Cuento de corrupción
La aparición de un par de centenares de contratos donde se incluía la mítica cláusula de 1% de contrata obligatoria con los publicitarios favoritos de los populares, vuelve a poner en evidencia que el supuesto brazo incorrupto de la lideresa parece más bien corruptible
El Partido Popular es
como Míster Scrooge solo que, en lugar de aquellos fantasmas de las
navidades pasadas, presente y futuras, se le aparecen una y otra vez los
espectros de su corrupción pasada, presente y futura. La moraleja se
parece bastante a aquella que terminaba extrayendo el universal
personaje creado por Charles Dickens para su Cuento de Navidad
tras repasar su vida en la siempre educativa compañía de sus
apariciones navideñas: no hay redención sin arrepentimiento y enmienda y
nunca es demasiado tarde para arrepentirse.
La
aparición de un par de centenares de contratos donde se incluía la
mítica cláusula de 1% de contrata obligatoria con los publicitarios
favoritos de los populares, vuelve a poner en evidencia que el supuesto
brazo incorrupto de la lideresa parece más bien corruptible y que no se
trataba de manzanas podridas, ni casos aislados o facinerosos y
desaprensivos que venían a aprovecharse de la vocación de servicio de
los populares. Se trataba de un régimen, una manera de ejercer el poder
que había institucionalizado la corrupción y la usaba como modo de
gobierno y estilo de gestión
En su gira a lo Winston Churchill, no como el estadista
sino como si fuera una estrella del Kpop, Mariano Rajoy repite a quien
quiera escucharle que la corrupción fue el talón de Aquiles del PP. No
parece un acto de contrición, tampoco una señal de arrepentimiento.
Suena si acaso a un lamento por los costes que, seguramente de manera
harto inesperada, le generó la corrupción a su carrera política y a su
partido.
Pablo Casado actúa como si acabase de llegar y
nunca hubiera estado allí, como si la corrupción fuera agua del río que
ya se hubiera llevado la corriente. Pero en realidad, los populares más
bien chapotean en un estanque lleno con la misma agua encharcada y
corrupta de la cual nadie se ha hecho responsable ni nadie ha querido
limpiar. Que la Justicia tumbe uno tras otro a tus líderes y cargos, o
refute o ponga en evidencia una tras otra tus coartadas, se parece muy
poco a hacer limpieza o asumir la responsabilidad por la corrupción.
Mucho menos aún ofrece garantía alguna de que se está haciendo todo lo
posible para que no vuelva ocurrir. Más bien genera la sensación de que
solo se está haciendo todo lo posible pasar que no te vuelvan a cazar.
Seguirán
apareciendo los fantasmas de la podredumbre popular porque queda aún
pendiente una larga lista de procesos y sumarios. Solo con los casos
abiertos en la Comunidad de Madrid podrían llenarse una biblioteca. Algo
parecido sucede con los ERE y el socialismo andaluz. No llamar a la
corrupción o a sus responsables por su nombre, o asegurar que se trata
de un espectro del pasado no va evitar que aparezcan, en medio de la
noche, los fantasmas de la corrupción presente o la corrupción futura.
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