lunes, 2 de julio de 2018






La firma de Iñaki Gabilondo

El instinto del escorpión

Se dice que se quiere acabar con el lamentable mercadeo político en la tele, y para conseguirlo se monta otro lamentable mercadeo político


PABLO PALACIOS







Los políticos son los últimos en enterarse de que la televisión pública ya no tiene la aplastante influencia del pasado. Siguen refiriéndose a ella como si estuvieras sola entre las televisiones, y como si estas, a su vez, no tuvieran la feroz competencia de las nuevas y penetrantes voces de las nuevas tecnologías y redes. La batalla partidista por el control de la televisión pública no es solo es antidemocrática, es absurda y antigua como un patético juego de espías viejos que no entendieran que la Guerra Fría termino hace tiempo.
La televisión pública puede hacer una labor formidable en muchos ámbitos de la vida colectiva. Los que creemos en el servicio público de televisión lo consideramos de gran valor para la información neutral, para la cohesión social, para la transmisión de la herencia cultural común. Pero como arma electoral directa dista muchísimo de ser el cañón Berta que fue años atrás. No es fácil sin embargo convencer de tal cosa a quienes viven la política de forma enfermiza y no son conscientes de la insensatez de su obcecación
Para liberar a la radiotelevisión pública de la camisa de fuerza del partidismo es preciso que, con carácter previo, los partidos se liberen de la camisa de fuerza de sus obsesiones. Todos pregonan su voluntad de despolitizar la Corporación, estoy seguro de que incluso creen que lo desean, pero en cuanto se empiezan a mover les traiciona su querencia, el instinto del escorpión, y buscan pactar solo con los afines, olvidando a los no afines. Y de resultas aquí estamos, en medio de una enorme contradicción: se dice que se quiere acabar con el lamentable mercadeo político en la tele, y para conseguirlo se monta otro lamentable mercadeo político. ¿Puede caber mayor incongruencia? 


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Aún hay peña atascada en el Big Brother de Orwell, en la eficacia del lavado de cerebro de los poderes malpolíticos, como fueron las estrategias de los totalitarismos del pasado siglo. Todas las dictaduras de cualquier color se basan en ese mismo método: anular la conciencia colectiva para sacar votos, ganar audiencias y forrarse en todos los planos con la publicidad y la corrupción intercambiable. 
Lavar el cerebro social es la peor y más destructiva corrupción, porque es cargarse la democracia mientras se proclama la condición de demócratas y se secuestra la voluntad de los individuos mediante la seducción sofística de la imagen y la cháchara teledirectora, que consiste en utilizar cualquier herramienta del tipo que sea para conseguir los fines deseados. 

Como apunta Iñaki , el mundo actual permite cada vez menos ese sistema seductor y cuentista. Las redes sociales e internet, no sólo fastidian muchas cosas, también sirven de despertadores, al mismo tiempo que pueden ser narcóticos letales si no se está atentos, con su uso no sólo crece la velocidad de la comunicación, sino también la capacidad de advertir, de afinar, de comprender, de discernir y de auto-empoderarse tomando conciencia de la libertad y responsabilidad, personal y colectiva. 
Una de las pruebas es el borrado velocísimo de twits que se está produciendo en determinados ámbitos, tras el caso Máxim Huerta. Ya nada está encriptado eternamente, ni hay inmunidad para nadie cuando se mete la pata y se escribe lo primero que dictan las tripas. Y de nada vale tener las llaves de la información y de la manipulación. Todo es un wikileaks universal sin solución de continuidad. Algo que además influye inevitablemente en los medios de comunicación públicos y privados. Los públicos tienen la ventaja de que  si son de verdad democráticos no están en deuda con holdings empresariales, ni grupos de presión social, religiosa o política, aunque  en España, los partidos políticos, desgraciadamente, funcionan como empresas ideológicas o religiones estado-dependientes y consideran que la gestión de la información debe ser un feudo cortijil y propiedad privada del partido ganador en las urnas. Menos en la época del gobierno Zapatero, ha sido así desde el No.Do, el Arriba, YA, Pueblo, Informaciones, Madrid, o el ABC...Radio Nacional, RTVE, etc, etc...Hubo un tiempo de cambio donde aparecieron alternativas como El País, el Mundo, Diario16, aunque ese cambio no lo fue para la esencia de los medios públicos, que siguieron siendo rehenes de la gestión partidista, pero una vez superada la dictadura al menos sobre el  papel, la prensa "libre" comenzó a enseñar los colmillos y su catadura fundamental: la pastafilia gravis. Grupos de presión financiero-ideológica se han ido apoderando del panorama mediático y seguramente y ahora la información es un coredor de la muerte entre la realidad y los medios repartidos entre intereses financieros e ideológicos. Salvar la verdad de la quema es dificilísimo, porque más que la ética y la deontología, la coherencia o la libertad de conciencia, manda y prima por encima de todo conservar el puesto de trabajo, ganar audiencias y seguidores, ser los mejor valorados y ganar el máximo de prestigio y poder. pp. Qué coincidencia, ¿verdad?
-Hago un inciso para recordar a un periodista, maestro y político italiano de la primera mitad del siglo XX: Alcide De Gasperi, un luchador sin miedo contra la dictadura de Mussolini que lo encarceló y  una vez en la calle, el dictador amenazaba con cerrar las redacciones de los diarios que  le diesen trabajo. Pasó hambre, era padre de cuatro hijos y sólo pudo sobrevivir de la caridad del Vaticano que le dio un puesto como empleado en su biblioteca. Al final de la II Guerra Mundial, De Gasperi fue el  único político que consiguió levantar Italia de la miseria total y lo hizo renunciando a  gobernar en solitario a pesar de haber ganado las elecciones como demócrata cristiano, convocando la "anomalía" de un gobierno plural donde además de la derecha conservadora, participaban todas las fuerzas políticas, el PCI, el PSI, Liberales, Radicales y Democristianos. El papa de entonces que era Pío XII se lo tomó fatal y le llamó para darle la orden de aliminar a los ateos, decreidos y materialistas del gobierno presidido por alguien que le debía la vida y la de su familia. De Gasperi le respondió que en su vida privada le obedecería sin dudar como su guía y maestro, pero que en su vida política, él era servidor de todos los italianos, de izquierda, derecha, centro, ateos y creyentes que merecían ser gobernados por una coalición en la que todos se sintiesen representados de verdad. Y en efecto, ese gobierno fue la salvación y el inicio de un tiempo nuevo, que permitió a una Italia destrozada por el fascismo y la guerra, invadida por la Alemania nazi, resurgir de sus cenizas y ser parte activa de la nueva Europa y del Mercado Común inicipiente, tras la unión del Benelux, Alemania y Francia. Creo que necesitamos ese espíritu emprendedor de verdad, sin roñosidades ni egos partidistas, de personas sanas y tan lúcidas y conscientes que sepan mirar más allá de sus narices, sus intereses personales y sus partidos.-

Los medios públicos como RTVE, en un país tan moralmente rácano como el nuestro,  son los únicos que aún pueden dignificarse y salvarse del deterioro inevitable que implica tener que venderse para informar. Zapatero entendió a la perfección lo que significa la ética y la independencia informativa en un estado de derecho donde la democracia es el aire que se respira, pero al parecer Iglesias no, y Pedro Sánchez aunque tal vez lo haya entendido mejor, tiene poco margen de maniobra. Seguramente con Alberto Garzón como compañero de viaje, ya tendríamos una RTVE digna funcionando con el acuerdo de una mayoría parlamentaria y el consenso definitivo con los trabajadores de la Cadena estatal. 

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