"Se ha hablado de Green New Deal y de transición digital en las prioridades de la reconstrucción, pero falta un componente social importante que España podría incorporar en las negociaciones", afirma el eurodiputado de Catalunya en Comú
Bruselas propone un fondo anticrisis de 750.000 millones: un 33% en créditos y 140.000 millones para España
Ernest Urtasun (Barcelona, 1982) es
eurodiputado de Catalunya en Comú (en la candidatura de Unidas Podemos) y
vicepresidente del grupo parlamentario de Los Verdes en el Parlamento
Europeo. Miembro de la comisión de Economía desde la pasada legislatura,
Urtasun analiza el momento actual de la Unión Europea, en el que se
afronta una crisis sanitaria y económica desconocida en un siglo y las
herramientas para combatirla.
Esta misma semana la Comisión Europea ha presentado un plan de reconstrucción de 750.000 millones
–de los cuales 500.000 son en transferencias, subvenciones– que tendrá
que ser discutido por los jefes de Gobierno en un Consejo Europeo el
próximo 19 de junio.
¿Qué le parece la propuesta de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen?
La
Comisión estaba completamente perdida al inicio, algunos documentos que
se filtraron volvían con planes de movilización de dinero privado con
multiplicadores mágicos, lo cual habría sido una catástrofe. Y creo que,
en primer lugar con la presión del Parlamento con la resolución muy potente que aprobamos, y después, con el acuerdo franco alemán,
lo que ha presentado la Comisión es más decente. Lo que hay que
destacar es el cambio de posición de Alemania, que es lo que ha
permitido esto y que tiene que ver con que es el principal beneficiado
del mercado único y del euro. Y creo que ahí está la clave del cambio de
posición.
Tenemos un paquete de 500.000 millones en
transferencias, que aún falta ver la letra letra pequeña, y el debate
más importante que tendremos en el Parlamento será el de la condicionalidad. Pero en el contexto de lo que es la gobernanza de la zona euro es un paso adelante muy grande.
El
comisario europeo de Finanzas, Paolo Gentiloni (socialista italiano),
insistía en que no se trata de un rescate. Pero también es cierto que el
vicepresidente económico, Valdis Dombrovskis (popular letón), tiene un tono distinto. Y pesa el pasado de la troika. ¿Qué puede pasar con la condicionalidad?
Hay
un elemento novedoso relacionado a cómo funcionaba la troika, y es la
apropiación por parte de los Estados miembros del diseño del programa de
inversiones y de reformas que van a hacer.
Antes con
la troika firmabas un MoU y venían los hombres de negro a tu país a
decirte qué tenías que hacer. La lógica ahora es completamente
distinta, los países van a tener que diseñar ellos los planes de reforma
y de inversiones que van a tener después que mandar a
Bruselas respetando unos criterios generales de cumplimiento del
Semestre Europeo [mecanismo de gobernanza económico de la UE].
La
lógica es distinta y el punto de partida es mucho mejor. Dicho lo cual,
eso no significa que no vayamos a tener condicionalidad. Ya lo ha dicho
Dombrovskis: esto se enmarca dentro del semestre europeo y en sus
prioridades generales.
Ahí van a operar distintos
elementos. El primero es que se enmarca en las prioridades del semestre,
y tenemos que dar una batalla, porque el Parlamento no tiene ningún
poder de codecisión en el diseño de las recomendaciones generales del
semestre, porque son ejercicios que hacen los tecnócratas de la Comisión
con unas recomendaciones de país por país y nosotros en el Parlamento
Europeo hacemos unos informes de opinión sobre lo que nos parece.
El primer foco es tratar que el Parlamento tenga un control sobre ese diseño global.
Y,
en segundo lugar, está el asunto en hasta qué punto al vincularlo al
semestre lo van a querer vincular o no al cumplimiento del Pacto de
Estabilidad una vez suspendan la cláusula de escape [que permite no cumplir los topes de deuda y déficit], y esto para mí es el elemento central.
Si
lo vinculas al semestre, ¿significará que para que te aprueben el plan
tienes que cumplir el marco fiscal y lo que te digan? ¿Sí o no? Eso es
algo que cuando entren los textos legales en el Parlamento, porque se
han aprobado hasta 15 reglamentos que van a ser tramitados en el
Parlamento y es una batalla que vamos a tener que dar: no vincular eso
al cumplimiento de la vigilancia fiscal.
Ahí también
va a operar un poco la orientación política que le dé la Comisión, en el
sentido de que también el cumplimiento del marco fiscal puede tener
orientaciones distintas, y lo hemos visto en el pasado.
No es lo mismo el periodo de comisario de Economía de Olie Rehn [liberal finlandés], de 2010-2014, de austeridad hardcore,
hasta la llegada de Pierre Moscovici [socialista francés] en el 2014,
que hizo la Comunicacion [indicación de la Comisión a las instituciones
comunitarias] de flexibilización de las normas y que abrió un poco más
la mano.
Ahí también está la función de la Comisión Europea como órgano político, y ver si gana más Dombrovskis, que es un halcón,
o Gentiloni, más sensible al sur. Pero la ida central es que la batalla
principal del Parlamento con la tramitación de los reglamentos es que
estos planes no estén vinculados al cumplimiento del marco fiscal.
Porque,
en paralelo, la Comisión también pide que estén vinculados a
orientaciones generales de digitalización y transición verde.
Si
de lo que se trata es de cumplir unas orientaciones generales, incluso
tiene lógica que la UE que se va a endeudar y movilizar recursos para
invertir en los Estados miembros, diseñe unas orientaciones generales a
partir de los cuales los países desarrollen sus planes. Tiene lógica.
Pero una cosa es eso y la otra es que impongan el cumplimiento del marco
fiscal una vez vuelvan a poner en marcha el Pacto de Estabilidad y
Crecimiento. Esa es la línea donde va a estar la batalla.
Pero
insisto en que el diseño ya es completamente distinto a 2010, estamos
hablando a que en cualquier caso los planes los hacen los países y los
negocian una vez hechos con la Comisión Europea. Eso ya no tiene nada
que ver.
También es la primera vez
que se emite tanta deuda desde una institución comunitaria y se amplían
los recursos propios con nuevos impuestos que no tienen carácter
temporal, a diferencia del fondo de reconstrucción.
Han
presentado la decisión sobre los recursos propios, elevan el techo de
gasto al 1,4% de forma permanente y al 2% del PIB europeo de forma
temporal.
Y es interesante que en la Comunicación sí
hablan de los impuestos, pero en los textos legales de los reglamentes
de momento no vienen definidos, se deja para una negociación posterior.
Hay
endeudamiento, pero la cuestión del repago y qué tipo de figuras
impositivas no se decide ahora en los textos legales, sino más adelante.
Y vamos a tener una batalla política sobre ello. Pero, en cualquier
caso, está encina de la mesa la cuestión del impuesto en frontera sobre
el carbón, el impuesto digital... Como izquierda tenemos que apoyarlo
absolutamente.
Y a las grandes empresas.
Y
un impuesto a las grandes multinacionales que también está por definir.
Para mí una de las cosas positivas de esa emisión de deuda es que
fuerza a tener recursos propios para pagarla, porque los países no
quieren aumentar las contribuciones nacionales al presupuesto y eso ha
desbloqueado debates que teníamos atascados. Esto nos va a permitir
acelerar en estas nuevas medidas fiscales a escala europea.
España propuso 1,5 billones, esto es menos; el Parlamento lo propuso 2 billones
con la mitad en transferencias. De alguna manera esto se parece más a
lo que pidió el Parlamento, y el Gobierno ha reaccionado de forma
positiva. ¿Por qué puede ser suficiente para España?
Nosotros
queríamos más porque queríamos que tuviera más impacto macroeconómico.
El paquete tal y como está va a tener un impacto de un punto en el PIB,
que es muy importante, pero evidentemente podríamos haber llegado más
allá.
Primero lanzó una cifra el BCE, de 1,5 billones;
España y el Parlamento Europeo habían pedido una cifra similar. España
1,5 y el Parlamento había dicho 2 de paquete global, cuyo componente
principal era el fondo de reconstrucción y todo el mundo entendió que
estábamos hablando de alrededor de 1.
Esto es menos,
es verdad, pero hay que quedarse con el elemento positivo: estamos en
medio billón en transferencias, 750.000 millones total con los créditos,
pero lo importante es poner en marcha el instrumento. Una cosa que nos
enseña el proceso de integración, es que una vez que tienes el
instrumento, siempre podrás ampliar los fondos.
Obviamente,
cuando se creó la política de cohesión a finales de los 80, no se creó
tampoco con los volúmenes que tiene ahora la política de cohesión. Pero
una vez tienes el instrumento, siempre puedes movilizar más. Lo más
importante es que Europa se va a endeudar de forma compartida y que va a
hacer transferencias directamente a los países. ¿El volumen? Pues nos
habría gustado ir más allá.
Ahora
se prevé una negociación difícil en el Consejo Europeo, en la reunión de
líderes del 19 de junio. ¿A qué no debería renunciar España?
Yo creo que va a haber dos grandes bloques de negociación: uno va a ser la proporción transferencias-préstamos, y los frugales [Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia] van a intentar que la proporción sea mayor, pero España debe mantenerse firme en que no se baje del acuerdo francoalemán del medio billón.
Y
el otro elemento importante va a ser que los frugales van a intentar
reforzar la condicionalidad y que quede más explícito en el acuerdo el
cumplimiento del marco fiscal. Probablemente van a intentar restar
autonomía en el diseño de las reformas a los Estados miembros, que da
plena autonomía para hacer tu diseño.
Los dos grandes caballos de batalla serán esas: condicionalidad y proporción transferencias-préstamos.
Y
luego España puede aportar algo en la definición de las prioridades: se
ha hablado de Green New Deal y transición digital, pero falta un
componente social importante que España podría intentar incorporar.
Venimos
de sociedades que están aún muy maltrechas de la crisis anterior, con
unos niveles de desigualdad brutales, y España podría tratar de que esos
fondos fueran utilizados para combatir la desigualdad, la precariedad
laboral, etc.
El otro día Sassoli decía que vivimos el Día D de la Europa del siglo XXI, hay quien habla de momento hamiltoniano, en alusión a la primera mutualización de deuda en los EEUU de 1790. ¿Es para tanto?
El
otro día Jonás [Fernández, PSOE] dijo que es comparable a la creación
del euro. Yo quizá no iría tan lejos, yo lo compararía con la creación
de los fondos de cohesión a finales de los 80. Me pareció un
momento comparable, porque tiene esa vertiente de movilización de fondos
a escala europea propios como se hizo en su día y esa vertiente de
gasto para aquellos que más lo necesiten.
Yo lo
compararía con la creación de los fondos de cohesión a finales de los
80, tiene un componente parecido: movilización de recursos a escala
europea para las zonas que más lo necesitan con una idea de cohesionar
económicamente y socialmente el continente.
Me parece una mejor comparativa que la creación del euro o el Tratado de Roma. Estamos hablando de un instrumento financiero.
La incógnita es cómo evolucionará el fondo de recuperación.
Hay
quien espera que sea temporal para la pandemia y después desaparezca.
Lo que está claro es que no va a desaparecer de forma inmediata porque
el repago de la deuda es muy a largo plazo, con lo cual el instrumento
legalmente va a existir durante muchos años.
Y es muy
difícil imaginarse que una vez creado el instrumento alguien vaya a
querer desmontarlo. Es probable que si vuelve a haber otro choque
asimétrico más adelante, como el instrumento ya está puesto en
marcha, se pueda volver a utilizar. En la administración, y la UE no
deja de ser una administración pública, las cosas temporales se vuelven
permanentes. Este instrumento ha venido para quedarse, está clarísimo.
También
se habla de un cambio de paradigma entre esta crisis y la de 2008-2010,
aunque sean crisis distintas. ¿Hasta qué punto es así?
Europa
ha salvado de alguna manera su futuro a través de esta operación, con
el plan de recuperación ante la pandemia de la Comisión. Al inicio de
la pandemia, los primeros datos que salían eran de desapego brutal con
la UE en países como España e Italia. Había una sensación de abandono
total, de insolidaridad total, y empezamos a denunciar que se estaba
cociendo el germen de la destrucción del proyecto europeo, cuando los
holandeses empezaron a decir que había que hacer auditorías sobre
nuestro gasto público y todas estas cosas.
La verdad
es que tuve la impresión de que el proyecto europeo entraba en una fase
de no retorno. Y lo muy positivo de esto, más allá del instrumento
financiero, es un mensaje político: la UE existe, tiene voluntad de
afrontar esta crisis con instrumentos compartidos y es probable que sea
un tópico que la UE avanza a base de crisis, pero no es tan tópico. Nos
hemos encontrado con una crisis del demonio, y nos ha hecho dar un salto
muy adelante: salimos con deuda compartida, algo muy importante.
¿Y
cómo se vive en los Verdes cogobernar con Sebastian Kurz (PP europeo)
en Austria y con los finlandeses, que aunque socialdemócratas también
estaban en contra de la mutualización de deuda? Es verdad que los Verdes de momento están apoyando tanto el plan francoalemán como el de la Comisión.
A mí
no me gusta nada el pacto austriaco. Yo jamás habría entrado en un
acuerdo de gobierno con Kurz. Ellos argumentan que había que evitar que
en el país se instalara un gobierno de Kurz con la extrema derecha, y
que la única manera es que ellos entraran. Yo, aun así, no habría hecho
ese pacto de Gobierno porque, aunque es muy avanzado en temas
climáticos, en asuntos de migración es muy continuista.
También
es verdad que al inicio estuvieron muy callados, porque ellos no
gestionan los temas europeos ni en Austria ni en Finlandia, pero también
hemos hecho un trabajo con el Partido Verde Europeo, con nuestra
secretaria general, Mar García, vinculada a ICV y Catalunya en Comú para
que hubiera pronunciamientos a favor de la resolución del Parlamento
Europeo, del acuerdo francoalemán y la propuesta de la Comisión. Y los
hemos tenido, tanto los finlandeses como los austriacos han salido a
defender la propuesta y han tenido un efecto, sobre todo en Austria, a
debilitar la posición de Kurz ante la negociación. Y eso ha sido muy
positivo.
Los Verdes también gobiernan en Luxemburgo, y
desde el primer minuto, a pesar de ser contribuyente neto, ha defendido
la necesidad de mutualizar y tiene que ver con la presión de
los Verdes.
Aunque no me guste el acuerdo con Kurz, sí que hay que reconocer que los Verdes han presionado allí donde han podido.
También la ha pasado al primer ministro neerlandés, Mark Rutte, que no tiene todo el apoyo de sus socios de coalición.
Los
frugales llegan tocados, porque Dinamarca se ha desmarcado ya diciendo
que están dispuestos a un acuerdo razonable. Fue muy sintomático ver a
una eurodiputada como Esther de Lange [CDA, miembro popular de la coalición gobernante, no del partido de Rutte]
en el debate del Parlamento Europeo, que intervino a favor de la
propuesta, y es miembro de los cristiano demócratas que cogobiernan. Y
luego los pronunciamientos de los verdes austriacos. Los austriacos y
los holandeses llegan muy aislados, lo que no quiere decir que no vayan a
plantar batalla, pero creo que hemos hecho loas cosas bien.
La otra incógnita es si pueda empezar a llegar el dinero antes del 1 de enero, cuando arranca el presupuesto plurianual.
La
Comisión quiere que una parte del dinero llegue antes de que acabe el
año. Vamos a tener que pegar un acelerón brutal en la tramitación de los
dossieres. Han entrado, además de la petición de
recursos propios, 15 reglamentos. La decisión de recursos propios va
directamente al Consejo y necesita ratificación de todos los países para
aumentar el techo de gasto. Pero el reglamento del Mecanismo es
codecisión: trámite parlamentario, comisión, enmiendas, negociación en
Consejo y trílogos. Esto es largo.
Una vez el Consejo
de su visto bueno el 19 de junio, lo meten a trámite parlamentario, y
todos estos debates de la condicionalidad, la primera pelea va a ser en
el Parlamento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario