miércoles, 8 de agosto de 2018

Como antigua alumna de la Complutense se me cae la cara de vergüenza ante este atropello que sólo se puede calificar de 'corruptio petita et facta accusatio manifesta est'; a veces el latín se explica mejor que el castellano de la administración en ciertos estados peculiarmente democráticos. En plan self service Juan Palomo fashion, o sea... Ains!

Pablo Casado: la ética y la ley

La ley no es la que decide cuándo un comportamiento es ético. Decide únicamente cuál es el límite que no se puede traspasar. Un estudiante puede copiar en un examen y si el profesor no lo descubre, puede no solo aprobar sino obtener una muy buena nota
La conducta del presidente Camps no fue constitutiva del delito de cohecho impropio. ¿Hay alguna duda de que su conducta fuera éticamente reprobable?




Cargos del PP denuncian un "encarnizamiento" contra Casado por su máster y ven "doble vara de medir" Cargos del PP denuncian un "encarnizamiento" contra Casado por su máster y ven "doble vara de medir
Pablo Casado es licenciado en Derecho. La Universidad Complutense acaba de certificar que no ha encontrado nada anómalo en su expediente académico, a pesar de que  la mitad de las asignaturas las había aprobado en cuatro meses el mismo año en que fue elegido diputado autonómico, cuando había necesitado siete años para aprobar la  otra mitad. Pero la Universidad Complutense ha certificado que no se ha encontrado nada que permita concluir que Pablo Casado obtuvo su título de forma no limpia. No ha dicho que lo obtuviera de forma limpia, sino que no se ha podido demostrar que no lo hiciera. Si lo obtuvo de forma limpia o no, lo saben Pablo Casado y los profesores que le aprobaron doce asignaturas en cuatro meses. Tras la certificación de la Universidad Complutense los demás tenemos que aceptar que Pablo Casado es licenciado en Derecho.
La ley no es la que decide cuándo un comportamiento es ético. Decide únicamente cuál es el límite que no se puede traspasar. Un estudiante puede copiar en un examen y si el profesor no lo descubre, puede no solo aprobar sino obtener una muy buena nota. Obviamente su conducta no es ética, pero una vez que la nota figura en su expediente académico es legalmente inatacable. Así es y así debe ser. No sería posible la convivencia si así no fuera.

Las garantías constitucionales en el proceso penal son uno de los avances civilizatorios más importantes que se han producido en la historia de la humanidad. Sin el derecho a no declarar contra uno mismo y no confesarse culpable no se podría vivir. Y sin embargo, con ese derecho no se está protegiendo comportamientos éticos, sino más bien todo lo contrario. En defensa propia, en un proceso penal no solamente se puede faltar a la verdad, sino que se tiene derecho a faltar a la verdad.
La ley no dice que ese comportamiento sea ético. Simplemente considera que es el mal menor, ya que, de no estar reconocido ese derecho, se posibilitaría la tortura como forma de obtener la prueba de la culpabilidad. Una persona puede haber cometido un delito y un delito espantoso y, sin embargo, puede no ser condenada porque no se ha podido destruir su presunción de inocencia con una actividad probatoria de cargo obtenida con todas las garantías constitucionalmente exigibles. Cuando se anulan grabaciones en las que quedan constancia de actos delictivos porque han sido obtenidas anticonstitucionalmente, los protagonistas de la conducta delictiva son absueltos. Pero no por ello su conducta se convierte en éticamente aceptable.
Pero no hay que llegar tan lejos. Vamos a quedarnos en un terreno en el que, sin duda, el Sr. Casado se reconoce con seguridad, porque es el terreno en el que se ha movido en los últimos quince años, es decir, durante la mayor parte de su vida adulta. El terreno de su partido.
Cuando el presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, envió a Luis Bárcenas el conocido sms “Luis sé fuerte. Hacemos lo que podemos”, no es evidente que no estuviera haciendo algo jurídicamente punible, aunque no fuera nada fácil demostrar que lo estaba haciendo. Pero no cabe duda de que su conducta era éticamente reprobable.
O hablemos de “cohecho impropio”, que es uno de los delitos que la jueza en su exposición razonada al Tribunal Supremo considera que usted puede haber cometido. El presidente de la Comunidad de Valencia, Sr. Camps, fue exonerado de responsabilidad penal  por dicho delito por un tribunal del jurado, a pesar de que había acreditación indiscutida de que había recibido a lo largo de varios años trajes regalados por “su amiguito del alma”, el conocido como El Bigotes. De acuerdo con la ley, interpretada por el Tribunal del Jurado y confirmada posteriormente por el Tribunal Supremo,  la conducta del presidente Camps no fue constitutiva del delito de cohecho impropio. ¿Hay alguna duda de que su conducta fuera éticamente reprobable?
La ley y la ética operaron en planos distintos, entre los que hay una frontera, es decir, contacto pero también separación. Para saber esto no hace falta haber  estudiante de derecho. Pero para un estudiante de derecho es un conocimiento inexcusable.
La universidad Complutense se ha cubierto de gloria con un alumno como usted.

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Este artículo del profesor Pérez Royo es una invitación muy interesante al debate sobre un tema cada vez más candente y perentorio: la relación inevitable y cada vez más importante y necesaria entre la ley y la ética, según avanzamos en la vía de la evolución del animal irracional y a-consciente, hacia el ser humano en plenitud . 
Ética y justicia. Dos conceptos formalmente independientes pero en esencia, sine qua non, unidos indefectiblemente en su médula, para que ambos puedan tener sentido más allá de las "normales" definiciones aúlicas, que sobre el papel aparecen muy claras, pero que arremangados en la práctica hasta pueden malentenderse como  incompatibles entre sí; por ejemplo en este caso o en el de Cifuentes o en el de Camps o en el mantra rajoyano del ya emblemático "Luis sé fuerte" o de aquella definición de Felipe González cuando le preguntaban por el GAL y contestaba que "la democracia necesta cloacas para estar limpia y deshacerse de los desechos que, por descontado, consideraba "normales". 
Por desgracia a los españoles nos sobra casuística para estudiar esa enfermedad social y política con pelos y señales, pero precisamente por ello, -como una pescadilla que se muerde la cola- nos falta el hábito cognitivo de no confundir churras con merinas en esa tierra de nadie que si no es ocupada por  la conciencia individual y colectiva, se reduce a  un secarral inhóspito: al nolugar del desajuste y del sálvese quien pueda justificarse por encima de sus responsabilidades intransferibles, que no se ven como tales entre los actores implicados  y los gestores de la implicación, sino como meros hechos aislados unos de otros y perfectamente desechables a la hora de lo importante(¿!): medrar, trepar, ganar y salir indemnes por encima del lucero del alba si es preciso, que suele serlo con demasiada frecuencia, ya que desde hace milenios nos gobierna el imperio de la Tres Pes, que define estupendamente Annie Marquier: Pánico,Poder y Placer.
Unas bases toltamente animales, en las que la historia del ser humano se ha venido sustentando desde el Paleolítico hasta hoy, regida por la única y básica herramienta de la necesidad material, que se ha ido encumbrando como el único eje de la existencia y de la vida. Eso ha significado el cortoplacismo como sistema basado en un egoísmo infantil y terrible con el deseo instintivo como empuje y motivación única, que absorbe y degrada todo impulso de avance hacia el sentido y la esencia de la verdadera felicidad, que jamás podrá encontrarse en semejante pantano cenagoso y viciado, del que muy pocos se plantean liberarse transformándose a sí mismos, sino esperando sine die que otros (que en el fondo son ellos mismos aunque ni se enteran) les resuelvan las papeletas más difíciles, les den las respuestas infalibles y una seguridad tan 'garantizada' como pírrica. Ya que la misma naturaleza de la vida y sus avatares no es previsible ni se puede dar como inmutable. Algo que el panico ancestral usado como herramienta de poder y placer, está empeñado en dar por dominado sin advertir que sólo nos puede liberar y serenar el cambio de mirada sobre la realidad de siempre para poder gestionarla desde la oportunidad del ahora, pero no de un 'ahora' oportunista y rastrero en el que la ética da risa o indignación, sino de un ahora inteligente cordial, sin prisas ni pausas, que no se toma vacaciones, de un ahora que como un organismo palpitante respira y comprende al mismo tiempo, tan simpático como empático, que no se cierra en su círculo, sino que está abierto al cosmos personal, social y global, no para hacerse de oro, sino porque ha descubierto el oro de la conciencia colectiva repartido en todos y en todas. Un oro que nadie puede robar jamás, que  brilla con una original luz propia y comunitaria al mismo tiempo, donde las hidroeléctricas no alcanzan a interferir ni a exprimir. Otra vibración muy distinta a lo que se maneja en planos tan cutres como miserables y enlodados.Y para colmo, sin ínfulas ni chulerías. Sin títulos ni coronas, ni coba, ni peloteo tan molesto e incómodo como innecesario.

El modo menos bestia de gobernar los asuntos que se ha encontrado ha sido el montaje de la Ley como absoluto hasta religioso, que pueda regular conductas e intereses siempre de un modo inmediato y sin largo alcance, conjugar lo bueno y malo en una especie de mayonesa constante, que no debe cortarse por exceso o escasez de aceite, huevo o vinagre, porque si esa salsa se invalida, adiós muy buenas al 'inteligentísimo' tinglado, no porque sea nada del otro mundo, sino porque  es el único eje de que dispone la rueda antropo-ilógica que hemos heredado y "mejorado", no objetivamente, sino desde el conjunto de los egos más listos y espabilados, -que, obviamente, no significa los más inteligentes, sino los más tramposos, las más hábiles máquinas de pensar y repetir lo pensado (casi siempre por otros; la imitación es lo más importante para las máquinas, por eso sin programa previo están perdidas), que son los menos lúcidos y nada éticos, puesto que la ética no es un buenismo de pirados como nos dan constantemente a entender, sino la verdadera inteligencia superior aplicada de la conducta humana-. 
Evidentemente ya es un problema crucial determinar qué es "superior", un término equívoco en un sistema cuyos valores fundamentales tan legítimos como legales, son: pánico, poder y placer. Las tres pes de marras. En las antípodas del ideal inteligente de la humanidad: aquel empecinado  gnozi seautón. Conócete a ti mismo. En la antigua Grecia no lo utilizaban solo los filósofos, principalmente lo popularizaron los médicos en sus hospitales-templos, aconsejando a los pacientes que aprendiesen a conocerse por dentro y así casi nunca estarían enfermos. 

En paralelo, los "médicos sociales" se esforzaron desde el principio por poner remedio a los males colectivos, con mucha menos empatía que los médicos de verdad, por supuesto. Tiene toda la lógica. La política no ha comprendido que ella misma puede ser la enfermedad social que pretende erradicar a base de leyes impuestas según los acontecimientos sitémicos del poder, los humores del grupo o del tirano gestor y no mirando los males y necesidades verdaderas del cuerpo social, que ella suele utilizar como trampolín para el asalto al poder, que considera el bálsamo de Fierabrás imprescindible para lograr cualquier cosa, sin ver que simplemente es un tarro de miel abierto ante las moscas persistentes de la ambición de partidos y personajes perfectamente prescindibles, y en el que tarde temprano todas acabarán prisioneras y hasta ahogadas en la dulce y pringosa trampa de las tres pes.
En ese contexto funcionan las leyes, desde Hammurabi y el derecho romano o el carolingio, hasta Hitler, Franco y el pp, pasando por la Biblia, el Corán, los fueros, las revoluciones tan liberadoras como sanguinarias, la Inquisición, el Santo Oficio, etc, etc... En todo ese tinglado histórico, nunca se ha contado con la ética. Una especie de tía solterona y picajosa, dedicada a la limosna, demasiado modesta y lúcida para presumir de nada y reacia a entrar en el juego del poderío, que ella -completamente demodée por propia voluntad- entiende como servicio y no como negocio y taller mecánico para imaginería en plan chapa y pintura. Muy virtuosa, muy admirable para los altares, pero un jarrón chino que nadie sabe donde colocar, a la hora de la realidad pura y dura. Donde la nombran, allí la dejan para que decore el ambiente y poderla citar de cuando en cuando como lavandera y decoradora de trapos de cualquier índole. 

Por desgracia ese ninguneo ético constante a lo largo de la historia, en la que sólo los héroes se dedicaron a entreverla y a veces a realizarla, como pisando huevos, en medio de fatigas y suplicios incontables, que casi siempre acabaron fatal en el cortoplacismo y muy bien en el relato histórico de las grandes realizaciones que han cambiado en algunas cosas a la humanidad después de pasarlas canutas, especialmente todos y todas las que se empeñaron en seguir las pautas de lo heroico, o sea, de lo ético, de lo que debería ser lo más normal y no la excepción y así terminaron como parte del decorado de las leyendas imposibles, pero, eso sí, muy entretenidas a la hora de los cuentos, los sermones, las citas eruditas y los rituales protocolarios. Nada de lo que en realidad significa: es decir, lo que cede el poder del ego propio al bien común, lo que valora las vidas del prójimo tanto como para ofrecer la propia y el sacrificio del bien parcial  en interés y beneficio de todos cuando es preciso.
Seguramente en el uso de la p del pánico, se ha relegado la ética hasta olvidarla en el fondo de ese cajón que nunca se abre, porque da que pensar y eso no mola ni gana en los negocios, ni en las urnas, ni en las guerras, que siguen siendo el pan y la sal de todos los mastercheffs en la cocina destartalada y caótica, pero llena de recetas incomibles, en un mundo al revés.

Además del argumentario ético de Casado, que leí hace un par de días, me he tropezado con otro ducumento informativo, tan antológico como revelador en cuanto al criterio ético de la sociedad española: un reportaje televisivo sobre un legendario genio financiero a base de tangar impuestos por los paraísos fiscales: Alfredo Fraile, responsable directo de  empresas fraudulentas tras las cuales se escondían multimillonarios tipo Julio Iglesias, por ejemplo.  Este elemento, explicó con todo detalle ante las cámaras, que se sentía divinamente viviendo sin ética durante toda su vida, porque "con la ética no se come" pero con el trinke, sí. Y él como responsable de su familia no está dispuesto a ceder ni un palmo con esas pamplinas. Desde luego, hay que reconocer que no finge, que dice la verdad tal cual, algo que no todos los manguis fiscales osan hacer. Si una persona se atreve a soltar ese discurso en una sociedad machacada por la evasión de impuestos y la manga anchísima de gobernantes amorales, es porque las leyes no sólo desconocen la ética, es que, además, la combaten con beligerancia mirando para otro lado, a base de leyes ad hoc, permitiendo que lleguen al gobierno y permanezcan en él, partidos que funcionan como lo hace Alfredo Fraile en las finanzas y como Pablo Casado, Camps o Cifuentes en el cohecho a partir de los cargos públicos, en vez de llegar a los banquillos de los juzgados y devolver lo que deben al fisco y a la ciudadanía, como por ejemplo, unos sueldos millonarios que han ganado durante años, fingiendo tener una preparación universitaria de la que carecen en realidad y que exhiben en títulos falsos expedidos por organismos públicos como la Universidad del estado, que sí pagan el resto de españoles.
También son timos cuantificables, no sólo cualitativos como se considera la ética engañosmente por ciertas mentalidades saquedaoras, puesto que una deficiencia grave en ética niega el valor de la justicia y la invalida como tal aunque sea "legal" no es ética, luego, no es justa. Como una deficiencia en justicia hace inoperante e inaplicable la ética. Por ejemplo: El Juicio de Salomón si hubiese cumplido la sentencia justa según el rey y el deseo de la falsa madre, habría sido el asesinato de un niño completamente ajeno a la pelea de los egos maternos y al criterio del juez, indudablemente; por fortuna Salomón en aquel caso jugaba a los detectives y seguramente no hubiese matado al crío. Pero no siempre el juez es un sabio ni un clarividente, y por eso estamos como estamos, porque a las leyes se les da un poder que solo puede y debe ejercer la conciencia y no solo las normas que hacen que la realidad se deforme para ajustarse a ellas o al crierio del juez que previamente se las ha adaptado, en vez de ser un cauce decente por el que el error se pueda someter a la realidad del bien común para canalizarla adecuadamente y lo menos lesivamente posible.

Y, como se demuestra, al contrario de lo que afirma Fraile, la ética sí da de comer: porque con honestidad e igualdad (que son condictiones sine quae non de la ética) está garantizado que todos coman igualmente bien, mientras que sin ética el sistema solo puede agonizar, como está haciendo ahora, por la rapiña de unos cuantos y la pobreza degradante de miles de millones y el deterioro letal  del planeta, todo ello causado por la falta de ética incapaz de regular el sistema basado en el saqueo de la naturaleza que es patrimonio de todos para beneficio de unos pocos que la convierten en su propiedad privada, que es al mismo tiempo la mayor injusticia a la hora de gestionar la res publica, los bienes comunes a todos, pobres, ricos y mediopensionistas.
La ética, además de una virtud imprescindible para poder convivir sin matarse ni hacerse papilla, es también la vara de medir las posiblidades de supervivencia de nuestra especie y de la cadena biológica. Sin ética estamos desahuciados por completo e indefensos ante lo peor de nosotros mismos. Incluidos los jueces y las leyes, que siempre deben estar al servicio de la humanidad y no al revés. Ya lo dice el mismo derecho romano, que al parecer era más lúcido que el derecho del siglo XXI: Summum ius, summa iniuria.
Para confirmar la degradante verdad que nos sacude, basta con fijarse en la saña demencial tan rebosante de leyes literales como carente de sentido ético contra los presos catalanes por un lado y por otro, en el despiporre total de los peperos corruptos en todo e incluso de la familia real en pleno saqueo de impuestos con irresponsabilidad absoluta y vitalicia "por ley"; todos ellos libres, impunes y a su bola en lo tocante tanto a la justicia como a la ausencia de ética, ese jugo gástrico que hace posible la justicia, que es a su vez, la digestión sana de las leyes, sin el cual éstas no se pueden asimilar y hasta se convierten en una función patológica, indigesta e insportable, al derivar en una enfermedad con desnutrición crónica  y frecuentemente incurable por falta de detección, de diagnóstico y, en consecuencia, de tratamiento adecuado tanto a la etiología como a la corrección de las funciones.
Es imposible legislar con acierto cuando no se sabe por donde da el aire de la ética, que comienza en la transparencia inteligente y honesta de voluntad individual y alcanza su plenitud en la moral colectiva, dando cuerpo a las leyes que hagan posibles derechos, libertad e igualdad solidaria, pero también voluntaria y no impuesta por narices, y al mismo tiempo con límites consensuados como líneas rojas que sería fatal para todos, traspasar. El mal que le hacemos a los demás en aparente beneficio propio, en realidad nos lo hacemos a nosotros mismos, aunque no sea inmediato el resultado.
Urge construir un mundo digno de llamarse esencialmente humano, sin el barniz del eufemismo, donde el PIB lo mida la calidad eutrópica de vida y de convivencia y no pricipalmente la cantidad de pasta amontonada per capita para consumirse consumiendo mientras en vez de vivir se vegeta teledirigidos por la angustia de no poseerlo todo y el miedo a perder lo poseído.

Podríamos añadir un apéndice nuevo para completar el cuadro: Sine ethica iustitia nulla est, sine iustia ethica nulla postest.

P.D.
Ayer volví a ver La Misión. Una película basada en hechos históricos y terribles, sobre todo porque retrata un pasado que se está repitiendo constantemente gracias a la ausencia de ética y de justicia.  De inteligencia cognitiva, de lucidez y de empatía. Y me pregunto por qué en la tele no dan pelis nutritivas como ésta y con un debate a continuación, que inviten a la reflexión y denuncien el juego sucio y falso de una cultura deshumana que se cuenta y se premia con milongas infumables, pero muy chachis, si las protagoniza y las dirige la publicidad y el negocio del famoseo, de marionetas humanoides, que caducan como los yogures y van dejando todo mucho peor de que lo encontraron. En La Misión, por ejemplo, se puede ver extraordinariamente claro el papel de la ética y de la justicia en el mundo occidental. Y en qué laberinto de cinismo y crueldad 'justificada', puede acabar el sustituirlas por los negocios politizados y la poca inteligencia cordial (del corazón). 
Me pregunto qué pasaría si en vez de Sálvame, Mas vale tarde, o cualquier culebrón lleno de remiendos y tontunas, dieran programas dignos de una cultura verdadera, no de un vertedero tóxico en plan gallinero, que confunde informar con bloquear la inteligencia a base de burbujas vacías de contenido aprovechable, de "divertir" (que en origen significa vaciar, derramar, dispersar y perderse) cuando no, decididamente nefastas y corruptas.  
Si se lleva el lodazal a la tele, que sea al menos, para dejarlo en evidencia y denunciarlo ante la audiencia y no para beneficiar a ciertos sectores y perjudicar a otros con tal de forrarse y "hacer carrera". Es "natural" que semejante submundo no sepa siquiera qué es la ética ni la justicia. Son ellas como el aire que se respira: sólo se comprenden cuando se viven y se practican; no respirarlas es estar muertos fingiendo estar vivos o sea, ser zombis y no saberlo. Y encima colonizar el espacio público para domesticarlo y adaptarlo a su constante funeral por la inteligencia. Como clones de Millan Astray, mismamente.

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