Help, Houston, tenemos un problema. ¿Qué hacemos con la peña de Vox en las instituciones? ¿Es democrático su comportamiento pateador descarado de la empatía social y de los DDHH de las mujeres maltratadas, que ni siquiera reconocen como delitos y que es motivo incluso de burlas e insultos degradantes por parte de ese grupo político al usar conceptos y lenguaje humillante para las víctimas?
Se invita a hacer un cordón sanitario ante semejante barbaridad. Pero ¿qué hay que entender en ese concepto? ¿Una metáfora alusiva o una realidad combativa?
¿Cuándo se usa un cordón sanitario? En las epidemias. Es decir en la invasión epidémica de una enfermedad contagiosa. ¿Se usa la violencia contra la enfermedad, que podría matar también a los enfermos y al personal sanitario?
No. El cordón sanitario no se basa en el ataque contra los virus, bacterias o microbios patógenos, se basa en la higiene y en la inmunización de la población amenazada. En hacer lo necesario para que los enfermos se curen y los sanos no se contagien. ¿Alguien se cura si en su enfermedad se le castiga? No. Se empeora.
Una epidemia social como Vox demuestra que las condiciones de salubridad democrática no son las mejores. Ergo, revisemos la higiene, la ventilación, la alimentación, el estrés, los medicamentos tóxicos que se aplican y empeoran la enfermedad. Los profesionales de la salud que se ocupan de la atención. ¿Están cualificados o se han contratado al tuntún sin hacerles pasar pruebas de selección o se las han hecho pero no las han pasado y por el desastre del sistema se les ha permitido enrollarse en camisas de once varas que les van enormes, solo porque llevan una camiseta con una sigla y con ella han pasado por ser lo que no son?
Seguramente el problema sobrepasa las previsiones del electorado; seguramente la democracia del siglo XXI no es la de la Grecia de Pericles ni la del siglo XX. Y la democracia y sus leyes deberían evolucionar con los tiempos. El cordón sanitario en tiempos de confusión total, partidos fake, voluntades tortuosas, opacidad repuganante y estados-cloaca debe ser una herramienta preventiva para evitar la descomposición de los estados y de la sociedad. Usar constantemente la agresividad, la provocación, el desprecio a la ciudadanía que no les vota, el insulto a la inteligencia y a la dignidad, la condena de la disidencia ideológica como delito político, la creación de conflictos estatales para camuflar la corrupción generalizada de un partido que gobierna arruinando a la mayoría y haciendo millonaria a la minoría que le subvenciona a base de comisiones, como la aparición de una sección del mismo partido camuflado de otra sigla, en el caso de Vox y c's, pero con las mismas intenciones, es un equipaje insostenible, que la Constitución española no tiene recursos para desactivar legalmente, puesto que ellos mismos manipulan los tribunales y cambian las leyes a su favor cuando gobiernan. Ese ensamblaje, ese tejido premeditado y estudiado para apoderarse de los poderes del estado y hacer del derecho político una retorcida soga al cuello para la Justicia y la Democracia, ha ido dando lugar a la indefensión de la ciudadanía, a la desconfianza total y al caos que la ultraderecha necesita para hacerse con el poder ante el desconcierto de la sociedad y de las propias instituciones. Esa situación necesita el cordón sanitario como aire para respirar.
Cordón sanitario es una ley clara que deje transparentes las atribuciones de la clase política, que no haya impunidad del cargo para los políticos y eso les obligará a ser impecables o a dimitir por no serlo. Un espectáculo como el de Ortega S. en el Ayuntamiento de Madrid, en Berlín, por ejemplo, habría sido ipso facto motivo de dimisión del interfecto por ley. Las leyes no deben ser amenazas, sino pedagogía que nos humanice y nos enseñe los límites de nuestros derechos cuando el abuso de estos se convierte en la vulneración de los derechos de los demás. Eso es el cordón sanitario: disponer de recursos legítimos y legales para corregir abusos, irresponsabilidades y falta total de inteligencia a la hora de gestionar las instituciones.
La inmunidad de los prebostes debe acabarse. Y debe ser necesaria la exigencia de un código ético que exija el máximo respeto a la ciudadanía por parte de sus empleados políticos, que para eso cobran cada mes un sueldazo y una dietas que salen de los impuestos de quienes las pasan canutas para llegar a fin de mes.
Ante la soga al cuello cívico de una casta sin ética ni escrúpulos, que menos que un cordón sanitario que al menos les deje las cosas claras. Nunca debe ser una venganza, sino una vacuna para prevenir males mucho peores que la prevención.
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