Dentro de las cloacas en busca del asesino invisible
EL PAÍS acompaña a uno de los equipos que estudian la concentración de coronavirus en las aguas fecales para alertar de un segundo brote
Un
técnico recoge una muestra de aguas residuales en el colector norte de
Valencia, que canaliza aguas fecales de medio millón de personas. En
vídeo, reportaje de cómo se localiza la covid en aguas residuales. Foto: Mónica Torres
Valencia - 31 may 2020 - 21:27El País
Meterse
en una alcantarilla sorprende por razones inesperadas. Los túneles
suenan como si fueran tripas. Hay zumbidos graves, ecos de golpes
remotos, chirridos que en la oscuridad total hacen que los pelos se
pongan de punta. El olor en cambio no es desagradable, no muy diferente
al de una cueva.
Hace
unos días, un equipo de técnicos se adentró en una de estas grandes
alcantarillas en la ciudad de Valencia. El llamado colector norte es un
ancho túnel cuya boca se abre a pocos metros del cauce del río Turia. Es
una de las puertas a un laberinto de 1.300 kilómetros; la red de
alcantarillado de la ciudad. Los tramos más antiguos se remontan a la
época romana. El colector norte, uno de los tres en los que confluyen
las aguas fecales de toda Valencia, discurre por debajo de la
espectacular la plaza cubierta ideada por el arquitecto Santiago
Calatrava —el Ágora— como parte de la Ciudad de las Artes y las
Ciencias.
En
estos túneles han aparecido colchones, motos, perros, hasta la cabeza
de un caballo muerto sin que nadie sepa cómo llegaron hasta aquí. El año
pasado se sacaron del colector más de 6.000 toneladas de basura
acumulada que estaba atragantando el túnel y amenazaba con que las aguas
fecales se vertiesen al río. La mayor parte de los residuos eran
toallitas higiénicas, el peor enemigo de las cloacas. A medida que se
avanza por el colector se ven rastros de este material pegados a cada
esquina y en todos los pilares hasta alcanzar casi el techo. Pero en
esta ocasión los técnicos han venido en busca de un enemigo invisible y
mucho más peligroso: el nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
Desde
hace tres semanas la ciudad de Valencia se ha convertido en una de las
primeras del mundo en establecer un sistema de análisis de las aguas
residuales para buscar fragmentos genéticos del nuevo coronavirus. Un estudio preliminar demostró
que la concentración de fragmentos de virus en las aguas residuales
alcanza valores altos en torno a una semana antes de que llegue el pico
de contagios registrados. El análisis de las aguas fecales, argumentan
los científicos responsables del sistema de detección, puede servir como
sistema de alerta temprana ante un posible nuevo brote de la enfermedad
en otoño.
El primer paso es recoger un litro de aguas
fecales en el punto de muestreo, en este caso del colector norte, por el
que pasan residuos de unas 500.000 personas. El agua es verdosa y en
ella flotan restos deformes de plásticos y otros materiales. En los
últimos días la presencia del virus en las cloacas ha disminuido de
forma acentuada hasta desaparecer de la mayoría de los 24 puntos de
muestreo repartidos por toda la red.
Cada muestra se
envía a los laboratorios de la empresa Gamaser, filial de Global Omnium,
responsable del sistema de vigilancia. El agua se va filtrando y
centrifugando para concentrar el material genético del virus hasta que
queda reducida a unas pocas millonésimas de litro. Después se hace una
prueba PCR que indica cuánto virus hay en el agua. Aunque es imposible
correlacionar esas concentraciones con el número de personas infectadas,
sí se ha demostrado que a mayor cantidad de ARN viral, más casos
detectados hay en los hospitales. Un estudio reciente muestra que las
personas infectadas comienzan a secretar virus en las heces días antes
de que empiecen los síntomas. Este sistema además permitiría ver los
virus expulsados por los infectados asintomáticos.
“A
través de las aguas residuales detectamos virus independientemente de
los síntomas que tienen los infectados y eso es fundamental”, destaca
Elisa Valía, concejala del ciclo integral del agua del Ayuntamiento de
Valencia. El sistema permite viajar “aguas arriba” de un punto en el que
se encuentra virus e ir acotando el origen hasta reducir el foco a un
nivel de manzana, incluso de edificio. Esto puede ser especialmente
interesante para vigilar lugares de alto riesgo, como residencias de
ancianos. “Si hubiese un rebrote podríamos detectarlo antes de que sea
realmente peligroso”, destaca Valía. Piensan monitorizar al menos hasta
finales de año.
“Si se demuestra que se puede alertar de
que el virus ha vuelto a circular días antes de que lo detecten las
autoridades sanitarias puede ser muy valioso para estar preparados desde
el punto de vista hospitalario y también para intentar cortar la
transmisión comunitaria intensificando los mensajes de cautela a la
población”, explican fuentes de la Consejería de Sanidad de la
Generalitat Valenciana, que también colabora en el proyecto. Este tipo
de análisis se hace también en otras grandes ciudades españolas como
Barcelona y el Gobierno contempla establecer un sistema de vigilancia nacional.
La
“pregunta del millón es si las aguas residuales contienen virus
completos capaces de infectar a alguien, lo que supondría un grave
problema”, explica Gloria Sánchez, del Instituto de Agroquímica y
Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC).
La mayoría de datos
apuntan a que no es así, en parte porque las aguas fecales están llenas
de jabón y desinfectantes que deberían aniquilar al virus. Sin embargo,
un estudio reciente realizado en China y publicado por el Centro de Control de Enfermedades de EE UU
advertía de que las heces de algunos enfermos sí contienen virus
completos capaces de infectar. Esto supone que además de por el aire, el
virus se podría transmitir por contacto con las heces o por respirar
partículas de estas suspendidas en el aire, señalaban los autores.
Durante la epidemia de SARS de 2003 esta vía de contagio causó más de
300 infectados en un edificio de Hong Kong que tenía las cañerías en mal
estado. Cuarenta y dos de ellos murieron, señala el estudio. En
cualquier caso, este sería un método de transmisión muy residual y
contra el que ya se toman medidas de profilaxis en los hospitales, por
ejemplo.
“Nosotros podemos tener aproximaciones
moleculares en unas pocas semanas, pero al final para demostrar que no
son infecciosos tenemos que pasar por cultivo celular”, detalla Sánchez.
“Para hacer ese tipo de ensayos necesitas trabajar en un laboratorio de
alta seguridad de clase 3, eso lo complica más porque hay pocos y en
estos momentos la prioridad de uso se está dando a estudios de
tratamientos antivirales”, concluye.
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