Abominables
ultras: aunque sencillamente fuera por lo predecible que resultaba,
podíais haber dejado tranquilo el mural feminista de Ciudad Lineal.
Habríais evitado así quedar como unos vulgares gamberros, que es lo que
en realidad sois, lo que únicamente sois: una caterva de díscolos
malcriados con la vida resuelta, capaces solo de excitaros cuando armáis
pollos o montáis escándalos.
¡Qué cool!, ¿verdad? dedicar tu vida a ir provocando malos
rollos por ahí, a ofender y humillar a quienes luchan por sus derechos, a
amargar la vida, como en este caso, a quienes trabajaron para pintar un
mural en el que dejar constancia pública de los méritos de quince
mujeres que dedicaron su vida a pelear por conquistas que ahora
disfrutamos todos, derechos de los que gozáis también vosotros, quienes
la madrugada de este 8-M, habéis profanado su memoria.
¿Qué
habéis conseguido, malditos descerebrados? ¿qué demonios os proponéis?,
¿qué país, qué mundo queréis construir? Infundís miedo, pero no por
vuestro patético matonismo, sino por vuestra simpleza, por vuestros
tristes encefalogramas planos. La mayor parte de vosotros, como los
políticos que os instigan, ni siquiera habéis hecho la mili, y si os
pusieran un arma en las manos os echaríais a temblar, blandengues de
medio pelo, valientes con brochas, rodillos y cubetas de pintura negra
que os faltó tiempo para abandonar precipitadamente apenas temisteis que
os pillaran con las manos en la masa. Ni siquiera tuvisteis redaños
para plantar cara, ¡cobardes de pacotilla!
Y las mujeres que compartís esa manera de proceder, algunas de
vosotras incluso señalando el cartel para que acabaran con él, ¿qué
demonios albergáis dentro de vuestras cabezas para comportaros así?
¿acaso queréis conseguir que vuelvan los malos tratos a las casas de
donde por fin salieron? ¿es posible que os importe un pimiento la
violencia de género de la que tantas mujeres son víctimas aún? ¿Qué vais
a hacer, mujeres filofascistas de nuevo cuño, cuando descubráis que con
los jueguecitos que os traéis entre manos corréis el riesgo de
despertar a la bestia de nuevo y acabar otra vez bajo las botas de
machistas impresentables? ¿La pata quebrada y en casa, es eso lo que
queréis?
La profanación del mural de Ciudad Lineal es algo más que un sucio
atropello. Esos borrones son nubarrones en nuestra trayectoria
democrática, nubes negras en el ánimo y en el alma de la lucha universal
por la igualdad de la mujer. Cuando el Ayuntamiento de Madrid votó en
un pleno eliminarlo, dejó de ser un mural más para convertirse en un
símbolo. Su destrozo ha sido todo un torpedo en la línea de flotación
del 8-M, un desgarro, una ofensa previsible desde que se salió a la
calle a pelear para que la Junta de Distrito Municipal reconsiderara su
decisión.
Se ganó. Se impuso el sentido común, al menos por unas semanas, y el
mural continuó vivo. Pero, como si de un patética rabieta infantil se
tratara, los cachorros de quienes impulsaron el infame borrado han
esperado hasta el 8-M para desquitarse del berrinche. No lo consiguieron
por lo civil, así que lo han ejecutado por lo militar, con nocturnidad y
alevosía. Burlándose en las mismas narices de quienes el 24 de enero
decidieron plantar cara y, al grito de "El mural se queda" consiguieron con sus protestas detener "de momento" aquel desafuero.
El mural de Ciudad Lineal, una iniciativa cívica de enorme carga
democrática, acaba humillado y mancillado por unos cuantos desaprensivos
sin escrúpulos quienes, con su avieso sabotaje, lanzan un siniestro
aviso a navegantes: "Nosotros –nos están diciendo a los demócratas-
podemos hacer lo que nos dé la gana, pero vosotros no".
Son chulos, maleducados, agresivos, peligrosos, y andan por el mundo
convencidos de que no serán reconvenidos hagan lo que hagan. Lo triste
es que, de hecho, es así como suele ocurrir: ni en Valladolid cantando
el otro día el Cara al sol brazo en alto, ni en los alrededores
del campo del Atlético de Madrid quebrantando las restricciones de la
pandemia la tarde del derbi, la policía intervino en ningún momento.
Suma y sigue en el prontuario de la infamia.
Comentario del blogg:
Ánimo, Juan Tortosa, estamos pintando un mural que nadie puede borrar ni
destruir: el muro de contención de una nueva conciencia. La violencia y
la estupidez solo las pueden curar la serenidad y el equilibrio de la
inteligencia práctica, es decir, la capacidad de crear un medio social
que aporte lo que falta y no entre al trapo de lo que sobra. Los
extremistas descerebrados solo podrán cambiar cuando se sientan
socialmente más a gusto que en el corral de vacas/gallinero/plaza de
toros en el que les han educado. Cuando alguien en la escuela les
explique quienes fueron y qué hicieron por la humanidad esas mujeres
antes de verlas pintadas en un mural, cuando conozcan al completo y sin
mutilaciones ni mentiras la historia de su propio país y de la
humanidad. Cuando en vez de juerga animal por afinidades implosivas, se
disfrute socialmente de la convivencia y de la diversidad que respeta
derechos y exige deberes como el respeto y la capacidad de comprender y
amar lo diverso como lo "propio", que ya es lo compartido, es decir la
esencia de la democracia.
Para que eso llegue hay que ir sustituyendo
los viejos parámetros de "la lucha" por todo, -concepto que debería ser
sustituído por "tarea común para mejorar nuestra especie", "trabajo y
esfuerzo ético" y "compromiso vital"- que crea vencedores y vencidas, es
decir, odios, revanchas, rencores, ira, rabia, violencia, venganza y
batalla campal por cualquier cosa que no apoye lo que cada uno quiere
imponer, cerrando el paso a la conciencia que ilumina el pensamiento y
lo transforma en creatividad que soluciona porque entiende y comprende
en vez de rebuznar, cocear, embestir y demoler lo que no se acepta
porque no se conoce, sin pararse a pensar que tal vez es mucho mejor lo
que se destruye que lo que se conserva intocable en el formol del
primitivismo, lo que solo se valora porque es lo único que se nos han
enseñado a valorar desde la Prehistoria. No porque no haya capacidad ni
falte inteligencia, sino porque aun no se ha abandonado, en el plano
racional/emotivo, esa caverna de la que habla Platón, e incluso se la
considera como la única forma de vida "respetable".
La ciencia, la
economía, el comercio, la tecnología, las artes, el consumo, el deporte,
la información, la des-educación, las religiones y la misma política en
manos cavernícolas son la causa de esta debacle. No cambiamos en masa,
sino una por uno, para luego reconocernos como familia planetaria y no
odiarnos insensatamente como enemigos que ni siquiera se reconocen como
miembros de la misma especie a la que todas pertenecemos, con los mismos
e inseparable derechos y deberes.
Vencer para imponer por la fuerza visiones parciales y contrarias entre sí, no consigue
cambiar nada, los siglos lo demuestran implacablemente; solo se convence, se madura y se evoluciona con la práctica de una educación sana y consciente, reflexiva y que educa en la
soro-fraternidad, es la única llave posible de la Casa de Todas. Lo que nos educa en
los primeros años, lo que vemos en casa y en la escuela -mucho más que
lo que nos dicen- es el verdadero mural imborrable que llevamos dentro y
que puede cambiar el mundo a mejor o destrozarlo.
Viendo lo que hay en
España y en el mundo no es difícil descubrir las causas del caos laberíntico y una vez
descubiertas se pueden ir corregiendo codo con codo y mano a mano. Sólo
es preciso que nos nazca la conciencia, como le pasó, por ejemplo,
-ella misma lo cuenta en su biografía- a Rigoberta Menchú, índígena
centroamericana, premio Nobel de la Paz, sabia y humilde líder del cambio
en su país y con repercusión en el mundo. Si ella misma pudo nacer a ese nuevo estado despierto, lúcido, valiente, constructivo y comunitario, es que
todas y todos podemos hacer lo mismo si nos lo proponemos. Sólo es necesario querer hacerlo.
Quien quiere, puede. Posiblemente el impulso global e inteligente del
concepto "Podemos" sea ese, mucho más que retomar un ppoder redundante al estilo
ppaleolítico habitual que se ha quedado atascado y mohoso durante centurias en las
alcantarillas de la inercia, y una vez convertido en costumbre y hábitos sociales, ha llegado a adquirir hasta el tinte "entrañable" por lo habitual y normalizado de su expansión, si es el "ejemplo" y la herencia indeleble que se recibe desde que nacemos.
Con ingredientes rancios guardados en la despensa durante años y dignos de ir al cubo de los desperdicios orgánicos, es imposible cocinar algo sano que no intoxique a los comensales...Ains!
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