domingo, 6 de julio de 2014

"Illuminati"

Están por todas partes. Son una plaga. Vas en el metro y allí te los encuentras, inmisericordes, iluminando el microespacio que les separa de otro iluminador y de otro y de otro, de vagón en vagón, te rodean y te iluminan quieras o no, hasta la parada salvadora en que te bajas para hacer transbordo. Gli illuminati, no obstante el conato de fuga, no perdonan, te localizan también en la parada del transbordo y se te sientan uno a cada lado del mismo banco. Tú en el medio, como un patético sandwich sin escapatoria. Te persiguen en el ascensor, en la cola del super, en el autobús, en un café, en la heladería, en la frutería de Abdul y Omar, en el cine. En la ópera, en Les serenates musicals d'estiu, un hueco ideal para compartir con la música, la noche y las estrellas, que ellos invaden sin compasión, o en las salas de conciertos, en las conferencias de Ca Revolta, o en la presentaciones de libros, en el kiosco de la esquina, en la espera del cruce mientras cambia el semáforo o en las manis de protesta, cuando te apachuchan contra la pared para tomar un plano "original" de la bandera de su división acorazada. Los illuminati han conseguido el sueño de su larga historia: apoderarse del aire que respiras, del microespacio que ocupas en el mundo, como las multinacionales del tabaco, del plástico y las del automóvil o la religión católica romana. Allí están todas las víctimas de los dividendos bursátiles y bancarios, móvil avizor y smartphone en ristre, agarrados a su selfy infinito, reproduciéndose a sí mismos por todas partes y pagando una pasta cada mes por estar al loro tecno-ilógico. Estoy aquí; me afirmo y me confirmo a mí mismo en mi circunstancia; me autoilumino en azules como si fuese una aparición del fantasma del metro, de la ópera o del semáforo, un Belfegor stand-by; qué orteguianos son estos "illuminati", poddió!
Y, siguiendo a Ortega, qué masa tan poco rebelde; como el mismo don José escribía: la característica de la masa es que sus componentes, uno a uno, están convencidos de su originalidad distintiva que los hace diversos de los demás, que piensan y sienten al respecto, exactamente lo mismo. Será por eso por lo que en el móvil dispensador de originalidades reproducidas, la masa sin conciencia está encontrando la piedra filosofal con que lapidar definitivamente a la maltrecha filosofía de marras, bella inútil, que sólo ha servido para decorar curriculums y permitir que el mundo haya llegado a este estado de invasión y de indefensión en el mismo pack. Con razón Marx, que empezó como profesor de Filosofía, acabó llegando a la conclusión de que es una crueldad filosofar y especular al margen del dolor que causa la injusticia "normalizada" y de encontrarle soluciones. Si esa hermosa ciencia no nos despierta las conciencias, o es que nos la han enseñado fatal o es que no nos sirve para crecer en humanidad. O sea, que no sirve para nada serio.

Lleva razón la insensatez de Wert, a pesar  de todo, parece que su sistema se ha salido con la suya por pura y durísima evidencia. Una filosofía que después de tantos años en los programas docentes, no ha sido capaz de lograr algo mejor en la sociedad que una mayoría absoluta del pp y esta manía "illuminativa" multinacional globalizadora,  mejor sustituirla por una buena crisis que lleve al hombre a reaccionar ante deber elegir entre el selfy y la comida diaria, entre el tabaco rubio y la calefacción, entre la escuela de sus hijos, las aspirinas y el sintrón del abuelo y el smartphone o la tablet, entre las visitas papales, el IBI para todos y la Mezquita de Córdoba, entre el aborto y la ignominia exterminadora de posibles  "nascituri". That's the question...que diría Shakespeare por boca de Hamlet.

Lo patético es que las espectrales luces de estos artilugios no sólo no acaban con las tinieblas de la inteligencia, es que las deslumbran y las disfrazan de una luz sobeteada y fría, que dura lo mismo que la carga de una batería de móvil: un suspiro. Así  nos cunde. Las cadenas de la esclavitud, una vez más, han cambiado de formato.

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