Cuestión de cuernos
por Moncho Alpuente
A Aznar nadie le decía cuántas copas podía tomar antes de coger el volante y aún no ha nacido el que se atreva a decirle a Esperanza Aguirre dónde tiene que aparcar. España y ellos son así. Hacen lo que les da “la real gana”, ejercen su “santa voluntad” y se ponen el mundo por montera para dar lecciones de españolidad. Tras su espantá de la Gran Vía, Esperanza Aguirre se crece en el castigo e imparte clases de patrioterismo taurófilo. Después de haber lidiado seis hermosos agentes de movilidad, seis, moto incluida, y haber perdido los papeles, la lideresa pregonó la feria taurina de Sevilla, recibió a puerta gayola y trazó una clara línea de separación entre la España (su España) y la Antiespaña donde no caben los antitaurinos por antiespañoles, presuntos separatistas y terroristas. Si no te gustan los toros si eres español no eres hombre y si eres hombre no eres español, ni española, porque las españolas de rompe y rasga, peineta y mantilla como Esperanza adoran los toros y a los toreros y si es preciso a los incomprendidos picadores. Es posible que en el test de españolidad que tengan que rellenar los inmigrantes para mostrar su arraigo figuren pronto preguntas como éstas: ¿Cuál es la diferencia entre una verónica y una media verónica? ¿Qué es un Victorino?
Los toros no son arte, ni deporte, son una religión y yo soy ateo y por lo tanto aún más antiespañol en esta España que sigue siendo “Devota de Frascuelo y de María”. La fiesta nacionalísima no es propiamente un espectáculo. No se comprendería que los espectadores pagaran religiosamente por escuchar a un tenor que desafinase en una de cada dos representaciones. La fiesta de los toros no es un deporte, un equipo que perdiera todos sus partidos se quedaría pronto sin seguidores (salvo que se trate del Atlético de Madrid por fin resucitado). Los taurinos van a la plaza como van a la iglesia, a sufrir y a rezar, esperando ver al menos un destello de belleza en varias horas de tedio. Sirva un ejemplo:
Cuentan que en la plaza de la Maestranza, después de una vergonzosa espantada que le dieron fama, se escuchó la voz de un afisionao que decía: “¡Curro, el año que viene va a venir a verte tu puta madre y yo también! La razón enmudece ante la pasión de los taurinos, la pregonera Esperanza Aguirre se pregona a sí misma, viene de buen encaste, es de raza bravía, tiene mucho trapío y cuando torea de salón lo hace sin florituras, entrando por derecho. Ella es valiente y temeraria como un legionario del Tercio, ella es la novia de la muerte presente en todas las hecatombes, sacrificios rituales de cien toros artísticamente ejecutados por unos tipos con medias de color chicle y trajes de mucha filigrana y fantasía. Ritos paganos ante la bandera estampada con el emblemático y soberano toro de Osborne.
Para liberarme de toda sospecha de antiespañolidad he comenzado a componer un pasodoble taurino para Esperanza Aguirre. Les adelanto algo:
“Esperanza, eres la reina de La Maestranza / La más torera, la que todo se pasa por la montera / Tan española, la que siempre recibe a porta gayola / Esperanza, Esperanza, por tu fe y tu caridad, arremete contra el toro de la antiespañolidad…
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