Siete años no parecen suficientes
Para Pablo Casado y Albert Rivera, la incomunicación entre el
Gobierno y la Generalitat debe continuar. ¿Hasta dónde y hasta cuándo?
¿Con qué objetivo?
Sería ilusorio pensar que se puede avanzar hacia una solución para Catalunya sin empezar por encuentros entre los presidentes y reuniones de la Comisión Bilateral
Sería ilusorio pensar que se puede avanzar hacia una solución para Catalunya sin empezar por encuentros entre los presidentes y reuniones de la Comisión Bilateral

Por la reacción del PP y
Ciudadanos a la primera reunión de la Comisión Bilateral entre el
Gobierno de España y el Govern de la Generalitat, los siete años
transcurridos desde la reunión de dicha Comisión que presidieron por el
Gobierno Manuel Chaves y por el Govern Duran i Lleida, no son
suficientes para que resulte aconsejable su convocatoria. Siete años sin
hablarse cara a cara el Gobierno de la Nación y el Govern de la
Generalitat son, por lo visto, poca cosa.
Esos siete años sin comunicación han sido testigos de la mayor crisis
constitucional desde el 29 de diciembre de 1978 en que entró en vigor la
Constitución. Crisis constitucional que ha conducido a la única
suspensión de la vigencia de la Constitución hasta la fecha. Limitada al
ejercicio del derecho a la autonomía y a la Comunidad Autónoma de
Catalunya, pero suspensión de la Constitución. Ni siquiera para hacer
frente al terrorismo de ETA o al golpe de Estado del 23F se tuvo que
suspender parte alguna de la Constitución. Únicamente frente a Catalunya
se ha hecho valer “la protección excepcional o extraordinaria del
Estado”, pues no otra cosa es el instituto de la “coacción federal”
previsto en el artículo 155 CE.
Pues bien, parece que nada de esto es suficiente para
aconsejar una reunión de los presidentes Pedro Sánchez y Quim Torra
primero, y de la Comisión Bilateral después. Siete años de
incomunicación para Pablo Casado y Albert Rivera son pocos. La
incomunicación, por lo visto, todavía tiene camino que recorrer. ¿Hasta
dónde y hasta cuándo? ¿Con qué objetivo?
Esperar que
de los encuentros entre los presidentes o de la reunión de la Comisión
Bilateral va a derivarse una solución para la integración de Catalunya
en el Estado sería ilusorio. Pero más ilusorio todavía sería pensar que
se puede avanzar hacia una solución sin que se empiece por encuentros
entre los presidentes y reuniones de la Comisión Bilateral. Es posible
que todos los pasos que se den a partir de estos dos primeros no acaben
conduciendo a encontrar una fórmula de integración de Catalunya en el
Estado, que sea aceptable tanto para los ciudadanos catalanes como para
los del resto del Estado. No hay ninguna garantía de que el camino que
se está empezando a recorrer llegue a buen fin. Pero lo que es seguro es
que, sin recuperar el diálogo entre el Estado y la Generalitat, no
habrá posibilidad alguna de alcanzar el objetivo de que Catalunya,
autogobernándose democráticamente, acepte formar parte del Estado
español.
El ejercicio real y efectivo del derecho a
la autonomía es la premisa indispensable de la democracia en España. Sin
el primero no es posible la segunda. Y dicho ejercicio requiere que el
Estado y la comunidad autónoma de Catalunya se relacionen de manera
continuada e ininterrumpida. La interrupción de las relaciones no es una
opción.
Nos hemos pasado siete años con relaciones
interrumpidas, viviendo con base en dos espejismos, el espejismo de la
independencia, por parte del nacionalismo catalán y el espejismo del 155
por parte del nacionalismo español. Los espejismos son espejismos, es
decir, ilusiones ópticas o de la imaginación verosímiles en la
distancia, pero que se desvanecen en la proximidad.
El espejismo de la independencia y el espejismo del 155 se desvanecieron
sucesivamente en el último trimestre de 2017. Ni era posible la
independencia ni era posible gobernar Catalunya desde Madrid. Constatar
esta evidencia ha sido el resultado de los siete años de incomunicación
anteriores.
¿Todavía se considera que no son suficientes?
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