martes, 23 de marzo de 2021

El mejor fin es imposible de alcanzar si se intenta gestionar con los medios que lo manipulan y se lo cargan en el proceso de su construcción. No lo olvidemos 🧐😱👎👎👎

 

 No soy espectadora de Telecinco porque no soporto su forma de entender el periodismo, me asquea; pero no puedo ignorar el impacto mediático de su  último escándalo programado y, por supuesto, rentable.  Utilizar el dolor y el sufrimiento como espectáculo aprovechando el imprescindible y ya urgente despertar  feminista de la sociedad, no creo que sea algo más honesto que oportunista. 

Me asaltan preguntas que me inquietan la conciencia: ¿Cuántos años lleva Rocío sufriendo los malos tratos y, sincrónicamente, trabajando en Telecinco? ¿Es posible que nadie de su entorno laboral y amistoso en esa cadena nunca haya tenido noticias de tal situación? ¿Cómo es posible que esa mujer haya estado al borde del suicidio sin que nadie lo notase en su círculo relacional, en un trabajo tan de emociones incontenibles y cotilleos  entrañables que escarban en todas las intimidades sin pudor alguno? Si lo notaron, no hicieron nada por denunciarlo y callaron, es horrible, si ni siquiera lo notaron es inhumano y  si además se emplea esa realidad espantosa en rentabilizarla como un culebrón, además de repugnante es patológico. Tanto por parte de la empresa, como por parte de la propia víctima. No se es más feminista por montar más escándalos y denunciar desde los platós donde se pasea impune la banalidad del mal, no se despierta la conciencia a base de manipular tóxicos emocionales, que solo cabrean, cotillean, despiertan odios y aplausos, escandalizan la superficie pero no cambian nada en lo profundo que no existe. Si fuese así, con toda la barbarie machista que llevamos conociendo, Rocío no habría tenido que estar en los medios haciendo teatro 'normalizador' durante tantos años, ni un ex guardia civil maltratador, implicado, condenado y encarcelado por robar multando y usando a la Benemérita como coartada del trinke, -algo que ya era de dominio público desde hace años-, habría durado tanto tiempo como invitado y cooperante de esa cadena de tv que no puede evitar ser el calco de su dueño, Berlusconi. 

La indecencia, la deshonestidad y la delincuencia no lo son solo porque se hagan públicas, lo son, sobre todo, por el hecho de existir y suceder, por ello deben hacerse públicas para tener remedio. Cuando no se hace así solo se provoca la putrefacción tóxica de lo fingido y el desmoronamiento de las comunidades humanas. En los primeros años del cristianismo, cuando alguien -siempre adulto- después de un largo tiempo de aprendizaje y práctica decidía bautizarse para hacer público su cambio de vida, reunía a sus compañeros de viaje vital, a sus conocidos y confesaba en público sus errores de todo tipo, todos sus defectos incluidos los que no se ven y pedía perdón en público para poder iniciar otro tipo de vida. Hay que ventilarse para poder hacer limpieza. La mugre es muy mala compañera.

También es muy triste que sea la frivolidad informativa y los que viven de ella, la que pilote la nave de las denuncias imprescindibles y urgentes contra los malos tratos a las mujeres. El dolor, el sufrimiento que produce el dolor sin remediar, y la dignidad de las víctimas no se merece ese escarnio, esa casquería y esa frivolidad de traca, que hoy es un escándalo y mañana olvido, pero siempre rentable. 

Hay miles de mujeres maltratadas sobre todo en las zonas más pobres y sin recursos, de las que nadie sabe que existen hasta que las matan, a las que nunca un "Sálvame" a pelo o de luxe, va a descubrir ni a denunciar ni a hacer una miniserie televisiva. Hay miles de mujeres machacadas que mueren silenciadas por sus torturadores en el anonimato, mujeres, como Rocío Carrasco que por no ser famosas, solo son números, que nunca serán "princesas del pueblo", porque el pueblo está demasiado desesperado como para necesitar y aplaudir princesas y horteradas morales semejantes. Aprovechar el dolor manipulado para aumentar la audiencia y las ganancias adjuntas de la publicidad y que nadie se dé cuenta y lo diga en voz alta, es un signo inequívoco de que la conciencia lo tiene muy difícil en España y de que no existe una deontología humanizadora en la gestión de los medios, donde arrasar a base de tripas y escándalos es la única primicia que se valora y se admira, al precio que sea. ¿Qué pasa, si la maltratada no es famosa?  pues, que su dolor tan profundo como el de Rocío, unido a la pobreza y al olvido,  es zurrapa informativa para los mercaderes más "listos" de la información ¿O es  que solo las elegidas por el infoxi/guirigay son dignas de una primera página? ¿Dónde están la igualdad y la fraternidad de la democracia? ¿Missing en las Bahamas, en los Emiratos tal vez, en Suiza, en el limbo o haciendo un retiro espiritual en La Cueva de Alí Babá?

La dignidad y los derechos humanos no son materia de mercado, ni el dolor, ni la humillación ni la desigualdad ni la injusticia. Ni el interminable y largo camino de la integración igualitaria de las mujeres en el mundo se merece estas bajuras de turbios maquillajes en un nivel inhumano y de folletín. 

Denuncias, tribunales, legitimidad, legalidad en limpio que se vea y se escuche en la emisoras de TV en vez de esa constante casa de Tócame Roque, con la que nos quieren abducir y una base ética social que convierta las instituciones en el eje del equilibrio común e individual, con unas leyes que eduquen más que castiguen y no se venguen usando el rencor, el odio y el victimismo humillante en vez de la educación que rehabilita mediante el ejemplo práctico, no yéndose por los cerros de Úbeda entre cotilleos sin fuste, más propios de una taberna analfabeta que de unos medios de comunicación propios de siglo XXI. 

Es tan fundamental la esencia justa de lo que hacemos como el modo ético de gestionar lo que hacemos con esa esencia justa. Es decir, que el fin y los medios deben tener idéntica dirección y sustancia. Una estupenda y alimenticia  receta de cocina no se hará nunca real con pésimos ingredientes, sin los cacharros adecuados y cocinada por quienes no han aprendido a cocinar.

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