jueves, 19 de julio de 2018

Un naufragio moral 

El rescate de dos cuerpos y una supervivientes / FOTO: Proactiva Open Arms
El rescate de dos cuerpos y una supervivientes / FOTO: Proactiva Open Arms
Los guardacostas libios no son guardacostas. En realidad son miembros de las milicias. No pertenecen a un cuerpo oficial de servicio público, básicamente porque lo público en Libia no existe, no hay Estado. El contrato que firmaron con Italia solo tiene una cláusula: que venga a Europa el menor número posible de negros porque no nos caben en nuestras calles asfaltadas.
El código penal allí no es un código y se trata como delito simplemente intentar irse. Emigración en grado de tentativa. Como se les llenan las prisiones, pues van haciendo hueco a tiros, como contó Elvis a la periodista Gabriela Sánchez. Aunque cueste imaginarlo, también se divierten violando, vejando, pegando a quienes son más vulnerables que ellos. Menos mal que se derrocó a Gadafi porque ahora podemos estar tranquilos dejando el mayor reto migratorio de la historia en manos de ese país en ruinas. Cómo será Libia que lo único que dice Josefa, rescatada el miércoles de las tablas rotas de lo que fue una barca es:  "Libia no, Libia no".
Eso que ves no es la barca naufragada y rota a la deriva. Es la descomposición de la dignidad europea, y solo ha quedado en la foto ese navío al fondo, un velero de Proactiva Open Arms, una ONG pequeña y privada que ha salvado a Josefa, que milagrosamente resistió 48 horas en el mar, sin agua para beber y rodeada de gasolina. Al final, los derechos humanos los convertiremos en cuestión de fe y milagros en manos de organizaciones no gubernamentales. Josefa ha sobrevivido, si a lo que le queda por delante de trauma y adaptación en Europa se le puede considerar vida plena.
El niño bocarriba y casi sumergido no es un niño. Era una persona con derechos, era el futuro, el hijo de alguien, el nieto de alguien y el centro del amor de alguien. Él también quería, y esperaba, y esperó panza arriba pero no lo suficiente para el milagro de que un grupo de rescate particular lo encontrara en medio del mar por casualidad, tras haber interceptado una conversación entre una patrullera libia y un barco mercante. Mala suerte. Ahora los derechos humanos también son cuestión de suerte.
La mujer bocabajo tampoco es una mujer, es la rendición de los países europeos que sí pueden y no quieren. Han derivado su responsabilidad y pretenden que otros países sin garantías de respeto a los derechos humanos se ocupen. Son los países que pagan para que la mujer bocabajo no venga, que es lo mismo que fomentar que venga arriesgando su vida. Han echado del Mediterráneo a las ONG de salvamento para que se encargue Libia, la misma que no tiene Estado y veja y pega y mata. La mayoría de países no cumplen las cuotas de refugiados y siguen charlando de vez en cuando sobre cómo arreglarlo.
Salvini no es el primer ministro italiano, aunque le hayan dejado usurpar el puesto y el relato de un país que fue la cuna de la civilización y el derecho. Es un ministro de Interior que agita como un sonajero las vísceras de Italia. Es el cristalizador de una idea suficientemente popular como para volcar unas elecciones: la culpa de la pobreza es de los más pobres, no de los ricos ni de los gestores corruptos. ¿Cansados de disparar hacia arriba? Disparemos para abajo. Mientras su discurso le dé éxitos electorales y protagonismo, Salvini no dejará de utilizarlo y calentarlo sin escrúpulos. Hasta dónde llevará los ánimos él, su colega Viktor Orbán, el silencio acomplejado de los países europeos y la indolencia de quienes sí pueden hacer algo es un misterio cuyas consecuencias ya estudiaremos en los libros de historia. 
Esta es la foto del desastre humano y el naufragio moral. Como ahora hay internet, información e imágenes, no podremos decir que no lo sabíamos. Aunque siempre podremos decir que en esta foto se ve un accidente náutico, con una mujer bocabajo, un niño bocarriba, el casco rojo de un socorrista, Josefa y una embarcación de recreo al fondo.

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