jueves, 11 de marzo de 2021

Solo era cuestión de tiempo, lo del pp. Quien mal anda mal acaba de todas todas, porque a todo cerdo le llega su Sanmartín inevitablemente. No se puede ir acumulando tanto explosivo en la despensa de las cloacas sin acabar reventando cuando llega la fecha de caducidad de ese producto interior tan buto como corrupto; el pp ha pasado de ser la intención maquilladora de una opción política conservadora de sí misma sobre todo, a ser un síndrome autodestructivo que genera brotes y complicaciones cada vez más graves e inocultables, derivadas constantes como Bárcenas o Ayuso o como Vox, por ejemplo. Es cierto que Núñez Feijóo muestra más prudencia y sentido común que el resto de colegas de tinglado, pero eso no significa nada si sigue estando en la misma fosa séptica que el resto y no mueve ficha para que el pp cambie de la deriva de la desvergüenza crónica a la profilaxis ética imprescindible para tener credibilidad, aunque también es cierto que a quienes votan al pp la ética les resulta una marcianada incomprensible y floja. El pp siempre se apoya en el voto del analfebetismo social más instintivo e irracional, que bascula entre miedos, rutina y pereza para pensar, aliñada con rencores y violencias que alteren el ánimo cuando venga bien al programa dominador, y como consecuencia, en la ausencia total de ética, que deja en manos del caciquismo y sus chanchullos las gestiones y "soluciones" de la comunidad humana, sin que esa comunidad intervenga y participe en la orientación y exigencia social del servicio político honesto, lúcido responable y eficaz, algo que para el pp y para vox es solo ppoder y control con que forrarse durante años sin dar cuentas a nadie y tener empleo vitalicio abascalmente asegurado. Muchas gracias, como siempre, a Ana Pardo de Vera y a Público, por este artículo clarificador

 

Dominio público

El PP revienta (también) por el centro

El 2 de enero de 2014 este periódico abría el año con una noticia que revolucionaba el panorama conservador: "El PP se rompe por la derecha". Hablábamos entonces con Santiago Abascal, que nos confirmaba que una parte de los populares estaba muy descontenta con el Gobierno de mayoría absolutísima de Mariano Rajoy (181 escaños) y estaba planteándose romper su carné de militante. El propio Abascal, ya presidente de la fundación Denaes (Fundación por la Defensa de Nación Española) lo había hecho semanas antes con una durísima carta al líder del PP y presidente del Ejecutivo que no obtuvo respuesta. Una vez más -y mucho menos, henchido con tanto escaño-, Rajoy pasaba de la política, interna en este caso.

La evolución de Denaes a Vox y de Vox a las instituciones ya es historia del resurgir de la ultraderecha en España, como el de otras ultraderechas es historia de Europa y del mundo. En 2014, Abascal anunció la creación de un nuevo partido a la derecha del PP, Podemos entró en tromba en las instituciones europeas con 5 escaños, el rey Juan Carlos abdicó en junio y Ciudadanos daba el salto de la política catalana a la nacional pocos meses después para presentarse en las elecciones generales de 2015 (y tras ver las elites españolas que lo de Iglesias iba en serio). Fin del bipartidismo, profundas crisis en PSOE y PP y Catalunya, en procés. Casi nada: la España del 78, patas arriba.

En 2021, y pese a las resistencias por todo -y exitosas en parte, en la parte de las cloacas-, tenemos un Gobierno de coalición progresista entre el PSOE y Unidas Podemos, con el respaldo de la izquierda nacionalista e independentista de Euskadi, Catalunya y Galicia; una potente ultraderecha en intento de expansión (de elites privilegiadas y clase media acomodada a clase trabajadora en hirviente frustración; provincia de Jaén, sin ir más lejos), y una derecha que se dice de centro, pero sometida a la extrema ídem. Hasta este miércoles 10 de marzo, cuando al PP le reventó el centro (presunto) en Murcia y la onda expansiva sacudió a la Comunidad de Madrid y a Castilla y León. De momento, Andalucía parece firme.

Inés Arrimadas ha hecho lo que tenía que hacer; de hecho, y probablemente, lo único que podía hacer ya si quiere intentar que Ciudadanos sea un partido con entidad propia, no "el socio del PP" allá donde exista. Albert Rivera, seguramente el peor político y estratega de la historia postfranquista, dilapidó en segundos un poder institucional muy grande al aliarse con la ultraderecha de Vox y la derecha del PP en una foto en la Plaza de Colón de Madrid que hoy debe de ser la peor pesadilla de Arrimadas -aunque nunca estuviera allí- junto al Parlament que llenó un día de asientos naranjas sin pena ni gloria. O Arrimadas intenta lo del partido de centro liberal -aun con escasas garantías de éxito dado el estado del partido enfermo- o desaparece como UPyD; y eso, hoy, comienza por desvincularse de Vox. Quizás ostentar la Presidencia de Murcia, quizás la de Madrid y veremos si la de Castilla y León, insufle algo de oxígeno a Ciudadanos; el poder siempre ayuda, incluso prestado.


Sin Ciudadanos a su lado, ¿qué le queda a Pablo Casado? ¿Qué le queda a la calle Génova antes de ser deshabitada completamente? Primero, un número dos, su mano derecha, secretario general Teodoro García Egea, fracasado en su tierra: no ha podido evitar la moción de censura en la Murcia que le parió. Segundo, una Isabel Díaz Ayuso que echa a su partido -de casi toda España- en brazos de la ultraderecha, no solo del partido Vox, sino de la ideología más radical. Porque a la presidenta de Madrid no le hace falta Vox para creer que los postulados más extremos dentro del PP la llevarán en la CAM a una mayoría absoluta -si se convocan elecciones, como la mayoría de juristas parecen apuntar- junto a Rocío Monasterio, a la que, sin duda, robará votos de 2019. Vox en el Gobierno de Madrid es posible. Por tanto, fracaso del propio Casado y su giro al centro, proclamado en lo que todo el mundo ha coincidido en señalar como "su mejor discurso", aquél contra la moción de censura presentada por Vox contra el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. 

Y en tercer lugar, a Casado y al PP les queda Alberto Núñez Feijóo. El presidente gallego -que este miércoles estaba casualmente en Madrid con el ministro José Luis Ábalos, pero no quiso pronunciarse sobre el tsunami de Ciudadanos (aún)- aguarda su momento; no se habría presentado a las últimas elecciones en Galicia si no viera posibilidades de venirse a Madrid como líder por aclamación, que es para él, la única forma de venirse; a hombros de dirigencia y militancia. Las ha visto, como todos/as: en la falta de liderazgo y en la falta de proyecto y estrategia de Casado, constatable una vez más en la crisis más grave que vive ahora el PP, porque cada una supera a la anterior. Si Ayuso pierde la Presidencia de Madrid, al PP solo le queda Feijóo con la tarjeta de visita "Se ganan elecciones". Si Ayuso gana las elecciones con mayoría absoluta, incluso con Vox, a Feijóo le quedan también opciones, pero compartidas. No obstante, el discurso de Ayuso -como el de Esperanza Aguirre- no pasa con éxito de la meseta. El del presidente de la Xunta, sí.

¿Y la izquierda? Que se mantenga unida; nunca se sabe.

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