George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
viernes, 6 de diciembre de 2019
Constitution's day
Otra celebración, otro festejo
en el que recordar lo que nos ata
a un pasado de nubes y tormentas,
a la DANA perenne de una historia
que comenzó en el pub del Pleistoceno,
y en él se apalancó tan ricamente ;
siguió con reconquistas permanentes
de moros y cristianos, rojos, azules,naranjas,
verdes y morados, pero en el fondo negros,
más negros que el betún, tinieblas puras.
Y negros de la ONCE, para colmo y remate.
Socarrados y a ciegas. ¡Qué destino!
No es nada fácil salir vivos y aptos
para entender la vida,en semejante engendro,
triturador de cuerpos y de almas.
Se cambiaron las caras, los trajes, los discursos,
las recetas, las formas y uniformes,
las idas y venidas entre viento y marea,
y lo que fue decreto por que sí,
de ordeno y mando,
ahora es un repintado trampantojo
que unos cuantos pensaron
al calor congelado de una planicie inerte,
para que como dijo Lampedusa,
un testimonio fiel de la verdad
en su ya indiscutible Gattopardo,
pareciese cambiar lo sempiterno
para que nada cambie en realidad.
¿Cómo no celebrar enardecidos
el triunfo de tan noble iniciativa
que atravesando el cauce proceloso
de los siglos, se repite y se instala
en el mismo inconsciente colectivo
como intocable dogma
de plúmbea autoridad impepinable?
Pero, ¿cómo avanzar al mismo tiempo
por un mundo movido e inestable
metidos en el brick de una armadura
que no acepta los cambios necesarios
para poder moverse con holgura?
¿Cómo acoplar
el imparable curso de los pueblos
al flujo natural de la movida humana
si encima se les pone un trampantojo
para que no se vean ni se aprecien
los detritus, las ruinas y despojos,
y que así no se aprenda de una historia
que nunca debería repetirse
si no fallase tanto la memoria?
Pintar los sumideros con murales
ni tapa la miseria del sistema
ni evita que el hedor se desparrame.
Mejor hacer limpieza de prejuicios
de juicios y sentencias,
hasta cambiar de veras,
limpiando el corazón, la mente,
las ideas,
el alma, si la hubiere,
y la conciencia
antes de promulgar constituciones
para poder colar viejos chanchullos
que resisten el paso de los siglos
aferrados al peso de la herrumbre
de armaduras,
coronas y banderas dislocadas,
de lanzas y de escudos
que nada solucionan, pero que todo obstruyen
con la costra legal de su falacia
y que se han camuflado
como lo más normal
de Carta Magna.
Si una Constitución
carece de respuestas
para solucionar lo que nos mata
como estado de lesa democracia,
con justicia acoplable
al gusto de quien mande
porque haga lo que haga
goza de impunidad y manga ancha,
además de una sucia economía
que cubre las espaldas del poder
y es un cáncer social para la mayoría
a la que se amordaza con la ley...
En tales mimbres,
¿dónde queda el papel
de esa Constitución
tan exclusivamente celebrada,
sobre todo por quienes
de tal aberración sacan tajada?
Si una Constitución
que reconoce al pueblo soberano
le obliga a claudicar ante corona y trono
de un poder que no es demos arjé,
sino monos arjía,
y que reconociendo una pluralidad
más que evidente
en derechos deberes
con culturas hermanas y diversas
ciertas y federales,
revoca su sentido original y con la mano diestra
heredada de un tic dictatorial
intenta cancelar
lo que había redactado
con la izquierda
en tiempos de esperanza más sensatos,
que intentaron cambiar
la mugre original del cacicato
y solo han conseguido
prolongar el dislate
de no haberse atrevido a caminar
sin miedo ni ataduras, sin violencia
ni juegos lamentables, hasta finiquitar
en los mismos niveles desechables
de lo que habían venido a cancelar.
En un seis de diciembre como todos
salvo por el descanso laboral
de un largo puente,
en los pueblos de España acobardados
por tanto trapicheo y artimañas,
por tanto patrimonio del estrago,
la pura realidad lo deja bien patente:
Nada que celebrar,
salvo el sobrevivir a tanto fango
-que ya no es un derecho, es un milagro-,
pero eso sí,
un fango con caché legalizado,
muy constitucional.
Y muy enmierdado
con la venia intocable de toda autoridad
sin ética visible y demostrable.
Todo con la patente de una casa real
aunque inhábil e inútil
menos para cobrar,
que se nos lleva
el 0'9 del PIB sin más ni más,
repartido entre cinco elementos
del árbol familiar
en tres generaciones sucesivas
que ganan en un mes
sin dar más palo al agua
que el glamour de lecturas
y proclamas ad hoc,
lo que un español medio
nunca podrá ganar
ni en un par de trienios
de aperreada vida laboral
muy mal pagada.
Spain is different,
nos dicen desde fuera alucinando,
mas ¿cómo soportarlo y hasta cuándo?
A lo mejor al pueblo
le toca decir algo a ese respecto...
Más que constitución, necesitamos
una bifurcación constituyente
de convivencia en paz
sin destrozar la Tierra ni a la gente.
Y más que pplutocracia corromppida,
nos urge democracia decente y eficaz
que pueda conciliar derecho y vida
sin ser una estructura delincuente
cretina y montaraz.
Intransigente. Como ha sido en pasado
y en presente actual.
Mientras esto no cambie, seguiremos igual:
Nada que celebrar,porque nada es eterno
en modo temporal
(aunque en España nunca se sabe,
su tirón ppor lo rancio, lo indecente,
visceral y ppodrido es ya un preceppto
a vox en grito, a vox en cuello
y como casi todo bocado demencial
-que de la plastilina de la mugre
saca imperios-,
desespperante, violento, cutre,
burdo, obsceno);
demasiada basura a reciclar...
en el cambio climático global.
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