José Antonio Pérez Tapias

Campaña electoral
Boca del logo
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14 de
Junio de
2016
Terminó el tan anunciado debate a
cuatro, publicitado como acto estelar en esta campaña para las
elecciones del 26 de junio, y cada uno de los candidatos se retiró con
los suyos para comprobar en cada caso que habían recitado bien las
lecciones aprendidas. No hubo momento alguno que fuera especialmente
vibrante. No se alcanzó ese clímax de intercambio de argumentos sólidos
que cabe esperar de un debate de verdad, incluso electoral. El guión,
por tanto, es decir, los guiones que traían los respectivos líderes,
elaborados por sus correspondientes equipos, se siguieron conforme a lo
previsto. Sin apenas intercambio de razones, cada cual se dirigía a los
suyos, de camino tratando de sacar ventaja a su competidor inmediato
–Rajoy pugnando con Rivera y Sánchez con Iglesias-- para lograr arrancar
algún voto de la gran bolsa de los indecisos o de los electores
situados en riesgo de abstención. Hay que temer que poco se habrá
alterado por ahí el panorama que los sondeos demoscópicos nos han dado a
conocer.
Ante los temas delicados, todo fue pasar de puntillas. El
candidato del PP eludió pronunciarse claramente sobre la negociación con
Bruselas para ganar mayor plazo de cara a reducción del déficit. El
candidato socialista no quiso insistir en un problema grave: la
sostenibilidad del sistema de pensiones, para asegurar la cual propone
un impuesto a grandes fortunas, pero sin que eso llegara a ser cuestión
en la que abundara. El líder de Ciudadanos se lanzó inicialmente
defendiendo la idea del contrato único, mas sin detallar más armas en la
lucha contra el paro. No tuvo fuertes críticas a tal propuesta,
enmarcada como viene en contexto neoliberal. Desde Podemos, su cabeza de
lista no bajó a detalles respecto a cómo concretar eso del cambio de
modelo productivo.
Salieron de refilón otras cuestiones, pero de nuevo las
prisas, las pinceladas gruesas. Sánchez mencionó la reducción del IVA
cultural, cuestión que retomó Iglesias para decir otro tanto en cuanto a
productos de primera necesidad. Rajoy mostró el lado débil de su no
credibilidad cuando hace esa propuesta tan demagógicamente populista de
bajar los impuestos. No están las arcas públicas para ello –ni los
bruselenses hombres de negro dispuestos a consentirlo--. Una brevísima
alusión mereció el tema de la educación, respecto al cual Sánchez
mencionó una vez más la bienintencionada pretensión de pacto educativo.
Iglesias perdió una oportunidad de abordar a fondo la difícil situación
en que se halla la universidad española.
Pero, aun con todo, fueron desgranándose propuestas, puntos
programáticos de unos y otros, haciendo cada cual lo que podía para
mostrarse fuerte. Rajoy alardeó de capacidad de gestión, faltándole
decir que la veteranía es un grado. Cierto es que su etapa de gobierno
está manchada con la corrupción hasta límites desconocidos hoy por hoy,
cuestión que llevó a Pedro Sánchez a decirle con razón que debía haber
dimitido por ello en su mandato. Pero no se incidió mucho más por ahí.
Fue Rajoy el que se enzarzó de manera ridícula con Rivera acerca de si
había cobrado o no en negro alguna vez. Impresentable el Rajoy que
animaba a Bárcenas, tratando ahora de escabullirse por vía tan fullera.
Salió, claro está, el tema de Cataluña: el referéndum.
Rajoy se situó de inmediato en su encastillada defensa de la unidad de
España, tan encastillada que es posición inoperante por inmovilista. Se
le sumó Rivera, lo que era de esperar. Y Sánchez se fue directo contra
Iglesias para reprochar que Podemos apoyara un referéndum en Cataluña
situándose así contra la unidad de España. No tenía receptividad alguna,
como viene ocurriendo, para siquiera reconocer que Podemos no alienta
secesión alguna de Cataluña respecto de España. Todo queda del lado
socialista en invocar la reforma constitucional con vagas referencias al
federalismo y rehuyendo hablar de plurinacionalidad del Estado.
Con breves comentarios se despacharon cuestiones tan graves
como la crisis de los refugiados en Europa y nada serio sobre política
de seguridad y defensa. Todo se redujo a sacar a relucir el pacto
antiyihadista para acusar a Podemos de no haberlo firmado. Por cierto,
fue repetitivo Pedro Sánchez hasta la saciedad con el mensaje –había que
colocarlo como fuera-- de que Podemos impidió que él fuera investido
presidente del gobierno del cambio al votar “no” a ello junto al PP.
Inútil es pretender ganar votos con eso a estas alturas. Más provechoso
hubiera sido clarificar la política de pactos, al menos las
preferencias, pues a la disyuntiva planteada por Iglesias de que o
habría gobierno del PP o gobierno de Podemos con PSOE, o del PSOE con
Podemos, según quién ganara más que el otro, Sánchez se limitó a una
carcajada que no supo nada bien. Toda su declaración quedaba reducida a
afirmar que con el PSOE está garantizado gobierno de cambio, mas sin
explicitar nada más sobre pactos. Es la indefinición en que el PSOE se
queda encerrado.
La noche siguió avanzando, pero este alicorto debate que no
consiguió más mérito que reunir a los respectivos candidatos del PP,
PSOE, Ciudadanos y Podemos, ni por asomo tuvo nada de duelo de titanes.
Eso sí, acabado el debate…, cada tribu tocó el tam-tam para danzar
alrededor de su jefe porque es "el mejor”. ¡Y usted que lo vote!
Autor
-
José Antonio Pérez Tapias
Es miembro del Comité Federal del PSOE y profesor decano de Filosofía en la Universidad de Granada. Es autor de Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional. (Madrid, Trotta, 2013)
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Este sí que es un socialista de verdad. Mil gracias por estar ahí, por ser un ejemplo y escribir con honestidad lo que tu conciencia y tu lucidez te dictan a dos voces, J.A. Pérez Tapias.
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