6 pasos para un planeta más limpio y saludable después de la pandemia del coronavirus
Sal&Roca
01/06/20
Los
efectos del confinamiento en el medio ambiente han demostrado que sí es
posible vivir en un mundo con aire más limpio, así como trabajar y
transportarnos de manera más saludable. Además, el COVID-19 ha
demostrado la necesidad de estar sanos para evitar correr mayores
riesgos. La agencia de salud de la ONU, con el apoyo de millones de
trabajadores sanitarios ha publicado un manifiesto con los pasos a
seguir para una recuperación verde y saludable de la pandemia.
El costo humano del coronavirus ha sido
devastador, y las llamadas medidas de bloqueo han dado un vuelco a la
vida “normal”, pero la crisis puede ser una oportunidad para un futuro
mejor, aseguró este miércoles el director de la Organización Mundial de la Salud.
“La pandemia nos ha dado una idea de
cómo podría ser nuestro mundo si tomáramos los audaces pasos necesarios
para frenar el cambio climático y la contaminación del aire. Nuestro
aire y agua pueden ser más limpios, nuestras calles pueden ser más
tranquilas y seguras, y podemos encontrar nuevas formas de trabajar
mientras pasamos más tiempo con nuestras familias”, expresó Tedros
Adhanom Gebreyesus.
El martes, unos 40 millones de profesionales de la salud enviaron una carta a los líderes de cada una de las naciones del G20, pidiendo una recuperación saludable y verde del COVID-19.
Con el apoyo de estos trabajadores esenciales, la Organización ha publicado un manifiesto con seis simples recomendaciones:
Dina Neskorozhana. Una playa limpia en Long Island, Nueva York.
1. Proteger y preservar la fuente de la salud humana: la naturaleza
Las economías son producto de sociedades
humanas saludables, que a su vez dependen del medio ambiente natural,
la fuente original de todo el aire, agua y alimentos limpios.
Las presiones humanas, desde la
deforestación, hasta las prácticas agrícolas intensivas y contaminantes y
el manejo inseguro y el consumo de vida silvestre, socavan estos
servicios. También aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas emergentes en humanos, más del 60% de las cuales se originan en animales, principalmente en la vida silvestre.
Los planes generales para la
recuperación posterior a COVID-19, y específicamente los destinados a
reducir el riesgo de futuras epidemias, deben ir más allá de la
detección temprana y el control de los brotes de enfermedades, también
necesitan disminuir nuestro impacto en el medio ambiente.
©UNICEF/Jordi Matas. Niños en Jordania se lavan las manos en su escuela apoyada por UNICEF.
2. Invertir en servicios esenciales, desde agua y saneamiento hasta energía limpia en instalaciones sanitarias
En todo el mundo, miles de millones de
personas carecen de acceso a los servicios más básicos que se requieren
para proteger su salud, ya sea de COVID-19 o de cualquier otro riesgo.
Las instalaciones de lavado de manos son
esenciales para la prevención de la transmisión de enfermedades
infecciosas, pero un 40% de los hogares no las tienen.
Los patógenos resistentes a los
antimicrobianos están muy extendidos en el agua y los desechos, y se
necesita un manejo adecuado para evitar la propagación a los humanos. En
particular, es esencial que las instalaciones de atención médica estén equipadas con servicios de agua y saneamiento,
incluido el jabón y el agua que constituye la intervención más básica
para reducir la transmisión del SARS-CoV-2 y otras infecciones, el
acceso a la energía necesaria para llevar a cabo la mayoría de los
procedimientos médicos y los equipos de protección para los trabajadores
de la salud.
En general, los riesgos ambientales y laborales evitables causan aproximadamente una cuarta parte de todas las muertes en el mundo. La
inversión en entornos más saludables para la protección de la salud, la
regulación ambiental y la garantía de que los sistemas de salud sean
resistentes al clima, es una barrera esencial contra futuros desastres y
ofrece algunos de los mejores beneficios para la sociedad.
Por ejemplo, cada dólar que se invirtió
en el fortalecimiento de la Ley de Aire Limpio de los Estados Unidos ha
devuelto 30 dólares en beneficio a los ciudadanos estadounidenses, a
través de una mejor calidad del aire y una mejor salud.
Una estación de extracción de petróleo en altamar.
3. Asegurar una transición energética rápida y saludable.
Actualmente, más de siete millones de
personas al año mueren por exposición a la contaminación del aire, 1 de
cada 8 las muertes en el mundo. Más del 90% de las personas respiran
aire exterior con niveles de contaminación que exceden los valores de
referencia de calidad de aire. Dos tercios de esta exposición a
la contaminación exterior son el resultado de la quema de los mismos
combustibles fósiles que impulsan el cambio climático.
Al mismo tiempo, las fuentes de energía
renovable y su almacenamiento continúan bajando de precio, aumentando la
confiabilidad y proporcionando trabajos más numerosos, más seguros y
mejor pagados. Las decisiones de infraestructura energética tomadas se
mantendrán durante las próximas décadas.
Varios de los países que fueron los
primeros y más afectados por COVID-19, como Italia y España, y los que
tuvieron más éxito en el control de la enfermedad, como Corea del Sur y
Nueva Zelanda, han puesto el desarrollo verde junto con la salud en el
corazón de sus estrategias de recuperación de COVID-19. Una rápida
transición global hacia la energía limpia no solo cumpliría con el
objetivo del acuerdo climático de París de mantener el calentamiento por
debajo de los 2 ° C, sino que también mejoraría la calidad del aire
hasta el punto de que las ganancias de salud resultantes compensarían el
costo de la inversión hasta dos veces.
© FAO/Max Valencia. El mercado Lo Valledor, principal mayorista de Chile, durante la pandemia de COVID-19
4. Promover sistemas alimentarios saludables y sostenibles.
Las enfermedades causadas por la falta
de acceso a los alimentos o por el consumo de dietas poco saludables y
altas en calorías son ahora la principal causa de problemas de salud a
nivel mundial. También aumentan la vulnerabilidad a otros riesgos:
afecciones como la obesidad y la diabetes se encuentran entre los
principales factores de riesgo de enfermedad y muerte por COVID-19.
La agricultura, particularmente la destrucción de tierras para criar ganado contribuye
aproximadamente un cuarto de las emisiones mundiales de gases de efecto
invernadero, y el cambio en el uso de la tierra es el principal
impulsor ambiental de los nuevos brotes de enfermedades.
Existe la necesidad de una transición
rápida hacia dietas saludables, nutritivas y sostenibles. “Si el mundo
pudiera cumplir con las pautas dietéticas marcadas por la Organización
Mundial de la Salud, esto salvaría millones de vidas, reduciría el
riesgo de enfermedades y reduciría en gran medida las emisiones
mundiales de gases de efecto invernadero”, asegura la Organización.
OIM/Ester Vargas. Un barrendero limpia las calles del Palacion Maya en la ciudad de San Marcos en Guatemala.
5. Construir ciudades saludables y habitables.
Más de la mitad de la población mundial
ahora vive en ciudades que son responsables de más del 60% de la
actividad económica y las emisiones de gases de efecto invernadero. Como
las urbes tienen densidades de población relativamente altas y están
saturadas de tráfico, muchos viajes se pueden realizar de manera más eficiente en transporte público,
a pie y en bicicleta, que en automóviles privados. Esto también trae
importantes beneficios para la salud al reducir la contaminación del
aire, las lesiones causadas por el tránsito y las más de tres millones
de muertes anuales por inactividad física.
Muchas de las ciudades más grandes y
dinámicas del mundo, como Milán, París y Londres, han reaccionado a la
crisis de COVID-19 al peatonalizar las calles y expandir las ciclovías
de forma masiva, lo que permite el transporte con distancia física
durante la crisis y ha mejorado actividad económica y calidad de vida.
Notiicas ONU/Anshu Sharma. Una gruesa capa de contaminación envuelve la capital de la India, Nueva Delhi.
6. Dejar de usar el dinero público para financiar la contaminación
El daño económico del COVID-19, debidoa
las medidas necesaria para su control, es muy real y ejercerá una gran
presión sobre las finanzas del gobierno. La reforma financiera será
inevitable para recuperarse de COVID-19, y un buen lugar para comenzar
es con los subsidios a los combustibles fósiles.
A nivel mundial, se gastan
aproximadamente 400.000 millones de dólares cada año del dinero de los
contribuyentes para subsidiar directamente los combustibles fósiles que
están impulsando el cambio climático y causando contaminación del aire.
Además, los costos privados y sociales generados por la salud y otros
impactos de dicha contaminación generalmente no están incluidos en el
precio de los combustibles y la energía. Incluyendo el daño a la salud y
al medio ambiente que causan, el valor real del subsidio supera el
medio billón de dólares por año, más de lo que todos los gobiernos de todo el mundo gastan en atención médica, y alrededor de 2000 veces el presupuesto de la Organización Mundial de la Salud.
Poner un precio a los combustibles
contaminantes en línea con el daño que causan reduciría aproximadamente a
la mitad las muertes por contaminación del aire exterior, disminuiría
las emisiones de gases de efecto invernadero en más de un cuarto y
aumentaría aproximadamente el 4% del PIB mundial en ingresos. Deberíamos
dejar de pagar la factura de la contaminación, tanto a través de
nuestros bolsillos como de nuestros pulmones.
WMO/Tapio Niemi. Un amanecer visto desde la torre de observación de Paalijärvi en Finlandia.
Un movimiento global por la salud y el medio ambiente
“A medida que algunos países comienzan a
reabrir sus sociedades y economías, la pregunta que debemos responder
es si volveremos a ser como eran las cosas o si aprenderemos las
lecciones que la pandemia nos está enseñando sobre nuestra relación con
nuestro planeta. Reconstruir mejor significa reconstruir de manera más
ecológica”, concluye el director de la Organización Mundial de la Salud.
La crisis de COVID-19 ha demostrado que las personas apoyarán incluso políticas difíciles si la toma de decisiones es transparente, basada en evidencia e inclusiva,
y tiene el objetivo claro de proteger su salud, sus familias y sus
medios de vida, en lugar de servir a intereses especiales. Esto debe
reflejarse en la forma en que se elaboran las políticas.
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