Condenado a desaparecer
La renuncia de Alberto Núñez Feijóo ha sido la certificación de que
el PP no tiene posibilidad alguna de regenerarse. Que está corrompido
hasta el tuétano
Parece como si la propensión de Casado a hacer trampas fuera la prueba que los compromisarios necesitaban para confiar en él. No es bueno que llegue a la presidencia alguien que esté completamente limpio
Javier Pérez Royo
Parece como si la propensión de Casado a hacer trampas fuera la prueba que los compromisarios necesitaban para confiar en él. No es bueno que llegue a la presidencia alguien que esté completamente limpio

No es la elección de
Pablo Casado, sino la renuncia de Alberto Núñez Feijóo a ser candidato a
la presidencia del PP, el indicador definitivo de que dicho partido
está condenado a desaparecer. ¿Qué es lo que sabe Alberto Núñez
Feijóo que se sabe de él para hacerle renunciar a la presidencia del PP,
que es lo mismo que renunciar a la presidencia del Gobierno? La opinión
pública lo desconoce, pero hay alguien que sabe algo de él que lo
inhabilita para ser presidente del Gobierno. Y él lo sabe.
Alberto Núñez Feijóo pensó que estaba inhabilitado para ser presidente
de Galicia cuando aparecieron determinadas fotos suyas en el barco de un
conocido narcotraficante. Manuel Fraga “lo indultó”, porque tenía
autoridad reconocida dentro del PP para poder hacerlo, y una vez
indultado, pudo competir en un feudo en el que Manuel Fraga había
“reinado” durante tres legislaturas. Pero él sabe que el indulto era
efectivo para ser presidente de una comunidad autónoma, pero no para ser
presidente del Gobierno de la Nación. Él sabía que estaba inhabilitado
para poder ser presidente del Gobierno y, en consecuencia, no podía
competir para ser presidente del PP.
La renuncia de Alberto Núñez Feijóo ha sido la
certificación de que el PP no tiene posibilidad alguna de regenerarse.
Que está corrompido hasta el tuétano. El PP es como esos hospitales que
están tan invadidos por elementos patógenos que dejan de poder estar
operativos como tales. Hay que derribarlos y una vez desinfectado el
solar, se puede iniciar la construcción de uno nuevo.
Esa es la situación en la que se encuentra el PP. Lo que ha ocurrido
después en el Congreso Extraordinario con la elección de Pablo Casado
como presidente no ha sido más que la confirmación de lo que la renuncia
de Núñez Feijóo anticipaba. El resultado del Congreso ha sido la
confirmación de que, para los compromisarios elegidos, es decir, para el
núcleo duro del PP, la propensión a la corrupción es el test de
idoneidad para ser presidente del partido. Los compromisarios votaron
muy mayoritariamente a Pablo Casado conociendo perfectamente las dudas
que existían acerca de su honorabilidad académica. Sabían que no estaba
siendo investigado porque estaba aforado, pero que acabaría siéndolo. Y
sin embargo, ello no fue obstáculo para que lo eligieran. Todo lo
contrario. Parece como si su falta de honorabilidad en los estudios, su
propensión a hacer trampas para conseguir los títulos, fuera la prueba
que los compromisarios necesitaban para confiar en él. No es bueno que
llegue a la presidencia alguien que esté completamente limpio.
Y hay que reconocer que Pablo Casado no los está defraudando. Su
reacción a la elevación por la jueza Carmen Rodríguez-Medel de la
exposición razonada al Tribunal Supremo acerca de la, en su opinión,
presunta conducta delictiva del presidente del PP, ha sido la reacción a
la que nos han acostumbrado todos los dirigentes del PP en los últimos
años. De la misma manera que también lo está siendo la de los miembros
de la dirección que también fueron elegidos en el Congreso
Extraordinario. O la del alcalde de León, miembro de la nueva Comisión
Ejecutiva elegida por Pablo Casado.
En el Congreso
Extraordinario no se habló para nada de la corrupción, como si realmente
ese no fuera el problema que había forzado la dimisión de Mariano Rajoy
como presidente del Gobierno y del PP y había forzado la convocatoria
del congreso. Como si no fuera el problema más importante con el que el
PP tenía que enfrentarse, para intentar recuperar la credibilidad ante
la sociedad española. En este terreno el nuevo PP sigue siendo un calco
del viejo. Lo que no se menciona no existe. Su reacción sigue siendo
indistinguible de la que ha tenido desde que los primeros casos de
corrupción empezaron a emerger.
Y cuando ante un
mismo problema se sigue la misma política que ha conducido a la
catástrofe, no se puede esperar en esta nueva ocasión acabar de otra
manera.
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