
En efecto, así es. Pretender que la
izquierda sea un bloque cerrado en sí mismo es no comprender lo que es
la izquierda: una pluralidad que puede unirse, como un patchwork que reune en su tejido piezas diversas con un resultado práctico y siempre tan hermoso como único,
respetando la riqueza indispensable de lo mínimo para trabajar juntos en
lo máximo: el bien común desde miradas diversas, como se pinta un
cuadro, - ¿es imaginable "Las hilanderas" de Velazquez, por ejemplo,
pintado de un solo color?-
El retrato social de una democracia es el
conjunto diverso en tonalidades de una sociedad normalizada y activada por
fundamentos y matices cromáticos diversos y a la vez, por necesidad, cooperantes en libertad (que
renuncia a dañar para sacar beneficios propios), en igualdad (en
derechos y deberes para que la libertad tenga sentido) y en la
fraternidad del bien común como esencia vital que se amalgama y
sostiene con ética y justicia compartidas en el tejido social vivo,
trabajando desde la ética y la justicia de la empatía del amor fraterno
que construye, no desde la política-ficción-negociovivales que solo
distrae, dispersa, entretiene y despista porque separa a las bases sociales de los mejunjes representantes en los que la ciudadanía despierta nunca se encuentra representada salvo en modo excepcional como lo fueron Anguita y Labordeta, y lo son Carmena, Garzón, Sánchez Mato o Yolanda Díaz, o Fernando Simón, por poner ejemplos cercanos que todxs valoramos.
La pluralidad es muestra de
profundo respeto mutuo y para nada significa que una vez reconocida la
importancia vital de su valor personal y colectivo, no se pacte ni se
actúe juntos a la hora de gobernar para el bien de todxs sin empeñarse
en acaudillar desde las urnas ni manipular la diversidad como rebaño
teledirigido desde un concepto imperialista del poder, algo imposible si de verdad hay democracia y equilibrio
social, algo que los totalitarismos bárbaros y añejos no conocen ni
conciben sino como desastre -¡para ellos lo es, claro!- por eso siempre
acaban en violencia, represión, agresividad, insultos, mentiras, denuncias, cloacas
y dictaduras demoledoras bajo cualquier bandera ad hoc, que a base de
miedo y odio, de ciclo en ciclo, retrotraen a la humanidad a un nivel
paleolítico de desconciencia total.
El resultado plural del entendimiento
colectivo, como lo es un gobierno de coalición, no solo no es el fracaso
de la gobernabilidad sino el naufragio total de la mentalidad más
primitiva, porque es el verdadero triunfo de la democracia, aquella
propuesta política y clarividente de la antigua Grecia que los imperios
del exterminio se ha encargado de destrozar milenio a milenio, pero que
está grabada indeleblemente en el ADN del género humano como lo está su
evolución hacia la luz creadora, armonizadora y sanadora del infinito.
Querer imitar el método caudillil
retrógrado que tanto daño ha hecho al progreso de la humanidad, solo
para "ganar", mandar y humillar a quienes en vez de contrarios, deben
ser cooperantes en el mismo barco es no haber entendido ni de coña el
propio sentido y compromiso de lo que se ha dado en llamar izquierda y del progreso,
especialmente en un tiempo nuevo, con retos impensables como el
deterioro del Planeta en primer plano que condiciona y desmonta perse
todos los montajes que hasta ahora han sido el eje de un sistema
demoledor medioambiental, social, económico y laboral, que ya no
funciona,-a la vista está más que nunca-, con los viejos parámetros del
pasado, en circunstancias completamente otras, con el Planeta y los
sistemas de siempre patas arriba, o sea, la
urgente implosión evolutiva como un volcán imparable, no solo política, sino ya antropológica que nos llega en el siglo XXI sin que
los tutores de la humanidad, ciegos y/o drogados, puedan escaquearse de las basuras que
han ido acumulando, guerra a guerra, locura a locura, error a error, fraude a fraude,
destrozo a destrozo, siglo a siglo.
La mentira se ha acabado, se ha muerto ante la inevitable revelación materializada e inocultable de la verdad y cuanto más se oculte el cadáver
bajo mil disfraces, más grande será la podredumbre letal del fiambre y
la infección del entorno, ya sea en forma de crisis económica, de contaminación imparable, de escasez de elementos básicos, de masas de población huyendo del desastre, de cambio climático o de pandemias en catarata que invitan a la reflexión en soledad para cambiar la orientación de la marcha que nos han estado vendiendo como "la normalidad". Esta vez el enemigo no viene de "fuera", esta vez el lobo feroz de Caperucita, el Rey Desnudo y el Flautista de Hamelin viven en el centro del mundo y lo han infectado con toda su mierda, que para colmo, valoran como su mayor tesoro mientras el flujo de seguidores se va retirando de la procesión en cuanto ve lo que hay, y simbólicamente, regresa al alma vaciada que espera el retorno a la casa de todxs que aun está por construir, aprovechando los escombros, el material de ayer, para abrir los caminos de hoy hacia mañana. La esperanza que se despierta cuando el presente ronca dormido en el pasado...
Despertar o finiquitar, ese es el reto.
Es una pena que gente como Pablo Iglesias o Ayuso, trumpiformes de diversas marcas, no se cosquen de lo que hay y sigan en el montaje como si esto fuera la Rusia de 1917...o la Batalla de Inglaterra. Con el único objetivo de jugar a Prometeos de pacotilla, usando el fuego divino de una libertad a la deriva, para quemar lo único que debe permanecer en pie, -el bien común sin etiquetas influencers- con tal de que su ego sea divinizado por los siglos, siglos que paradójicamente ya no serían posibles si se salen con la suya. Con semejante peña a la cabeza de algo, es fácil que no lleguemos a 2025. Esperemos que no, por el bien de todxs.
¡Gracias a Santiago Alba Rico por pensar y escribir y a Público por
editar este botiquín de UCI!
Y para terminar aquí dejo un fragmento de uno de mis libros de poemas: Puentes en la noche que me premió y editó en 1998 el Ayuntamiento de Burgos, el grupo de poemas al final del libro se titula Tránsito y dice así:
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