Cuando Alfonso Guerra o Inés Arrimadas y muchos otros hablan de los partidos constitucionalistas, de la conveniencia de que los partidos constitucionalistas se pongan de acuerdo, se refieren siempre al PP, al PSOE y a Ciudadanos,
y solo a ellos. Y a todos nos parece muy normal. ¿Lo es? Pues no lo es
en absoluto. Creo que es una visión completamente restrictiva de la
Constitución. Restrictiva y absurda. Si la Constitución es lo que yo
entendí que era en 1978, su capacidad de acogida es muy superior. No podemos llamar constitucionalistas solo a los que se encadenan al texto de la ley sino a quienes están dispuestos a acatarla, aunque quieran cambiarla
bastante, mucho o incluso muchísimo, si es utilizando los
procedimientos que marca el propio texto constitucional, y solo eso. Esa
es la diferencia y esa es la única línea que tenemos que considerar.
Y, efectivamente, en ese acatamiento -con más o menos gana, que este es otro asunto- es donde está el reconocimiento que tenemos que considerar. Lo de gana o menos gana, como decimos, no puede ser un valor. La derecha aprobó la Constitución del 78 tapándose la nariz y Aznar denostaba ese texto. Por tanto, el asunto no está en que se ame la ley sino en que se acate. Y ese acatamiento es el único elemento que debe ser considerado. En los acuerdos que intentan las fuerzas políticas, esta es la línea, la única línea roja verdadera. El resto es una interpretación, a mi juicio, empobrecedora de la Constitución. La Constitución se refuerza cuando acoge y se debilita cuando expulsa.
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