martes, 22 de abril de 2014

La voz de Iñaki

 
Bipartidismo: ¿estabilidad o inmovilismo?
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Buena pregunta, amigo Iñaki. Modestamente, en mi opinión, para aclararnos acerca del bipartidismo, habría que hacer un corte distintivo entre la teoría ideológica y la praxis cívica y ética.
La teoría de las ideas políticas y/o religiosas como bases mantenedoras de un sistema de alternancias en la gestión del poder social en la Polis, se ha quedado sin argumentos ante el flagelo descarnado de la realidad. Esas ideas que durante doscientos años, más o menos, han ido nutriendo el cuerpo de la gobernanza occidental se han ido diluyendo, deshilachando y pudriendo, sin remisión. Y eso no es necesariamente malo, sino el fruto de los cambios en la conciencia social, política e ideológica que acompañan al desarrollo psicoemotivo de la evolución humana. Es imposible tener a los setenta años la misma agilidad, fortaleza, resistencia y reflejos que a los veinte, por muy bien que uno se conserve. Poco a poco llega el relevo y las nuevas ideas que ampliarán el horizonte de la ciencia, del estudio, de la investigación y del trabajo en general. De la cultura, de la educación;  valores que se amplían o se cambian o desaparecen. Pensar que la especie cambie y no cambien los modos de gestionarse es inconcebible.
El feudalismo, por ejemplo, comenzó su declive con los asentamientos de la burguesía, un fenómeno nuevo, que dio lugar a otro concepto muy distinto de organización social, que culminó a su vez con el concepto de la ciudad renacentista como resultado. Los señores feudales se civilizaron a la fuerza, se convirtieron en mecenas del arte y unidos a la inquietud renovadora de los burgueses dieron lugar a la ciudad tal y como la conocemos hoy. Eso produjo cambios tremendos, donde el poder fue abandonando la brutalidad del analfabeto omnipotente, para convertirse en cortes y principados, como los Medici,  que administraban la justicia, el orden, la defensa y la belleza del arte. Los torneos pasaron a ser justas poéticas y las grandezas de los mandamases sólo se consideraban grandes, si un gran artista las convertía en lienzo al óleo o en estatua o en capilla conmemorativa del "milagro" ad hoc o en cantata solemne. Así han ido cambiando modos y sensibilidades, modernidad, ilustración, revolución industrial....Todo ello acompañado de un sistema de gobierno a tono con las necesidades y las luces intelectivas de los pueblos. Así la Historia nos ha ido mostrando como nacen y se agotan los sistemas. Igual la vida de los hombres, los modos de entender el gobierno de las sociedades humanas nacen, crecen y se agotan hasta dar lugar a otro nacimiento, que lleva la misma genética, pero que nunca será igual a su antepasado, porque ni las circunstancias ni los tiempos son los mismos. Y es perfecto. 

Ahora hemos llegado a un punto álgido de cambio de era; el bipartidismo funcionó mientras los ciudadanos y la sociedad lo necesitaron para crecer explorando posibilidades. No era mala idea la alternancia de dos polaridades complementarias, para sustituir monarquías absolutistas, mientras ese sistema ofreció posibilidades y resultados más o menos aprovechables. Pero el hombre ha seguido creciendo y ya no necesita el taca-taca de una dualidad paralela e irreconciliable, en eterna tensión. Necesita la conciliación de esos contrarios duales para poder afrontar el reto del tiempo vertiginoso y lleno de riesgos globales imprevisibles en esa misma vorágine que ha provocado y está provocando en todo el Planeta los estertores de lo viejo y gastado, corrupto y enfermo, pero muy poderoso aún en medios, dinero y fuerza militar y mediática, financiera y falsamente política. Justo, esos resultados son los problemas acuciantes que el bipartidismo ha potenciado al no admitir la escucha del opuesto, con la confrontación constante entre dos formas de ejercer el poder, en vez de armonizar la sociedad, así han creado un ecosistema tóxico, aislado de la realidad, a base de enfrentamientos irreconciliables que son necesarios para triunfar uno sobre otro, castigando con ello los logros que favorecen el bien común, para que crezca el poder del partido a costa de que mengüen los derechos, dignidad y libertades de los ciudadanos, que en teoría deberían ser los beneficiados por el sistema que ellos mismos mantienen con su trabajo e impuestos. 
El bipartidismo se ha muerto de sí mismo. De mirarse tanto al espejo, lo ha roto. Es lo que tiene ser narcisos ideológicos. Que se olvidan del para qué de su función y creen a pies juntillas que su función es representar e interpretar un guión complaciente con sus ideas fijas y muy rentables en plan vitalicio, que un tiempo fueron adecuadas pero ya no tienen sentido ni eficacia, ni una responsabilidad concreta y flexible. Adaptada a los avatares del entorno social y económico, no "financiero" exclusivamente, sino económico, como capacidad de gestión de lo de casa, de lo del país, de lo común y concreto, oikomene, oikós, es además de casa, ámbito común, universal, como un concilio ecuménico donde interesa poner de acuerdo todos los recursos particulares para que sirvan al bien común. De eso se trata, y se ve cada día con más claridad que el sistema bipolar ya no sirve. Es incapaz de resolver los mismos barullos en que él mismo se ha hundido pasando por encima de toda moral, deontología, promesas electorales y lo que es aún peor, por encima de las personas, sus derechos, su trabajo, su casa, su salud, su educación, su seguridad, su integridad frente a un ejército de ambiciones y crueldades abominables, sin que el mecanismo bipolar ni siquiera sea sensible a tal estado de destrucción. Algo evidente cuando hablan de esa imposible "recuperación", algo disparatado. Nunca más se volverá a lo de antes. 
Habrá progreso solamente en otro plano muy distinto. Como se acaba lo cuantitativo para profundizar en lo cualitativo, el crecimiento físico del cuerpo humano acaba para entrar en el crecimiento personal psicoemotivo que lleva a la madurez y a la plenitud intelectiva, psíquica y creativa, mucho más que a los logros y records medidos con  la fuerza,  la lucha, la prisa, la rivalidad competitiva, las burbujas y las evasiones de capital y responsabilidad, etc., es decir una pérdida de orientación y de sentido real.
Ese panorama al que la humanidad, sobre todo en Occidente o primer mundo, está abocada ahora mismo, es totalmente desconocido y absurdo para el trastorno bipolar-político que soportamos. Por eso, va a ser sustituido muy pronto y lógicamente, por un multipartidismo, que le obligue a salir de su burbuja. A aterrizar en la realidad. A escuchar lo que hasta ahora no ha querido escuchar y a tragarse la soberbia de su omnipotencia habitual y catastrófica en un punto de la Historia donde lo viejo y gastado ya no sirve, se ha roto. Y hay que ir creando lo nuevo sin miedo y con prudencia. Y sobre todo junto a todos los demás. El modelo de partido vedette y estrello, se ha terminado. Nadie lo quiere salvo él mismo, y por eso irá perdiendo caché, glamour e interés. Son mucho más eficaces, responsables, gratuitas y limpias, las plataformas cívicas e iniciativas legislativas populares, que no quieren ni buscan sustituir a los partidos que votaron, es que los han tenido que suplir para solucionar las urgencias inaplazables que para los bipartidos son temas de menor cuantía; a ellos lo único que les preocupa es alzarse con el poder y con la mayoría de votos. Nada más. Nos lo están demostrando clarísimamente en la gestión criminal de esta crisis y de los años en que la gestaron y que nos vendieron como de 'crecimiento' y 'prosperidad' sin más base que la burbuja del ladrillo o de la banca. Lo mismo socialistas de pacotilla que populares sin pueblo. ¿ Ciegos , idiotas o pirañas sin escrúpulos? En cualquiera de las tres opciones, no nos sirven para nada más que para hundirnos mejor. El bipartidismo no es de recibo a estas alturas de la experiencia.

Es normal que los jerifaltes tan mal acostumbrados al ajedrez se asusten con la propuesta cívica de este juego de la oca que se les viene encima. Temen nada menos que la ingobernabilidad...tiene bemoles la cosa. Como si esto que están haciendo de aplastar al país entero hoy por ti y mañana por mí, fuese gobernar. El mismo hecho de que llamen "gobernar"  a este enjuague, les incapacita para gobernar de verdad. Un verdadero gobernante sabe que con una pluralidad que le obligue a recapacitar y a escuchar, ese gobierno sí podrá cumplir los objetivos, no de un  partido, obviamente, sino del bien común, que es de lo que se trata. No hay plan de gobernabilidad que logre el éxito jamás, si los grandes proyectos no se basan en procurar el bienestar cotidiano de la justicia y los derechos de todos, no sólo de los afines, de su votantes o de sus sostenedores financieros a bases de sobres en B o de prebendas de cualquier clase como cursos, eres, puertas giratorias y  tramas de corrupción de todo tipo.

El bipartidismo kamikaze se ha hecho ya el harakiri. No son los ciudadanos quienes les van a castigar con no votarles, se han castigado ellos mismos al haber elegido servir al negocio global de la esclavitud en vez de gestionar la representación ciudadana tal y como los votantes les confiaron hacer. No triunfará el voto inútil del miedo, -ya hemos escarmentado sobradamente- sino el voto plural que exige el consenso y la sensatez de la justicia. Y menos mal que han surgido partidos alternativos, porque si no, seguramente, no votaría casi nadie.La abstención vencería por mayoría absoluta.

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