por Moncho Alpuente
Cuando el cíclope Polifemo, hijo de Poseidón, preguntó su nombre a Ulises, al que tenía cautivo en su cueva con sus compañeros a los que iba devorando, Ulises Odiseo, hijo de Laertes, del linaje de Zeus, le respondió: “ Mi nombre es Nadie” y cuando el astuto héroe le privó de su único ojo para escapar, el cíclope se quejó a sus hermanos: “Nadie me hizo esto, Nadie me ha herido” y los otros cíclopes pensaron que su ceguera había sido causada por una maldición de los dioses.
“Nadie ha podido demostrar que nadie se ha beneficiado de nada” respondió Camps a los periodistas tras su comparecencia como testigo en el caso Noos. 14 veces en menos de un minuto pronunció la palabra nadie el expresident valenciano aunque no sea de justicia la comparación entre el atildado político valenciano y el ingenioso Ulises. A Camps, el de los trajes, solía llamarle “Forrest Camps” su jefe Eduardo Zaplana cuando lo tenía a su servicio en la Generalitat. “Forrest”, apodado también “El curita”, por sus modos clericales, hoy es casi Nadie, un don nadie que después de haber hundido más en la corrupción a su gobierno y expoliado las arcas públicas, solo puede presumir de su cuidado guardarropa, la Justicia no ha podido incautarse de su vestuario, como sí le ha ocurrido a su colaborador Bertoret cuyas vestiduras prestadas por la trama Gürtel han ido a parar a los contenedores de la beneficencia, tras serles arrancadas las etiquetas como se despoja a un militar traidor de sus estrellas y galones para escarnio público, trajes anónimos para que los que los hereden no hereden también tan malos hábitos, que no hacen al monje, ni al “curita”, pero algo ayudan. Vestido con esos trajes de Young For Ever cualquier ciudadano libre de toda sospecha puede sentir la tentación de dedicarse a la estafa y al saqueo de la cosa pública .
En las covachuelas del caso Noos, el papel de Polifemo le cuadraría mejor a la omnívora Rita Barberá que al anoréxico Camps, siempre muy preocupado por su dieta para guardar la línea y poder llevar con elegancia sus trajes, sobre todo sus pantalones con trabilla para elevar sus glúteos y subrayar su fino talle de avispa. Con las conversaciones de Camps con su sastre de cabecera, José Tomás, convocado a veces de urgencia en la suite de un lujoso hotel madrileño, podría seguramente confeccionarse un manual de la elegancia masculina y no habría peor castigo para nuestro Petronio que un tribunal le condenara a vestir durante el resto de sus días un tosco sayal de burdo paño como un sambenito de los que la Inquisición proporcionaba a sus reos. Mientras tanto meditaremos sobre su último testimonio, muy en la línea de las declaraciones de su Jefe Rajoy: “Nada es verdad, salvo alguna cosa” y “nadie puede demostrar que nadie se haya beneficiado de nada” que dijo Camps, parecen complementarse y podrían formar parte del mismo discurso. Pero hay más perlas en el testimonio de Camps, como esta: “Las cosas que no se recuerdan es muy difícil recordarlas”. Los don nadies no dicen nada salvo alguna cosa y los don nadies abundan y se multiplican vertiginosamente por todos los rincones. Nadie siguió los cursos de formación pagados con dinero público pero miles de nadies, como legión de fantasmas, aparecían en sus nóminas en las que figuraban taxistas, vendedores ambulantes, feriantes y amigos y familiares de los presuntos convocantes, nadie se formó pero ellos se forraron con las falsas convocatorias de Madrid entre las que figuraban cursos sobre como utilizar un GPS. Nadie se llevó 17 millones de euros. Ese mismo Nadie filtró desde el Ministerio del Interior el fraude de los cursos de formación en Andalucía antes de que la investigación de la policía ofreciera datos concretos. Nadie está en todas partes, en empresas, sindicatos y partidos, en Madrid, en Valencia y en Andalucía, no somos nada, nadie nos ataca, nadie nos ciega. Que la venganza de Poseidón caiga sobre Nadie con la fuerza de un tsunami como cayó contra el astuto Ulises cuando la deidad marina descubrió el engaño.
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