“Nadie llegó a la cumbre acompañado por el
miedo”
Publio Siro
“Es imposible fundar una civilización sobre el miedo, el odio y la crueldad. No perduraría”
George Orwell
Publio Siro
“Es imposible fundar una civilización sobre el miedo, el odio y la crueldad. No perduraría”
George Orwell
Así comenzaba un post sobre el miedo que nos enferma
publicado en este blog allá por diciembre del 2016 y creo que ambas
citas conectan profundamente con el momento que estamos viviendo en
estos tiempos del COVID-19.
Este nuevo virus que ha decidido instalarse entre nosotros y del que
todavía tanto desconocemos está dejando miles de muertos y millones de
afectados. Afectados de muchas maneras y el miedo y el enfado siento que
son dos de los efectos, de las secuelas incluso, más dañinas que todo
esto que nos está tocando vivir puede dejar acantonado en el corazón de
muchos de nosotros. Y lo digo porque soy de los que piensan que desde el miedo y la rabia hay muy pocas cosas valiosas que puedan construirse. En realidad, ninguna.
Una primera pregunta que me surge
ante este panorama actual es:
¿Es coherente, razonable y legítimo que sintamos miedo y rabia?
Pues a lo mejor sí, pero para mí la cosa no es esa. Que tengamos
derecho a algo o que algo sea legítimo en un momento dado no significa
que sea siempre la mejor opción. Tener derecho a hacer algo no quiere
decir que tengamos que hacerlo. Siempre hay que pensar si podríamos
optar por otras alternativas más creativas y constructivas.
Quiero decir que aunque uno sienta que tiene motivos de sobra para
sentir miedo y enfado por todo esto que estamos viviendo, ¿es realmente
la única opción que tenemos? ¿Es el único lugar emocional posible?
Yo creo que una de las cosas más terribles que podría pasarnos como
individuos y como sociedad es que tras esta experiencia muchos de
nosotros nos quedásemos estancados en el miedo, la
desconfianza y el resentimiento. Muchos me diréis que no es para menos.
Ya, tenemos derecho, es razonable y es lo que nos pide el cuerpo. Sí,
pero qué ganamos; yo siento que nada que valga la pena.
No me parece fácil sacarse el miedo y el enfado de dentro cuando uno
está sufriendo tanto y se siente maltratado y engañado, como muchas
personas se sienten, así que no voy a proponeros fórmulas mágicas ni
métodos milagrosos. Solo quiero compartir con vosotros algunos lugares
emocionales en los que podemos decidir instalarnos para vivir estos
duros momentos de la manera más constructiva posible y para que todo esto no nos deje malheridos de por vida.
Yo siento que las experiencias
duras de la vida siempre dejan una impronta en nuestro ser y a veces esa
impronta es de luz y otras lo es de oscuridad. Unas veces gracias a esa
experiencia consigues crecer, aprender, ser mejor persona. Otras, todo lo
contrario. Yo confío en que muchos de nosotros podamos salir fortalecidos, más
maduros, de todo esto y para eso creo que es muy importante conectarse con
determinadas maneras de vivir los acontecimientos. Si algo de esto no os
resuena, no mueve nada dentro de vosotros, está bien, pues dejadlo pasar. Pero
si alguna cosa os toca hacedla espacio dentro de vosotros y dejadla crecer, a
ver hasta dónde os lleva.
Algunas lecciones del COVID-19.
Estamos conectados.
La economía, las enfermedades, la información…todo nos hace ver que
los seres humanos estamos cada vez más conectados y que funcionamos como
una aldea global. Lo que ocurre en una punta del mundo
puede influir rápidamente en la otra punta. Pero estar conectados en sí
mismo no es un valor, es más, como estamos comprobando en esta
pandemia, puede ser un grave problema.
La conexión sin empatía no aporta demasiado, incluso
puede ser el origen de graves problemas. Para no entendernos es mejor
estar aislados y allá cada uno con lo suyo. Pero pasa que eso ya no es
una elección posible; estamos conectados, vinculados, entre todos
nosotros y con el resto de los seres de este planeta. Así que ahora la
decisión es nuestra, de cada uno de nosotros:
¿Cómo queremos el futuro, conectados pero enfrentados o conectados y unidos?
Yo creo que el ser humano, la humanidad, está inmerso en un proceso de evolución en
el que vamos comprendiendo el valor de la vida. Es ya casi un
sentimiento universal que todas las personas, por el hecho de serlo,
nacen y deben vivir con los mismos derechos, que todos somos iguales en
derechos. Incluso muchas personas también pensamos que los derechos
humanos, los derechos vitales, no deben ser patrimonio nuestro, que
deben extenderse a todo lo que habita y forma esta Tierra.
Estamos en un momento crucial, un momento en la historia como nunca
habíamos vivido antes. Tenemos los recursos, la tecnología y el
conocimiento para crear un mundo feliz, no como el de
Huxley, un mundo feliz de verdad. Solo nos falta comenzar a mirarnos
unos a otros de una manera diferente. Necesitamos vernos en el otro a
nosotros mismos, sentir el dolor ajeno como nuestro, vivir en una sintonía de empatía constante
porque vivir de otra manera es no comprender lo básico: Estamos
conectados y la felicidad individual es imposible sin la felicidad
colectiva.
Decía Marco Aurelio: “Lo que no
es útil para la colmena, no es útil para la abeja”
Ya, pero cómo lo hacemos. Y aquí está la paradoja: la forma más potente y profunda de influir en lo colectivo es cambiar en lo individual.
Gandhi una vez dijo:
“Somos el reflejo del mundo.
Todas las tendencias actuales en el mundo exterior se encuentran en el mundo de
nuestro cuerpo. Si pudiéramos cambiar nosotros mismos, las tendencias en el
mundo también cambiarían. Como un hombre cambia su propia naturaleza, también
lo hace la actitud del cambio mundial hacia él. Este es el misterio supremo y
divino. Es una cosa maravillosa y la fuente de nuestra felicidad. No
necesitamos esperar para ver lo que otros hacen”.
Dentro y fuera, exterior e interior, están también conectados. Queremos cambiar lo de fuera, pues ocupémonos en cambiar nuestro interior.
Además, es el único reino de la tierra del que somos soberanos
absolutos; el reino de nuestros pensamientos y sentimientos. La paz
exterior que nos permitirá evolucionar como humanidad solo la
alcanzaremos si conquistamos antes nuestra paz interior. Yo creo que el
cambio personal es lo más generoso que podemos hacer por los demás.
Donde pones tu atención, pones tu intención.
Lo admito, a mí también me lo
parece; el grado de sufrimiento social y global, en todos los sentidos de la
palabra, durante estos tiempos del coronavirus está siendo salvaje. Muchos
opinan que totalmente desproporcionado y es muy razonable que opinen así. Hay
muchas voces críticas sobre cómo los responsables de este mundo están llevando
toda esta situación, cuáles son sus intenciones y dónde quedamos nosotros, las
personas de a pie. Son aspectos sobre los que podríamos (y deberemos) reflexionar
y hablar mucho. Pero yo hoy voy a otra cosa.
Gandhi también dijo:
“Cuida tus pensamientos porque
se volverán palabras. Cuida tus palabras porque se convertirán en actos. Cuida
tus actos porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos porque forjarán
tu carácter. Cuida tu carácter porque formará tu destino. Y tu destino será tu
vida”.
La vida es una realidad sutil que se acaba manifestando. Todo comienza en lo sutil,
toda realidad comienza por un pensamiento que se impulsa con la ayuda
del sentimiento. El sentimiento es la energía que los pensamientos
necesitan para manifestarse, para convertirse en algo tangible en el
mundo material.
Así que, ¿cómo podemos crear un
destino maravilloso? Pues teniendo pensamientos y sentimientos maravillosos.
Muchos tenemos miedo, estamos enfadados, indignados, deprimidos, decepcionados.
Y es legítimo, seguro, pero no es práctico porque desde esos sentimientos y
esos pensamientos es muy difícil construir nada creativo, nuevo, diferente a lo
que ya conocemos y queremos cambiar.
Elegir nuestros pensamientos. La imaginación.
¿Qué hacemos cuando queremos
aprender una habilidad nueva? Pues practicamos en un entorno de seguridad.
Queremos aprender a dar volteretas y para ello ensayamos y ensayamos, a poder
ser, en un entorno seguro. Es decir, mejor en la arena de la playa que en el
cemento.
En la vida ocurre que, lo mismo que podemos aprender habilidades
físicas, podemos aprender habilidades emocionales. Y el proceso de
aprendizaje no tiene por qué ser diferente; practicar en un entorno de seguridad,
donde no nos hagamos daño nosotros mismos ni hagamos daño a los demás.
Lo que no nos suelen explicar es que ese campo de entrenamiento lo
tenemos todos en nuestra mente; es nuestra imaginación.
En general no tendemos a pensar en
la imaginación como en una herramienta de crecimiento, de cambio, de
transformación personal. Os doy un ejemplo:
Pongamos que yo sea una persona
muy colérica con serios problemas para controlar mi furia y que me gustaría
poder dejar de ser tan impulsivo porque me doy cuenta del daño que puedo llegar
a hacer con esta forma mía de ser. Para poder aprender una habilidad nueva
hemos dicho que resulta muy interesante poder practicar y practicar hasta
adquirir esa destreza. Además, en un entorno de seguridad, no vaya a ser que
haga daño a alguien mientras estoy aprendiendo. Así que me planto en mi
imaginación y pienso en una situación habitual en la que suela perder los
nervios, pero esta vez me imagino resolviéndola de una manera serena y constructiva.
Al principio es posible que no me salga, me sienta muy raro, no encuentre
buenas respuestas alternativas… pero es solo cuestión de seguir ensayando,
como cuando intentas aprender a dibujar o a dar una voltereta.
Esta gimnasia mental va generando
nuevos programas de respuesta en nuestro disco duro y cuando, de repente, nos
tengamos que enfrentar a esa situación en la que siempre respondíamos de una
única manera, furiosa y coléricamente, encontraremos que tenemos opciones
nuevas registradas en nuestros archivos de respuestas.
Es lo que decía Gandhi; tus pensamientos crean tu destino.
Vale, si aceptamos que es así, por qué no cuidar exquisitamente los
pensamientos y los sentimientos que decidimos tener. Por qué no entrenar
esa habilidad.
Botiquín homeopático para el dolor emocional.
No creo que la Homeopatía vaya a resolver los problemas de la
humanidad pero sí creo que puede hacer que transitemos momentos duros,
como este que nos está tocando vivir, con mayor resiliencia. De hecho,
según el estudio francés EPI 3,
los médicos que usan la homeopatía para cuidar de sus pacientes con
ansiedad, depresión y problemas de sueño utilizan con ellos un 70% menos de psicofármacos para conseguir los mismos o mejores resultados. Cuando sumamos la Homeopatía, nuestra práctica clínica mejora.
Aquí os dejo algunos medicamentos homeopáticos, a modo de ejemplos,
que pueden ayudarnos a superar, a transitar, estos sentimientos
dolorosos que esta pandemia del COVID-19 está generando en muchos de
nosotros. La Homeopatía
no nos va a anestesiar emocional ni mentalmente, lo que los
medicamentos homeopáticos persiguen es mejorar nuestra capacidad de
adaptación a las circunstancias, hacernos más capaces de superar las
dificultades sufriendo lo menos posible.
Tratar el miedo con Homeopatía
Para tratar el miedo con homeopatía, existen varios medicamentos homeopáticos:
- ACONITUM es el medicamento de las personas que viven en un estado permanente de alerta máxima. Son personas agitadas, nerviosas, impacientes. Quieren prevenirlo todo, saberlo todo para estar preparados y hacer frente a cualquier adversidad. Viven como si estuvieran permanentemente en peligro mortal. Es el gran medicamento de las crisis agudas de pánico.
- CAUSTICUM puede ayudar a las personas que tienen la sensación de que algo malo va a ocurrirles a ellos o a sus seres queridos. Suelen ser personas con un gran sentido de la justicia y de la dignidad que acaban llenándose de presentimientos negativos y fobias.
- GELSEMIUM es otro medicamento relacionado con el miedo, pero esta vez con el miedo de esas personas a las que les paraliza. Para mí se conecta mucho con las personas que sienten tanto miedo que no se atreven a salir de sus casas. Es un miedo de anticipación, un miedo a afrontar las situaciones de la vida. Las personas piensan: ¿Qué va a ser de mí?
- ARSENICUM ALBUM puede ayudar a las personas que se sienten como ovejas entre lobos. Para ellos el mundo es un lugar hostil y amenazante, muy coherente con la vivencia del mundo que estamos experimentando actualmente, y ante esta sensación de indefensión desarrollan una respuesta compensatoria de control absoluto de la realidad. Así, se convierten en personas organizadas, ordenadas hasta la manía, meticulosas hasta el detalle. Ansiosas en general, y en particular de su salud. Muy pulcras con un miedo extremo al contagio y a los gérmenes.
Medicamento homeopático para tratar la ansiedad.
- IGNATIA es el gran medicamento homeopático para aliviar la ansiedad que se manifiesta con sensaciones físicas de nudo en la garganta, falta de aire, todo tipo de espasmos y contracturas. Es la crisis de ansiedad con todas sus somatizaciones características.
Tratar el sentimiento de maltrato con Homeopatía
- STAPHYSAGRIA es el medicamento principal que relacionamos con la sensación de sentirse maltratado, ninguneado, humillado, vejado. La sensación de que están siendo injustos con nosotros.
Medicamento homeopático para la cólera.
- NUX VOMICA ayudará a personas impulsivas, determinadas, impacientes, activas y muy pragmáticas, con una escasa capacidad de tolerar la frustración y todo aquello que se oponga a sus planes y con serias dificultades para controlar sus estallidos de cólera.
Superar la decepción con medicamentos homeopáticos
- PLATINA, PHOSPHORUS y AURUM METALLICUM pueden ayudar a esas personas que se sienten decepcionadas del comportamiento de los seres humanos en situaciones en donde se espera de nosotros lo mejor y no siempre lo damos.
Mi aprendizaje.
Que las emociones y los pensamientos son nuestros, nos pertenecen y podemos elegirlos.
Que en esta vida todo se puede
aprender y que lo mismo que vemos normal y deseable desarrollar nuevas
habilidades físicas también lo es hacerlo a nivel emocional.
Que las emociones y los sentimientos
crean realidades y que depende de cuáles elijamos así se irá construyendo
nuestra vida.
Que nadie quiere sufrir y a pesar
de ello sufrimos, sufrimos mucho, así que algo habrá que cambiar.
Que difícilmente podemos
intervenir en las decisiones de los demás pero que somos soberanos sobre las
nuestras, así que mejor ocuparnos de lo que nosotros podemos hacer y que cada
cual se responsabilice de su vida sin juzgar tanto la del otro. En definitiva,
todos vivimos como podemos.
Que la vida juntos, colaborando, es mucho más dulce que compitiendo.
Mis mejores deseos para todos.