lunes, 1 de junio de 2020

Un buen contrapunto frente al clima negativo y destructor de la derecha suicida

ENTREVISTA | Eurodiputado de Catalunya en ComErnest Urtasun: "Europa ha salvado su futuro con el plan de recuperación ante la pandemia"



Ernest Urtasun (Barcelona, 1982) es eurodiputado de Catalunya en Comú (en la candidatura de Unidas Podemos) y vicepresidente del grupo parlamentario de Los Verdes en el Parlamento Europeo. Miembro de la comisión de Economía desde la pasada legislatura, Urtasun analiza el momento actual de la Unión Europea, en el que se afronta una crisis sanitaria y económica desconocida en un siglo y las herramientas para combatirla. 
Esta misma semana la Comisión Europea ha presentado un plan de reconstrucción de 750.000 millones –de los cuales 500.000 son en transferencias, subvenciones– que tendrá que ser discutido por los jefes de Gobierno en un Consejo Europeo el próximo 19 de junio. 



¿Qué le parece la propuesta de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen?
La Comisión estaba completamente perdida al inicio, algunos documentos que se filtraron volvían con planes de movilización de dinero privado con multiplicadores mágicos, lo cual habría sido una catástrofe. Y creo que, en primer lugar con la presión del Parlamento con la resolución muy potente que aprobamos, y después, con el acuerdo franco alemán, lo que ha presentado la Comisión es más decente. Lo que hay que destacar es el cambio de posición de Alemania, que es lo que ha permitido esto y que tiene que ver con que es el principal beneficiado del mercado único y del euro. Y creo que ahí está la clave del cambio de posición.
Tenemos un paquete de 500.000 millones en transferencias, que aún falta ver la letra letra pequeña, y el debate  más importante que tendremos en el Parlamento será el de la condicionalidad. Pero en el contexto de lo que es la gobernanza de la zona euro es un paso adelante muy grande.

El comisario europeo de Finanzas, Paolo Gentiloni (socialista italiano), insistía en que no se trata de un rescate. Pero también es cierto que el vicepresidente económico, Valdis Dombrovskis (popular letón), tiene un tono distinto. Y pesa el pasado de la troika. ¿Qué puede pasar con la condicionalidad?
Hay un elemento novedoso relacionado a cómo funcionaba la troika, y es la apropiación por parte de los Estados miembros del diseño del programa de inversiones y de reformas que van a hacer. 
Antes con la troika firmabas un MoU y venían los hombres de negro a tu país a decirte qué tenías que hacer. La lógica ahora es completamente distinta, los países van a tener que diseñar ellos los planes de reforma y de inversiones que van a tener después que mandar a Bruselas respetando unos criterios generales de cumplimiento del Semestre Europeo [mecanismo de gobernanza económico de la UE].
La lógica es distinta y el punto de partida es mucho mejor. Dicho lo cual, eso no significa que no vayamos a tener condicionalidad. Ya lo ha dicho Dombrovskis: esto se enmarca dentro del semestre europeo y en sus prioridades generales.
Ahí van a operar distintos elementos. El primero es que se enmarca en las prioridades del semestre, y tenemos que dar una batalla, porque el Parlamento no tiene ningún poder de codecisión en el diseño de las recomendaciones generales del semestre, porque son ejercicios que hacen los tecnócratas de la Comisión con unas recomendaciones de país por país y nosotros en el Parlamento Europeo hacemos unos informes de opinión sobre lo que nos parece.
El primer foco es tratar que el Parlamento tenga un control sobre ese diseño global.
Y, en segundo lugar, está el asunto en hasta qué punto al vincularlo al semestre lo van a querer vincular o no al cumplimiento del Pacto de Estabilidad una vez suspendan la cláusula de escape [que permite no cumplir los topes de deuda y déficit], y esto para mí es el elemento central.
Si lo vinculas al semestre, ¿significará que para que te aprueben el plan tienes que cumplir el marco fiscal y lo que te digan? ¿Sí o no? Eso es algo que cuando entren los textos legales en el Parlamento, porque se han aprobado hasta 15 reglamentos que van a ser tramitados en el Parlamento y es una batalla que vamos a tener que dar: no vincular eso al cumplimiento de la vigilancia fiscal.
Ahí también va a operar un poco la orientación política que le dé la Comisión, en el sentido de que también el cumplimiento del marco fiscal puede tener orientaciones distintas, y lo hemos visto en el pasado.
No es lo mismo el periodo de comisario de Economía de Olie Rehn [liberal finlandés], de 2010-2014, de austeridad hardcore, hasta la llegada de Pierre Moscovici [socialista francés] en el 2014, que hizo la Comunicacion [indicación de la Comisión a las instituciones comunitarias] de flexibilización de las normas y que abrió un poco más la mano.
Ahí también está la función de la Comisión Europea como órgano político, y ver si gana más Dombrovskis, que es un halcón, o Gentiloni, más sensible al sur. Pero la ida central es que la batalla principal del Parlamento con la tramitación de los reglamentos es que estos planes no estén vinculados al cumplimiento del marco fiscal.

Porque, en paralelo, la Comisión también pide que estén vinculados a orientaciones generales de digitalización y transición verde.
Si de lo que se trata es de cumplir unas orientaciones generales, incluso tiene lógica que la UE que se va a endeudar y movilizar recursos para invertir en los Estados miembros, diseñe unas orientaciones generales a partir de los cuales los países desarrollen sus planes. Tiene lógica. Pero una cosa es eso y la otra es que impongan el cumplimiento del marco fiscal una vez vuelvan a poner en marcha el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Esa es la línea donde va a estar la batalla.
Pero insisto en que el diseño ya es completamente distinto a 2010, estamos hablando a que en cualquier caso los planes los hacen los países y los negocian una vez hechos con la Comisión Europea. Eso ya no tiene nada que ver.

También es la primera vez que se emite tanta deuda desde una institución comunitaria y se amplían los recursos propios con nuevos impuestos que no tienen carácter temporal, a diferencia del fondo de reconstrucción.
Han presentado la decisión sobre los recursos propios, elevan el techo de gasto al 1,4% de forma permanente y al 2% del PIB europeo de forma temporal.
Y es interesante que en la Comunicación sí hablan de los impuestos, pero en los textos legales de los reglamentes de momento no vienen definidos, se deja para una negociación posterior.
Hay endeudamiento, pero la cuestión del repago y qué tipo de figuras impositivas no se decide ahora en los textos legales, sino más adelante. Y vamos a tener una batalla política sobre ello. Pero, en cualquier caso, está encina de la mesa la cuestión del impuesto en frontera sobre el carbón, el impuesto digital... Como izquierda tenemos que apoyarlo absolutamente.

Y a las grandes empresas.
Y un impuesto a las grandes multinacionales que también está por definir. Para mí una de las cosas positivas de esa emisión de deuda es que fuerza a tener recursos propios para pagarla, porque los países no quieren aumentar las contribuciones nacionales al presupuesto y eso ha desbloqueado debates que teníamos atascados. Esto nos va a permitir acelerar en estas nuevas medidas fiscales a escala europea.
España propuso 1,5 billones, esto es menos; el Parlamento lo propuso 2 billones con la mitad en transferencias. De alguna manera esto se parece más a lo que pidió el Parlamento, y el Gobierno ha reaccionado de forma positiva. ¿Por qué puede ser suficiente para España?
Nosotros queríamos más porque queríamos que tuviera más impacto macroeconómico. El paquete tal y como está va a tener un impacto de un punto en el PIB, que es muy importante, pero evidentemente podríamos haber llegado más allá.
Primero lanzó una cifra el BCE, de 1,5 billones; España y el Parlamento Europeo habían pedido una cifra similar. España 1,5 y el Parlamento había dicho 2 de paquete global, cuyo componente principal era el fondo de reconstrucción y todo el mundo entendió que estábamos hablando de alrededor de 1.
Esto es menos, es verdad, pero hay que quedarse con el elemento positivo: estamos en medio billón en transferencias, 750.000 millones total con los créditos, pero lo importante es poner en marcha el instrumento. Una cosa que nos enseña el proceso de integración, es que una vez que tienes el instrumento, siempre podrás ampliar los fondos.
Obviamente, cuando se creó la política de cohesión a finales de los 80, no se creó tampoco con los volúmenes que tiene ahora la política de cohesión. Pero una vez tienes el instrumento, siempre puedes movilizar más. Lo más importante es que Europa se va a endeudar de forma compartida y que va a hacer transferencias directamente a los países. ¿El volumen? Pues nos habría gustado ir más allá.


Ahora se prevé una negociación difícil en el Consejo Europeo, en la reunión de líderes del 19 de junio. ¿A qué no debería renunciar España?
Yo creo que va a haber dos grandes bloques de negociación: uno va a ser la proporción transferencias-préstamos, y los frugales [Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia] van a intentar que la proporción sea mayor, pero España debe mantenerse firme en que no se baje del acuerdo francoalemán del medio billón.
Y el otro elemento importante va a ser que los frugales van a intentar reforzar la  condicionalidad y que quede más explícito en el acuerdo el cumplimiento del marco fiscal. Probablemente van a intentar restar autonomía en el diseño de las reformas a los Estados miembros, que da plena autonomía para hacer tu diseño. 
Los dos grandes caballos de batalla serán esas: condicionalidad y proporción transferencias-préstamos.
Y luego España puede aportar algo en la definición de las prioridades: se ha hablado de Green New Deal y transición digital, pero falta un componente social importante que España podría intentar incorporar.
Venimos de sociedades que están aún muy maltrechas de la crisis anterior, con unos niveles de desigualdad brutales, y España podría tratar de que esos fondos fueran utilizados para combatir la desigualdad, la precariedad laboral, etc.

El otro día Sassoli decía que vivimos el Día D de la Europa del siglo XXI, hay quien habla de momento hamiltoniano, en alusión a la primera mutualización de deuda en los EEUU de 1790. ¿Es para tanto?
El otro día Jonás [Fernández, PSOE] dijo que es comparable a la creación del euro. Yo quizá no iría tan lejos, yo lo compararía con la creación de los fondos de cohesión a finales de los 80. Me pareció un momento comparable, porque tiene esa vertiente de movilización de fondos a escala europea propios como se hizo en su día y esa vertiente de gasto para aquellos que más lo necesiten.
Yo lo compararía con la creación de los fondos de cohesión a finales de los 80, tiene un componente parecido: movilización de recursos a escala europea para las zonas que más lo necesitan con una idea de cohesionar económicamente y socialmente el continente. 
Me parece una mejor comparativa que la creación del euro o el Tratado de Roma. Estamos hablando de un instrumento financiero.

La incógnita es cómo evolucionará el fondo de recuperación.
Hay quien espera que sea temporal para la pandemia y después desaparezca. Lo que está claro es que no va a desaparecer de forma inmediata porque el repago de la deuda es muy a largo plazo, con lo cual el instrumento legalmente va a existir durante muchos años.
Y es muy difícil imaginarse que una vez creado el instrumento alguien vaya a querer desmontarlo. Es probable que si vuelve a haber otro choque asimétrico más adelante, como el instrumento ya está puesto en marcha, se pueda volver a utilizar. En la administración, y la UE no deja de ser una administración pública, las cosas temporales se vuelven permanentes. Este instrumento ha venido para quedarse, está clarísimo.

También se habla de un cambio de paradigma entre esta crisis y la de 2008-2010, aunque sean crisis distintas. ¿Hasta qué punto es así?
Europa ha salvado de alguna manera su futuro a través de esta operación, con el plan de recuperación ante la pandemia de la Comisión. Al inicio de la pandemia, los primeros datos que salían eran de desapego brutal con la UE en países como España e Italia. Había una sensación de abandono total, de insolidaridad total, y empezamos a denunciar que se estaba cociendo el germen de la destrucción del proyecto europeo, cuando los holandeses empezaron a decir que había que hacer auditorías sobre nuestro gasto público y todas estas cosas.
La verdad es que tuve la impresión de que el proyecto europeo entraba en una fase de no retorno. Y lo muy positivo de esto, más allá del instrumento financiero, es un mensaje político: la UE existe, tiene voluntad de afrontar esta crisis con instrumentos compartidos y es probable que sea un tópico que la UE avanza a base de crisis, pero no es tan tópico. Nos hemos encontrado con una crisis del demonio, y nos ha hecho dar un salto muy adelante: salimos con deuda compartida, algo muy importante.

¿Y cómo se vive en los Verdes cogobernar con Sebastian Kurz (PP europeo) en Austria y con los finlandeses, que aunque socialdemócratas también estaban en contra de la mutualización de deuda? Es verdad que los Verdes de momento están apoyando tanto el plan francoalemán como el de la Comisión.
A mí no me gusta nada el pacto austriaco. Yo jamás habría entrado en un acuerdo de gobierno con Kurz. Ellos argumentan que había que evitar que en el país se instalara un gobierno de Kurz con la extrema derecha, y que la única manera es que ellos entraran. Yo, aun así, no habría hecho ese pacto de Gobierno porque, aunque es muy avanzado en temas climáticos, en asuntos de migración es muy continuista.
También es verdad que al inicio estuvieron muy callados, porque ellos no gestionan los temas europeos ni en Austria ni en Finlandia, pero también hemos hecho un trabajo con el Partido Verde Europeo, con nuestra secretaria general, Mar García, vinculada a ICV y Catalunya en Comú para que hubiera pronunciamientos a favor de la resolución del Parlamento Europeo, del acuerdo francoalemán y la propuesta de la Comisión. Y los hemos tenido, tanto los finlandeses como los austriacos han salido a defender la propuesta y han tenido un efecto, sobre todo en Austria, a debilitar la posición de Kurz ante la negociación. Y eso ha sido muy positivo.
Los Verdes también gobiernan en Luxemburgo, y desde el primer minuto, a pesar de ser contribuyente neto, ha defendido la necesidad de mutualizar y tiene que ver con la presión de los Verdes.
Aunque no me guste el acuerdo con Kurz, sí que hay que reconocer que los Verdes han presionado allí donde han podido.


También la ha pasado al primer ministro neerlandés, Mark Rutte, que no tiene todo el apoyo de sus socios de coalición.
Los frugales llegan tocados, porque Dinamarca se ha desmarcado ya diciendo que están dispuestos a un acuerdo razonable. Fue muy sintomático ver a una eurodiputada como Esther de Lange [CDA, miembro popular de la coalición gobernante, no del partido de Rutte] en el debate del Parlamento Europeo, que intervino a favor de la propuesta, y es miembro de los cristiano demócratas que cogobiernan. Y luego los pronunciamientos de los verdes austriacos. Los austriacos y los holandeses llegan muy aislados, lo que no quiere decir que no vayan a plantar batalla, pero creo que hemos hecho loas cosas bien.


La otra incógnita es si pueda empezar a llegar el dinero antes del 1 de enero, cuando arranca el presupuesto plurianual.
La Comisión quiere que una parte del dinero llegue antes de que acabe el año. Vamos a tener que pegar un acelerón brutal en la tramitación de los dossieres. Han entrado, además de la petición de recursos propios, 15 reglamentos. La decisión de recursos propios va directamente al Consejo y necesita ratificación de todos los países para aumentar el techo de gasto. Pero el reglamento del Mecanismo es codecisión: trámite parlamentario, comisión, enmiendas, negociación en Consejo y trílogos. Esto es largo.
Una vez el Consejo de su visto bueno el 19 de junio, lo meten a trámite parlamentario, y todos estos debates de la condicionalidad, la primera pelea va a ser en el Parlamento.



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