martes, 21 de agosto de 2018

Los inevitables bofetones de la realidad que desactivan los disfraces de la comedia



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Ciertamente no es oro todo lo que reluce. Y es importante no olvidarlo, no precisamente para estancarse en el pesimismo del mantra 'todos son iguales', o en el cinismo cómplice de la atrocidad, sino para poder evolucionar y aprender de lo que sucede y podemos contemplar, unas veces maravilladas, otras horrorizados, otras desconcertadas y demasiadas veces, indiferentes, enfangados en la periferia del noticiómetro y en proceso natural(¿?) e inevitable de normalización de cualquier cosa, con la certeza de que lo que hoy es un escandaloso fin del mundo a golpe de trompeta, dentro de unas horas sólo alcanzará el rango de anécdota neblinosa rumbo a los archivos del olvido programado como la obsolescencia de las industrias a lo yanki y a lo China-world. 
Estos acontecimientos son una revelación cruel y cierta, de que tras las más aparatosas bondades y valentías en plan glamour se puede esconder lo más perverso de la naturaleza humana. Y lo más grave del caso es que con una frecuencia pavorosa, los y las protagonistas de semejantes aberraciones, ni siquiera se plantean que sus actos de vandalismo soterrado e inhumano lo sean, si no es porque al hacerse públicos en los medios, su imagen se puede ver tirada por los suelos y destruida para siempre en pocas horas. 
No basta con vociferar y crear una modalidad de denuncia ad hoc respecto a la moda mediática del momento, ni con cacarear que una es feminista sobre todas las cosas, ecologista, animalista o cualquier otro formato de clasificación gentilicia con eco beligerante, ni con dar a la tecla del "me gusta" en las redes. Tampoco basta con hacerse famosos en Instagram o en las pantallas, las tertulias o los escenarios y los cargos políticos, o alcanzar el culmen del postureo, hasta escribiendo libros y comprando espacios en la prensa para exhibir egos patológicos con miedo al   anonimato y  a que se les considere insignificantes y fuera del juego elitista que supone ser carne de noticia con frecuencia, solo para demostrarse que uno puede con todo lo que se le ocurra y además si cuela y los agentes publicitarios se empeñan, convertirse en best sellers superventas sobre todo, si dentro de cada ser humano aletargado y sin conciencia, sólo hay un vacío repetitivo abismal, una bulimia de protagonismos imitadores, un agujero negro insaciable sin fondo ni remedio y el motor de la vida aparente es solo la ansiedad por la fama, el status y el dinero convertidos en verdadera adicción y el temor a perderlo todo si las cosas se tuercen y les sale al paso la competencia o la rivalidad.  Una miseria detrás de otra. Un sinvivir, que tampoco  llama la atención cuando la sensibilidad del espíritu no está presente ni se la espera, porque jamás se ha conocido ni frecuentado y sólo se confunde con la religión o las sectas varias que imitan los cultos vacíos de esencia pero llenos de sombras chinescas, entretenidos en engañar lo mejor posible.

Es cada vez más urgente y necesaria la intervención de nuestra conciencia que sustituya a los dogmas y rituales que claramente han terminado su periplo y ya no sirven para lo que hoy se necesita, una conciencia que  dé verdadero significado a las leyes y las libere de absurdos y contradicciones escandalosas, que no sean sólo como amenazas punitivas sino sobre todo  mapa y brújula para el camino de la existencia.
La ley fundamental más sencilla y fácil de entender y asimilar se puede resumir en no hacer a nadie lo que no soportarías que te hiciesen a ti y en procurar hacer a tus semejantes el bien más adecuado que deseas para ti misma. Y con Kant, descubrir el más elemental y transparente imperativo categórico: Obra de tal modo que tu conducta pueda convertirse en norma universal. Algo bastante más fácil y gratificante que derivar en monstruo autómata incacapaz de ser dueño de sus instintos y canalizador de sus emociones mediante el equilibrio de la ética y la empatía como alimento del alma y de la conciencia, que es su manifestación materializable en la Idea Universal, mucho más que un pensamiento o una ideología: es inteligencia sentiente, libre de cadenas y creadora de nuevas realidades y opciones, en medio del tiempo, del espacio y de los acontecimientos, contando con la humide virtud de la verdarea ciencia, elementos nuevos proque se miran desde otros puntos de vista, que que ya no producen inseguridad sino interés y ganas de emprender el camino que se va descubriendo juntos y en vías de organización flexible y alternativa, que van desarrollando soluciones cuando aparecen los problemas sin tanto ánimo de prevenirlo y controlarlo todo por adelantado, porque en realidad se desconoce que la obsesión por prevenir y hacer negocio con ella, en realidad lo que hace es crear eso que  se teme tan obsesivamente a base de implementarlo en el inconsciente colectivo.
Qué lejos queda ese limpio y sano paisaje ético, moral y solidario, y a la vez tan sencillo como la luz, la respiración, la brisa o la lluvia, tan distante de un mundo repulsivo y farisaico, lleno de trampas y falacias que hasta se venden como verdades y virtudes. Mundos que van paralelos hasta que por la propia elección del libre albedrío de una humanidad cada vez más cualitativa que cuantitativa, se convierten en divergentes, en esa bifurcación cuántica que aleja la eutropía en construcción de la entropía en proceso de extinción por pura insostenibilidad, esencialmente, psicoemocional, ergo ética y moral, que luego, mediante los actos y comportamientos, se va plasmando en la materia y en la historia cotidiana modificándola, respectivamente, en unos casos por regeneración y en otros por detritus de la misma sustancia vital. Un proceso en el que la voluntad humana lleva el timón del barco global, o bien para hundirlo o bien para ponerlo a salvo y seguir el viaje de la evolución y la vida en un ininterrumpido work in progress.

Qué pena  y qué sincronicidad tan decisiva, que la hipocresía y los intereses espurios  sin conciencia se estén presentando constantemente como logros magníficos y publicitarios apuntados a  la última moda, hasta que un buen día, de repente, y de salto en salto de energías inesperadas, se rompe el disfraz y queda al aire y  la vista de todos, la basura bajo las alfombras de lujo, las heces embadurnando los trendig topics, la vulgaridad más zafia en la cúspide del famoseo y la nada en el vacío de todo. Mientras la vida sigue incansable, vibrando en la comunidad de seres que hacen lo contrario: olvidar el ego y volcarse en el nosotros, sin rastro de crueldad ni de sumisión, ni de mentiras ni de abusos ni de pactos negros con el miedo, el pánico, el placer y el poder. Las tres 'pes' guardianas del mundo que se acaba para dar paso a otro horizonte en construcción que depende de lo que hacemos en cada momento, en cada opción. Cada vez más lejos de lo "planificable" y controlable a largo plazo. Un mundo en el que el amor no es el deseo sexual destrozado por las drogas y las adicciones, desfigurado y sin rumbo en medio de un carnaval de zombis. Sino la única vida posible: espíritu y conciencia dando sentido, equilibrio y energía a una primordial materia maravillosa pero a punto de auto-desintegrarse por exceso de estímulos degradados, enfermos y por falta de sustancia sanadora.

En realidad esas criaturas capaces de hacer tanto daño a los demás como a sí mismas, son más dignas de compasión que de castigo; en el desastre que causan, sin duda alguna, va incluido el suyo. Los mismos hechos lo van demostrando constantemente con la misma certidumbre y evidencia con que, en este plano de la existencia, las estaciones se suceden o la noche sigue al día y viceversa.





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