Discurso de Pablo Iglesias en el Parlamento Europeo
Pablo Iglesias | Podemos | 1/7/2014
Es un honor dirigirme a
ustedes para presentar mi candidatura a la presidencia de esta cámara.
Este parlamento está llamado a representar la soberanía de Europa y
debemos, señorías, estar a la altura de lo que ello significa hoy.
El sueño de Europa ha
sido sepultado muchas veces pero siempre consiguió despertar de nuevo.
Así sucedió hace casi 70 años: Europa volvió a despertar en la
resistencia de sus pueblos contra el fascismo, en los supervivientes de
los campos de exterminio, en quienes dieron su vida por la justicia y la
libertad. Millares de compatriotas míos, que habían luchado defendiendo
la democracia en España, participaron en esa lucha y en ese sueño de
justicia. No se imaginan el orgullo que me produce como español que los
primeros tanques que entraron a liberar Paris fueran guiados por
combatientes españoles. Hoy, cuando la intolerancia y la xenofobia
vuelven a amenazarnos, quiero reivindicar la memoria europea del
antifascismo y la de todos los pueblos amantes de la libertad y la
democracia.
Señorías, lo mejor de
nuestro continente y de nuestra historia común se forjó en las
revoluciones que hicieron al pueblo sujeto de derechos, por encima de
reyes, de dioses, de nobles y de grandes propietarios. El mejor
patrimonio de Europa es la voluntad de sus ciudadanos de ser libres y no
ser siervos de nadie. No ser siervos de nadie, señorías, eso es la
democracia.
Por eso hoy debo
decirles que los pueblos a los que debemos las libertades y los derechos
sociales no lucharon por una Europa en la que sus gentes vivan en el
miedo a la pobreza, a la exclusión, al desempleo o al desamparo frente a
la enfermedad. La expropiación de la soberanía y el sometimiento al
gobierno de las élites financieras, amenazan el presente y el futuro de
Europa, amenazan nuestra dignidad, amenazan la igualdad, la libertad y
la fraternidad, amenazan nuestra vida en común. La creación de nuevas
instancias supranacionales no tiene que pagarse al precio de incapacitar
a la ciudadanía. Nuestros pueblos no son menores de edad, ni colonias
de ningún fondo de inversiones, no conquistaron y defendieron su
libertad para entregársela a una oligarquía financiera. No son términos
abstractos, señorías, todos ustedes conocen bien el problema. Es
escandalosa la facilidad con que se mueven aquí los lobbies al servicio
de grandes corporaciones así como las puertas giratorias que convierten a
los representantes de la ciudadanía en millonarios a sueldo de grandes
empresas. Hay que decirlo alto y claro: esta manera de funcionar hurta
la soberanía de los pueblos, atenta contra la democracia y convierte a
los representantes políticos en casta.
Señorías, la democracia
en Europa ha sido víctima de una deriva autoritaria. En la periferia
europea la situación es trágica: nuestros países se han convertido casi
en protectorados, en nuevas colonias, donde poderes que nadie ha elegido
están destruyendo los derechos sociales y amenazando la cohesión social
y política de nuestras sociedades.
De América Latina
aprendimos que la deuda externa está diseñada para ser impagable, y que
los países que más han crecido lo hicieron con una quita sustancial y
una auditoría pública de su deuda. Todos conocen en esta cámara la deuda
perdonada hace no tanto tiempo a Alemania. No es sólo una cuestión de
justicia, tiene que ver con la integración europea y con la democracia:
la deuda es hoy un mecanismo de mando y saqueo de los pueblos del sur.
Eso es lo que está sucediendo en esos países que, con marcado racismo,
algunos denominan PIGS. Pero supongo que son ustedes conscientes de que
no hay Europa sin sus pueblos del Sur, como no la hay sin sus pueblos
del Este, sometidos también a duras condiciones de la Troika, cuyo rumbo
amenaza con destruir el proyecto europeo dejando un rastro de miseria,
pobreza y violencia.
Pero hay otro camino.
Hay alternativa a las políticas de empobrecimiento y al secuestro de la
soberanía. Este Parlamento, en esta hora crítica para Europa, debe estar
a la altura, debe demostrar sensibilidad y convertirse en el epicentro
de una sacudida democrática en la Unión Europea, una sacudida que frene
la deriva autoritaria de la Troika. Este Parlamento debe expresar la
legitimidad democrática de origen que a todos nos reúne, la voz de los
ciudadanos, y no los arreglos entre élites. El Parlamento Europeo no
puede ser un premio de consolación, ni una jubilación dorada.
Señorías, Hoy yo no me
dirijo a una cámara de cinco, seis o siete grupos parlamentarios.
Tampoco me dirijo a las maquinarias de partido. Me dirijo a ustedes,
señoras y señores eurodiputados, porque ustedes tienen un contrato de
responsabilidad política firmado con sus pueblos. Me dirijo a los
demócratas y a sus conciencias. Nuestra primera fidelidad, a la que
todas las demás deben supeditarse, es con los ciudadanos que nos han
elegido. Ellos no están en los pasillos de este edificio, ni en los
hoteles que rodean esta cámara. Pero recuerden: ellos son los soberanos y
tarde o temprano pedirán cuentas de lo que se ha hecho en su nombre.
Me dirijo también y muy
especialmente a mis colegas eurodiputados de los países del sur de
Europa. Ustedes han visto las consecuencias reales que tienen las
políticas impuestas por la Troika. Ustedes saben que las políticas de
austeridad han fracasado: nuestros países son hoy más pobres, con
economías destruidas, con sociedades heridas de injusticia e
instituciones cuarteadas por la corrupción y el descrédito. Ustedes
saben que es hora de ayudar a nuestros países a ponerse de nuevo en pie.
Les pido que al menos hoy voten como griegos, como irlandeses, como
portugueses, como italianos, como checos, como polacos, como rumanos,
como españoles. No sólo para que puedan mirar a la cara a su gente
cuando vuelvan a casa, sino porque así estarán defendiendo Europa. Les
pido su voto consciente de que muchos de ustedes no comparten este
secuestro de la democracia, sabiendo que muchos de ustedes están
sinceramente comprometidos con el bienestar de sus pueblos. Les pido el
voto para frenar a la gran coalición que impone la austeridad y el
totalitarismo financiero.
Quiero dirigir mis
últimas palabras a la ciudadanía y a los pueblos de Europa que han
salido a la calle en estos años para defender justicia social y la
democracia. A los millones que habéis dicho basta en las plazas
europeas, quiero deciros que sois el orgullo, el corazón democrático de
Europa. Mantened alta la bandera de la dignidad. Los pueblos de Europa
hemos pasado por peores situaciones y nos hemos sacudido a los déspotas.
No sé si hoy podremos arrebatarle la presidencia de este parlamento a
la gran coalición pero si nos seguís empujando os aseguro que
venceremos. El mañana es nuestro.
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