«Yo es que no creo en la homeopatía»
Hace algo más de un mes, en el contexto de una reunión de estudiantes
de Medicina de todas las universidades de Madrid, el conferenciante que cerraba
el acto compartió con los asistentes una conversación con una médica
especialista hospitalaria que era conocida suya.
Cuando esta le preguntó por su salud, conociendo que padecía un problema reumático, nuestro conferenciante después de agradecer su interés, le respondió que gracias al efecto de los probióticos que estaba empleando se sentía mucho mejor.
Y ni corta ni perezosa la experta hospitalaria le espetó de forma rotunda y sin la más mínima duda que ella no creía en la homeopatía.
Esta anécdota puede reflejar el nivel de conocimientos y sobre todo la actitud de muchos médicos ante las terapias que no conocen.
Y es que la frase contiene errores conceptuales. En primer lugar, los probióticos no son medicamentos homeopáticos ni tienen nada que ver con la homeopatía salvo la intención del terapeuta de ayudar a su paciente. Y, en segundo lugar, el verbo creer al menos en mi modesto entender no es el más apropiado para emitir un juicio, opinión u observación sobre un problema de salud y sus posibles tratamientos.
En la medicina del siglo XX basada en las pruebas, la creencia dejó paso a la evidencia soportada por las tres patas del conocimiento definidas por Sackett1 en un contexto de toma de decisiones compartidas: las pruebas científicas de los estudios clínicos, la experiencia del profesional y las preferencias del paciente.
No parece razonable escuchar a un médico decir que no cree en los antibióticos, en la cirugía protésica de rodilla o en la vacunación del tétanos por poner algunos ejemplos.
Sin embargo, expresar una opinión sobre las posibles alternativas terapéuticas ante un problema de salud concreto no es solo posible sino aconsejable, explicando y compartiendo nuestras dudas y certezas con el paciente a propósito del tratamiento a seguir.
Y dentro de esas posibles alternativas deben tener cabida todas aquellas terapias que el médico conozca valorando ventajas e inconvenientes con cada paciente individual. Terapias como la acupuntura, la homeopatía, terapias manuales, psicoterapias con las que el profesional se sienta cómodo por su adiestramiento y maestría y un largo etcétera.
En la era de la Medicina Integrativa2 todas las herramientas terapéuticas que sumen deben ser bienvenidas en la consideración de la complejidad del ser humano, en su salud y su modo de enfermar.
Terapias que aporten seguridad y efectividad, terapias que el médico conozca y practique, terapias que el paciente demande y elija.
En estos momentos en los que somos los propios médicos y la medicina los que estamos en tela de juicio es más importante que nunca hacer una reflexión individual y colectiva de nuestros errores y la dirección que la práctica médica está llevando para desaprender del “siempre se ha hecho así” o del “lo pone en el protocolo” y aprender de las cotidianas equivocaciones para poder ejercer nuestra profesión sin temor al burnout3 o al “corazón partido”4.
El problema actual no es creer en la homeopatía, en la cirugía o en la quimioterapia sino haber dejado de creer que somos una profesión y no un grupo de funcionarios o asalariados mejor o peor pagados que prestan un servicio a sus clientes.
Recuperar el sentido común y centrarse en lo verdaderamente importante para el médico debería ser el punto de partida de la nueva revolución6 que la práctica de la medicina necesita.
Porque como bien dice Abel Novoa7 “La medicina es una práctica que utiliza hechos (datos de los experimentos científicos o tecnologías) y valores (de pacientes y profesionales) y por eso nunca podrá estar totalmente definida por “lo científico”.
Y algo que debería ser el punto de partida para cualquier persona que quiera dedicarse a cuidar de los demás ha sido ocultado por aquellos que nos han formado en las facultades de medicina, en los hospitales y centros de salud durante nuestra residencia originando una creciente deshumanización8,9 de la atención sanitaria.
Se habla en diversos ámbitos de supuestas pseudoterapias cuando la medicina actual está dirigida por gente pretenciosa, dura en su tono y en sus ambiciones.
En realidad, todos estamos a merced de los pseudoprofesionales5, los managers, gestores, medios de comunicación e industria.
Un ejemplo paradigmático de la influencia de estos pseudoprofesionales es la reciente campaña “Tus huesos. Mañana y siempre” en el Día Mundial de la Osteoporosis. Rafael Bravo con su habitual agudeza y sentido común nos explica en su blog10 cómo tomando como excusa el día dedicado a la enfermedad, se lanza una campaña donde la protagonista no parece ser la osteoporosis sino un nuevo fármaco para tratarla temiéndose que la iniciativa parta del laboratorio fabricante en cuestión.
Hace más de 30 años que Thomas McKeown enunció que la medicina moderna es una nueva religión11, con sus propios rituales y dogmas y la profesión médica un nuevo sacerdocio.
Para Yuval Noah Harari12 el “Dataismo” es la base de esta moderna pseudo religión. Una base que nos conduce inexorablemente a dejar de hacer clínica y de mirar a los pacientes a los ojos y explorarles para rellenar más y más datos, la mayoría de ellos completamente inútiles. Este exceso de información o “registritis” impuesto desde los despachos condiciona la relación sanitario-paciente y es fuente de posibles conflictos éticos13.
Algunos de los principios de esta pseudoreligión han sido magistralmente enunciados por O´Mahony5 en su libro. La situación actual llama a la rebelión6 y la oposición desde el compromiso profesional, ético y científico a través de diversos textos y asociaciones14,15 cuyos esfuerzos e intereses van dirigidos a devolver a la medicina su esencia y a los profesionales y pacientes los recursos necesarios para afrontar los dogmas que generan iatrogenia y dificultan el sostenimiento de los sistemas públicos de salud.
En este contexto creer o no creer en cualquier tipo de terapia convencional o alternativa no es la cuestión. El problema está en recuperar la práctica médica.
Porque ya decía Ortega, que la medicina no es una ciencia sino una profesión, una práctica. Una práctica que necesita de las pruebas cuando estas están disponibles y son fiables y de la experiencia de los profesionales. Una práctica que precisa compartir las preocupaciones y expectativas de los pacientes. Una profesión centrada en los valores que los médicos nunca debimos perder.
Valores como la honestidad, el compromiso, la pasión y la compasión imprescindibles a la hora de atender a cualquier paciente. Sin no olvidar la cualidad que todo sanitario debería tener y que desafortunadamente está tan poco en uso; la humildad.
Seamos humildes, porque todos tenemos mucho que aprender. Y antes de hacer una afirmación pensemos bien lo que decimos. En su veracidad y en el efecto que tiene sobre los demás.
Oncólogos, cirujanos, pediatras, médicos de cualquier especialidad tenemos que saber que disponemos de una herramienta principal para curar, aliviar y consolar. Porque incluso cuando aparentemente no hay nada que hacer, como diría el poeta Blas de Otero en la voz de Paco Ibáñez16, nos queda la palabra.
1. Sackett D, Rosenberg W, Muir JA, Haynes RB, Richardson S. Evidence based medicine: what it is and what isn´t. Br Med J. 1996;312:71-72
2. Eres N, Serrano J, Menassa A, Mejía S. Oncología integrativa. Manual básico y clínico. Panamericana. Madrid. 2019
3. Gavilán E. Cuando ya no puedes más: Viaje interior de un médico- 2019
4. https://blogs.bmj.com/bmj/2019/10/23/jonathan-glass-the-heart-sink-doctor/
5. O´Mahony S. Can medicine be cured? The corruption of a profesión. Head of Zeus. London. 2019
6. Montori V. Why we revolt: A patient revolution for careful and kind care. Rochester Minnesota USA. 2017
7. http://www.nogracias.org/2019/06/01/que-tipo-de-racionalidad-da-cuenta-del-progreso-en-medicina-la-importancia-de-las-controversias-por-abel-novoa
8. https://www.actasanitaria.com/los-medicos-saben-hablar-pero-no-escuchar/
9.https://www.researchgate.net/publication/26767120_The_Devil_is_in_the_Third_Year_A_Longitudinal_Study_of_Erosion_of_Empathy_in_Medical_School
10. https://rafabravo.blog/2019/10/29/tus-huesos-manana-y-siempre/
11. McKeown T. The origins of human disease. Basil Blackwell. Oxford. 1988.
12. Harari Y N. Homo Deus: a brief history of tomorrow. Harvill Secker. London. 2016.
13. http://sano-y-salvo.blogspot.com/2018/10/el-hiperregistro-o-registritis-en-el.html
14. http://www.nogracias.eu/2017/07/20/profesional-sin-atributos-la-ideologia-la-medicina-cientifica-abel-novoa/
15. http://www.choosingwisely.org/resources/updates-from-the-field/choosing-wisely-en-espanol/
16. https://www.youtube.com/watch?v=2C4GRwfEaMQ
Cuando esta le preguntó por su salud, conociendo que padecía un problema reumático, nuestro conferenciante después de agradecer su interés, le respondió que gracias al efecto de los probióticos que estaba empleando se sentía mucho mejor.
Y ni corta ni perezosa la experta hospitalaria le espetó de forma rotunda y sin la más mínima duda que ella no creía en la homeopatía.
Esta anécdota puede reflejar el nivel de conocimientos y sobre todo la actitud de muchos médicos ante las terapias que no conocen.
Y es que la frase contiene errores conceptuales. En primer lugar, los probióticos no son medicamentos homeopáticos ni tienen nada que ver con la homeopatía salvo la intención del terapeuta de ayudar a su paciente. Y, en segundo lugar, el verbo creer al menos en mi modesto entender no es el más apropiado para emitir un juicio, opinión u observación sobre un problema de salud y sus posibles tratamientos.
En la medicina del siglo XX basada en las pruebas, la creencia dejó paso a la evidencia soportada por las tres patas del conocimiento definidas por Sackett1 en un contexto de toma de decisiones compartidas: las pruebas científicas de los estudios clínicos, la experiencia del profesional y las preferencias del paciente.
No parece razonable escuchar a un médico decir que no cree en los antibióticos, en la cirugía protésica de rodilla o en la vacunación del tétanos por poner algunos ejemplos.
Sin embargo, expresar una opinión sobre las posibles alternativas terapéuticas ante un problema de salud concreto no es solo posible sino aconsejable, explicando y compartiendo nuestras dudas y certezas con el paciente a propósito del tratamiento a seguir.
Y dentro de esas posibles alternativas deben tener cabida todas aquellas terapias que el médico conozca valorando ventajas e inconvenientes con cada paciente individual. Terapias como la acupuntura, la homeopatía, terapias manuales, psicoterapias con las que el profesional se sienta cómodo por su adiestramiento y maestría y un largo etcétera.
En la era de la Medicina Integrativa2 todas las herramientas terapéuticas que sumen deben ser bienvenidas en la consideración de la complejidad del ser humano, en su salud y su modo de enfermar.
Terapias que aporten seguridad y efectividad, terapias que el médico conozca y practique, terapias que el paciente demande y elija.
Creer o no creer he ahí el dilema
Porque no debemos confundir credulidad del paciente y creencia del médico con la maestría de este para proponer un tratamiento más eficaz basado en su capacidad de hacer sentir al paciente que está en buenas manos. Esa cualidad de cualquier buen terapeuta se conoce como asertividad y nada tiene que ver con la creencia o el engaño sino con la capacidad innata del médico de utilizarse en beneficio del paciente como el mejor medicamento posible.En estos momentos en los que somos los propios médicos y la medicina los que estamos en tela de juicio es más importante que nunca hacer una reflexión individual y colectiva de nuestros errores y la dirección que la práctica médica está llevando para desaprender del “siempre se ha hecho así” o del “lo pone en el protocolo” y aprender de las cotidianas equivocaciones para poder ejercer nuestra profesión sin temor al burnout3 o al “corazón partido”4.
RECUPERAR EL SENTIDO COMÚN Y CENTRARSE EN LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE PARA EL MÉDICO DEBERÍA SER EL PUNTO DE PARTIDA DE LANUEVA REVOLUCIÓN6 QUE LA PRÁCTICA DE LA MEDICINA NECESITA
En su imprescindible libro O´Mahony5 revisa todas aquellas circunstancias que nos han llevado a la situación actual de la medicina con la falta de confianza de los pacientes, la disminución del prestigio social del que antes gozábamos los profesionales sanitarios y las exigencias de gerentes, políticos y medios de comunicación que confunden a los pacientes creando expectativas irreales de la capacidad de la medicina y a los médicos sobre su verdadera labor.El problema actual no es creer en la homeopatía, en la cirugía o en la quimioterapia sino haber dejado de creer que somos una profesión y no un grupo de funcionarios o asalariados mejor o peor pagados que prestan un servicio a sus clientes.
Recuperar el sentido común y centrarse en lo verdaderamente importante para el médico debería ser el punto de partida de la nueva revolución6 que la práctica de la medicina necesita.
Porque como bien dice Abel Novoa7 “La medicina es una práctica que utiliza hechos (datos de los experimentos científicos o tecnologías) y valores (de pacientes y profesionales) y por eso nunca podrá estar totalmente definida por “lo científico”.
Y algo que debería ser el punto de partida para cualquier persona que quiera dedicarse a cuidar de los demás ha sido ocultado por aquellos que nos han formado en las facultades de medicina, en los hospitales y centros de salud durante nuestra residencia originando una creciente deshumanización8,9 de la atención sanitaria.
Se habla en diversos ámbitos de supuestas pseudoterapias cuando la medicina actual está dirigida por gente pretenciosa, dura en su tono y en sus ambiciones.
En realidad, todos estamos a merced de los pseudoprofesionales5, los managers, gestores, medios de comunicación e industria.
Un ejemplo paradigmático de la influencia de estos pseudoprofesionales es la reciente campaña “Tus huesos. Mañana y siempre” en el Día Mundial de la Osteoporosis. Rafael Bravo con su habitual agudeza y sentido común nos explica en su blog10 cómo tomando como excusa el día dedicado a la enfermedad, se lanza una campaña donde la protagonista no parece ser la osteoporosis sino un nuevo fármaco para tratarla temiéndose que la iniciativa parta del laboratorio fabricante en cuestión.
Hace más de 30 años que Thomas McKeown enunció que la medicina moderna es una nueva religión11, con sus propios rituales y dogmas y la profesión médica un nuevo sacerdocio.
Para Yuval Noah Harari12 el “Dataismo” es la base de esta moderna pseudo religión. Una base que nos conduce inexorablemente a dejar de hacer clínica y de mirar a los pacientes a los ojos y explorarles para rellenar más y más datos, la mayoría de ellos completamente inútiles. Este exceso de información o “registritis” impuesto desde los despachos condiciona la relación sanitario-paciente y es fuente de posibles conflictos éticos13.
Algunos de los principios de esta pseudoreligión han sido magistralmente enunciados por O´Mahony5 en su libro. La situación actual llama a la rebelión6 y la oposición desde el compromiso profesional, ético y científico a través de diversos textos y asociaciones14,15 cuyos esfuerzos e intereses van dirigidos a devolver a la medicina su esencia y a los profesionales y pacientes los recursos necesarios para afrontar los dogmas que generan iatrogenia y dificultan el sostenimiento de los sistemas públicos de salud.
En este contexto creer o no creer en cualquier tipo de terapia convencional o alternativa no es la cuestión. El problema está en recuperar la práctica médica.
Porque ya decía Ortega, que la medicina no es una ciencia sino una profesión, una práctica. Una práctica que necesita de las pruebas cuando estas están disponibles y son fiables y de la experiencia de los profesionales. Una práctica que precisa compartir las preocupaciones y expectativas de los pacientes. Una profesión centrada en los valores que los médicos nunca debimos perder.
Valores como la honestidad, el compromiso, la pasión y la compasión imprescindibles a la hora de atender a cualquier paciente. Sin no olvidar la cualidad que todo sanitario debería tener y que desafortunadamente está tan poco en uso; la humildad.
Seamos humildes, porque todos tenemos mucho que aprender. Y antes de hacer una afirmación pensemos bien lo que decimos. En su veracidad y en el efecto que tiene sobre los demás.
Oncólogos, cirujanos, pediatras, médicos de cualquier especialidad tenemos que saber que disponemos de una herramienta principal para curar, aliviar y consolar. Porque incluso cuando aparentemente no hay nada que hacer, como diría el poeta Blas de Otero en la voz de Paco Ibáñez16, nos queda la palabra.
1. Sackett D, Rosenberg W, Muir JA, Haynes RB, Richardson S. Evidence based medicine: what it is and what isn´t. Br Med J. 1996;312:71-72
2. Eres N, Serrano J, Menassa A, Mejía S. Oncología integrativa. Manual básico y clínico. Panamericana. Madrid. 2019
3. Gavilán E. Cuando ya no puedes más: Viaje interior de un médico- 2019
4. https://blogs.bmj.com/bmj/2019/10/23/jonathan-glass-the-heart-sink-doctor/
5. O´Mahony S. Can medicine be cured? The corruption of a profesión. Head of Zeus. London. 2019
6. Montori V. Why we revolt: A patient revolution for careful and kind care. Rochester Minnesota USA. 2017
7. http://www.nogracias.org/2019/06/01/que-tipo-de-racionalidad-da-cuenta-del-progreso-en-medicina-la-importancia-de-las-controversias-por-abel-novoa
8. https://www.actasanitaria.com/los-medicos-saben-hablar-pero-no-escuchar/
9.https://www.researchgate.net/publication/26767120_The_Devil_is_in_the_Third_Year_A_Longitudinal_Study_of_Erosion_of_Empathy_in_Medical_School
10. https://rafabravo.blog/2019/10/29/tus-huesos-manana-y-siempre/
11. McKeown T. The origins of human disease. Basil Blackwell. Oxford. 1988.
12. Harari Y N. Homo Deus: a brief history of tomorrow. Harvill Secker. London. 2016.
13. http://sano-y-salvo.blogspot.com/2018/10/el-hiperregistro-o-registritis-en-el.html
14. http://www.nogracias.eu/2017/07/20/profesional-sin-atributos-la-ideologia-la-medicina-cientifica-abel-novoa/
15. http://www.choosingwisely.org/resources/updates-from-the-field/choosing-wisely-en-espanol/
16. https://www.youtube.com/watch?v=2C4GRwfEaMQ
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