lunes, 23 de julio de 2018

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Lo más pronto posible, pero no de forma inmediata

Javier Pérez Royo

Salvando las distancias, el debate sobre la independencia de Catalunya en el  Congreso del PDCAT celebrado este pasado fin de semana recuerda al debate sobre el “revisionismo” que se produjo en la Segunda Internacional tras la publicación del libro de Eduard Bernstein “Las premisas del Socialismo y las tareas de la Socialdemocracia”.
La independencia ocupa en la estrategia del PDCAT definida este fin de semana el lugar que el socialismo acabó ocupando en la de los partidos socialdemócratas a partir de las primeras décadas del siglo XX. Es un objetivo que hay que alcanzar, pero recorriendo un camino en el interior de las instituciones representativas del Estado, que llevará el tiempo que sea necesario. “Lo más pronto posible, pero no de manera inmediata”. Vale.





Es curioso que este debate se haya producido en un partido, el PDCAT, heredero de otro, Convergencia Democrática de Catalunya, con el que Jordi Pujol reconstruyó la opción nacionalista que representó la Lliga hasta la Guerra Civil. Convergencia ha sido, con mucha diferencia, la expresión más acabada del nacionalismo autonomista en la historia de Catalunya. No ha habido ningún partido nacionalista que tenga una ejecutoria comparable a la suya. Lo que no tiene es ejecutoria independentista.  La independencia no ha figurado en su programa político ni en sus programas electorales desde su fundación hasta prácticamente el momento previo a su disolución. En el programa para las elecciones catalanas de 2012 todavía no figuraba la independencia en la oferta que se hacía a los ciudadanos. El nacionalismo catalán que pretende articular políticamente el PDCAT carece, por tanto, de tradición independentista. Sí cuenta con una tradición muy importante de partido de gobierno dentro del sistema político configurado a partir de la entrada en vigor de la Constitución de 1978. De partido de gobierno de la Comunidad Autónoma de Catalunya y de partido de gobierno del Estado, en la medida en que su contribución ha sido decisiva para que hubiera mayoría de investidura en varias ocasiones. Una de las razones por las que la Constitución española ha tenido éxito ha sido por la aportación del nacionalismo catalán y también del vasco, pero, sobre todo, del nacionalismo catalán, a la gobernabilidad del Estado. A la inversa, el salto de la autonomía a la independencia de dicho nacionalismo ha provocado la crisis constitucional de mayor envergadura desde el comienzo de la Transición.
Este tipo de debates suelen permanecer abiertos durante bastante tiempo. No se cierran fácilmente y, sobre todo, no se cierran de manera expresa. El debate se va difuminando con el paso del tiempo.  Es muy difícil conseguir una aproximación al objetivo final, que va desdibujándose lenta pero inexorablemente. Así les ocurrió a los partidos socialdemócratas europeos con el socialismo. Y lo mismo, previsiblemente, le va a ocurrir al nacionalismo catalán con la independencia.
La ruptura que la aproximación a la independencia supone con el Estado es muy difícil de alcanzar. Especialmente cuando el partido que intenta conseguir esa aproximación lo que ha hecho toda su vida y lo que sabe hacer es gestionar y no organizar operaciones de ruptura con el sistema político en el que está inserto. Convergencia ha sido un partido de gobierno y no un partido insurgente. Es muy bueno resistiendo frente a las pretensiones de “asimilación”, pero no lo es en absoluto para ser protagonista de un levantamiento insurreccional, es decir, de una rebelión. En los meses de septiembre y octubre del año pasado quedó claro para todo el mundo, menos para el Fiscal General y los Magistrados del Tribunal Supremo, que vieron lo que nadie vio. No hubo levantamiento insurreccional por ningún lado.
La independencia es un espejismo, es una ilusión óptica o de la imaginación, que en la distancia puede parecer verosímil, pero que se desvanece en la proximidad. La independencia se ve como posible porque está lejos. Es imposible en la inmediatez. Por eso, el cuando sea posible, no acaba llegando nunca. Es verdad que los espejismos conducen a veces a errores de juicio que pueden tener consecuencias negativas. Ya hemos tenido ocasión de comprobarlo. Afortunadamente, la renuncia a la inmediatez parece que aleja la repetición de nuevos errores.
Es obvio que la reafirmación del objetivo de la independencia no facilita la tarea del presidente del Gobierno, pero estoy seguro de que no lo habrá sorprendido. No puede no saber que el conflicto constitucional de Catalunya todavía tiene recorrido. Y que se pondrá fin al mismo en algún momento, que ahora mismo no se puede saber cuándo será.


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En efecto. Quienes tienen un conocimiento profundo de Catalunya saben muy bien que no hay tradición independentista arraigada ni mayoritaria, sino un impulso fuertemente nacionalista, y que desde siempre Catalunya se ha autoconsiderado parte indudable del estado español, como de la cultura europea. En Catalunya el tirón de la tierra y de la lengua es un potencial integrador y abierto, mucho más generoso que rácano y xenófobo. Precisamente por eso desde siempre es un ejemplo de cultura, de universalidad y de grandeza de miras. 

El brote independentista está más relacionado con un aprovechamiento demagógico del momento político y de las conmociones sociales derivadas del estado permanente de crisis en que ha caído el estado español, desde que no supo reaccionar a la debacle fiananciera de 2008, primero potenciando burbujas y resctes de bancos privados con dinero público sin exigir a la banca contrapartidas para compensar al estado, como la dación en prenda o fianza de sus parques de viviendas hasta que devolviese el préstamo,  en vez de facilitar desahucios y desigualdades obscenas, negando la crisis y olvidando que el pueblo ya era ciudadanía capaz de decidir en referemdum, desde el modelo de estado al modo de afrontar el peligro común de una Europa incapaz de plantar cara a los EEUU y su crisis particular que la pésima política finaniera y buitre de los USA convirtió en  global. De modo que gracias a las valoraciones del rating yanky, el agujero negro de Washington lo pagó principalmente un euro en superávit que cayó en picado sobre todo en las economías del sur de la UE, con las que el sistema se ensañó para ejemplarizar posibles intentos de rebeldía. Grecia fue el experimento. 

Es a partir de esa trágica coyuntura cuando el fracaso económico y democrático de Zapatero, al no reconocer ni explicar ni tomar medidas contra una crisis que no aceptaba, nos precipita en manos de la única alternativa biparty, cuando el hundimientoo del estado actual se empieza a hacer patente sin remisión. Un punto de no retorno en Catalunya fue el desmantelamiento del Estatut, ya en 2006 y culminada en 2010, por parte del pp y de un TS errático y ciego, además de injusto. La coincidencia de los casos de corrupción escandalosa en Convergencia  fue aprovechada por esa casta derechona catalana para intentar eludir responsabilidades penales, si se montaba un pollo independentista que dejase sin vigor las leyes  del estado español en territorio catalán y promoviendo la idea errática de que si se procesaba a un president y a su partido -por cierto tan corrupto como el pp- , se estaba procesandoo con él, a toda Catalunya, por disidente, diferente e incomprendida. Una jugarreta muy fácil de colar en un pueblo donde los impuestos son más altos que en el resto del estado, al que acusaban de esquilmar Catalunya, cuando eran ellos mismos quienes se estaban haciendo de oro a costa de Catalunya y de España también si podían, como bien se ha visto con los casos de Pujol, Palau y tres per cent 'generalitalizado'.
El independentismo se extendió como el fuego sobre la pólvora, sin ver quienes eran els pirotècnics...Ya se sabe que  una vez provocados los incendios de grandes extensiones y en varios focos simultáneos, se descontrolan y si además, como es el caso, el parque estatal de bomberos que podría haberlo apagado con una buena y responsable intervención, estaba dirigido por unos discapaces y torpes gestores, prepotentes y garrulos, fachas a muerte, - incapaces de dialogar ni de comprender algo que supere el circuito de su única neurona factotum-, que en vez de apagar el fuego, como Nerón aporvecharon el lance para quemarlo todo e inventar otra cosa en la que ellos fuesen los caudillos...
A partir de ese momento, para los catalenes, idependentistsa o no, el problema ya no era el fuego en sí de las intituciones ardiendo por los cuatro costados, sino la descarada y  contundente indignación contra el estado central, de millones de personas que  jamás se habían tomado el indepentismo en serio y lo consideraban un peculiar y minoritario canto de sirena  por el que nadie con dos dedos de frente habría apostado ni un céntimo en la misma Catalunya, que de todas todas prefiere la paz y el buen rollo con sus vecinos de península a los que lleva acogiendo fraternalmente y visitando sin complejos ni manías, toda la vida, y personas que además se sienten catalanas de alma y españolas de pasaporte, cosa que no les impide reconocer encantados que nacieron en Segovia o en Mazarrón, como  que su vida está en Olot, Mollerusa, Vilanova, Manresa o Reus...

Precisamente por esa razón, en cuanto  Madrid ha dispuesto de un equipo cortafuegos adecuado, que ya lo hay, el incendio se acaba autoaniquilando por sí mismo, ya no hay combustible que alimente el desastre, ni material quemable. La piadosa y abundante lluvia del sentido común impide la reanimación de un incendio que solo quería beneficiar a los traficantes de maderas y urbanizaciones buitre, aun perjudicando y arruinando a todos los habitantes del bosque y territorio catalán.

Algo muy distinto y mucho más triste, a mi entender, y al parecer irreparable, sucedió entre los socialdemócratas europeos, que cita el perofesor Pérez Royo,  y su postergación sine die del socialismo. Si lo hicieron con la mejor intención fueron ingénuos e irresponsables, pero si lo hicieron a sabiendas, fueron corruptos y perversos. El socialismo es la fuente colectiva del bien común, de la igualdad, la libertad, la fraternidd y la convivencia solidaria, nunca un trampolín partidista para medrar en plan giratorio, que es el primer riesgo que se presenta ante la institucionalización perenne del sistema de representación de los partidos políticos al uso, eliminando la responsabilidad de base comunitaria y consultiva de la portavocía gobernante. 
En el sucedáneo de la socialdemocracia el pueblo, la ciudadanía, la asamblea, es un mero decorado teatral y teórico, que sólo se saca a pasear en tiempos de elecciones, pero que en el día a día  no existe. Eso es lo que  el 15M ha querido y quiere dejar bien claro: es imposible ser socialista y gobernar pisando a la misma sociedad que te ha pedido ser su voz, no su dueño ni su cacique. Y no digamos si encima es un socialismo con un  estrambótico tinte monárquico como éste que disfrutamos en las Españas plurinacionales de pacotilla.

Si en algo hay alguna coincidencia entre el ninguneo del socialismo establecido por la carencia de conciencia socialista y la tendencia liberal-capitalista como eje del entendimiento político, con el caso de Catalunya y el estado españól, a mi modesto entender, es solo el hecho de que los gestores que en ambos casos no han dado la talla hasta ahora, no sólo no han sabido como salir del atolladero, sino que el atolladero se ha formado precisamente porque ni los unos sabían qué significa ser estado de derecho y de democracia plurinacional, y los otros no sabían de verdad en qué consiste el socialismo, porque hasta ahora no ha habido en la cultura de izquierdas un modelo socialista paradigmático, que se pueda poner como modelo, cada vez que ese intento se ha puesto en marcha, Das kapital, el deus ex machina de la manipulación egoísta y cegata, lo ha boqueado, hundido y corrompido.
Hasta ahora, parece que sólo Portugal como estado, Marinaleda como municipio, las Comunidades del Arca inspiradas en Gandhi (que en Francia y Alemania aun están en activo, en La Flessiere, La Borie y Friedenshoff) más el 15M en calles y plazas, como mareas e ILPs, fuerzas noviolentas pero muy activas en conciencia anticapitalista  e insumisa, se acercan a la idea motriz y benéfica del socialismo, que se quiera o no, acabará, junto con la ecología y el laicismo respetuoso, por ser la gran solución de la modestia y la cordura a la crisis planetaria.
El socialismo es el modelo político y económico de las bienavenuranzas evangélicas. Algún día y a no tardar, el mundo acabará por comprenderlo en la praxis, que es el único modo de distinguir realidad tangible de ilusiones apócrifas.

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