martes, 28 de junio de 2016

Dilema post


Cada vez se escuchan más voces "moderadas" aconsejando que se acepte la derrota y se deje gobernar a Rajoy porque ha ganado en las urnas. Porque es la realidad. Digamos que, de momento, solo es el hecho que nos ha comunicado un ministerio de Interior manejado por un tipo que hace una semana demostró públicamente su condición bochornosa de manipulador sin escrúpulos y con unos resultados más que extraños en las urnas, que a nadie de los "moderados" parecen sorprender; se ha perdido y no se encuentra nada menos que un millón de votos perdidos a la izquierda. Las papeletas y sobres correspondientes desde ayer son papel de reciclaje en los contenedores, no se dejan como depósito en urnas blindadas que permitan consultar, durante al menos los treinta días siguientes a las elecciones, en  casos dudosos ya no hay manera de comprobar con transparencia ninguna duda ni reclamación. El partido ganador, ya lo era, sorprendentemente, horas antes de que se hubiese hecho el recuento de votos con un número de escaños que a lo largo de tres horas de recogida de datos electorales no cambió ni por arriba ni por abajo. Algo que no se entiende si es verdad que ha ganado en casi toda España. ¿Cómo es posible que con ese ritmo ganador, el resultado se haya mantenido inmutable desde el principio, teniendo en cuenta que ese principio se estableció y se dio por definitivo dos horas y media antes de terminar los escrutinios en los colegios electorales? ¿Acaso los pperos consultaron a La Pitonisa Lola, a Sandro Rey o a Rappel, ya si eso, para ir adelantando? De otro modo ese fenómeno paranormal no tiene explicación.

El retropaso que se le pide al Psoe ahora, particularmente desde dentro de su aparato, es que deje gobernar al pp, porque para eso ha perdido. Si la política fuese un juego y las elecciones una competición olímpica o un partido de fútbol, evidentemente, esa actitud sería no sólo justa sino completamente lógica y digna. En el deporte, en los negocios y en la relación de pareja hay que saber perder  cuando toca; es justo y necesario aceptar sanamente y con elegancia intelectiva la derrota personal o del equipo deportivo o del holding empresarial o del fracaso parejil, claro que sí,como se acepta la pérdida de algún ser querido. Porque no queda otra. Y más vale hacerlo en buen plan, aunque sea para no pasarlo mal personalmente.

Pero, desafortunadamente, la política no  es un juego de opuestos ni una partida de ajedrez , ni un torneo medieval, ni unos juegos florales, ni un partido de fútbol ni el consejo de administración de un trust bancario en crisis. La política, y sobre todo en momentos históricos tan graves como el presente, no se puede ni se debe gestionar desde la elegancia deportiva, porque son millones de vidas humanas las que están dependiendo de lo que se decida en los parlamentos y gobiernos en medio de una crisis sin parangón y de un problema tan atroz como el de los refugiados, la pérdida de derechos de todo tipo y de libertades e igualdad fundamentales en cualquier país medianamente civilizado. No es una cuestión de ganar o perder con dignidad, es una emergencia social que supera lo trillado y habitual, que solo no ven quienes viven en la burbuja de sus intereses e ideas modeladas por su comodidad o su costumbre. En este momento el futuro gobierno de España requiere más que nunca, hasta la fecha, una responsabilidad generosa, ética y lúcida, sin prejuicios, cortapisas ni palos en las ruedas ante lo que favorezca el bien común por encima de cualquier partido, por muy estupendo que sea y victorioso que resulte en la contienda electoral.

La política no es un juego de especulaciones bancarias, en política verdadera útil y eficaz, no se trata de quedar por encima de otros, ni de hacer negocio a costa de las personas, la política necesaria hoy es el ejercicio de la igualdad en derechos, de la justicia sin privilegios, de la ética económica equitativa, de la limpieza de fines y de medios transparentes para que el bien común sea posible, la política cristalina que todo lo comparte, lo dice, lo pregunta y lo responde.
Ya sé que algunos al leer estas cosas creen que estoy en Wonderland, y que no es posible ir de guays en un mundo de lobos, pero lo cierto es que si queremos realizar el cambio que deseamos y debemos merecer, no se nos va a dar regalado, habrá que arriesgarse a crearlo, para eso tenemos la fuerza de la inteligencia propia y colectiva, adonde no llega la una, puede llegar la otra. Y si queremos el cambio tienen cambiar también nuestras actitudes mentales y nuestras ideas preconcebidas, nuestros miedos a que todo salga mal y qeu nosotros tengamos la culpa por habernos movido del pupitre donde nos colocaron los que saben mucho más que nosotros y controlan la manera de que nunca cambie nada porque el inmovilismo les resulta muy rentable; los cambios tienen recodos y precipicios que hay que aprender a sortear y a rodear o a cruzar cuando hace falta, creando puentes de certeza en la conciencia ética hacia la orilla desconocida. O sea, que será imposible que algo definitivo cambie a mejor si seguimos empleando las mismas consideraciones que ya no toca manejar y que nos abandonan en medio de lo peor, porque lo que vivimos, a esas ideas apolilladas, las ha desbordado por todas partes.

 Especialmente el pp no es un crack en esas lides de la altura y profundidad de miras. Va a la suya y a por todas, para hacer caja a costa del sufrimiento ajeno, del abandono y de la exclusión social, y para ello lleva cuatro años gobernando sumergido en una cloaca infinita de corrupción más que demostrada, de la que Rajoy se enorgullece, como comentó en el balcón la noche del domingo. 
Es cierto que el pp ha sacado más votos que los demás partidos, pero no representa en absoluto a todos los españoles para que se le deje a su bola acabar de machacar a sus víctimas, es más, los españoles a los que representa son aquellos que o son millonarios y tienen mucho que perder sin el pp, o no tienen conciencia que les permita ver la realidad tóxica a la que votan porque la corrupción ya no les molesta. Les resulta más familiar que la honestidad. 

¿Qué haría un partido socialista de verdad, como lo fue el original hace ya cerca de 150 años, honesto y valiente como el primer Pablo Iglesias? ¿Dejaría manos libres a un montaje pseudo democrático, participando en él, con su abstención, lavándose las manos como Pilatos, para conservar el aura aséptica de poli bueno y "moderado", que pega poquito y tortura con delicadeza a los rebeldes, mientras los sectores más perjudicados de la sociedad, los más vulnerables, son masacrados por una economía cegada por la avaricia, el egoísmo y la falta de sentimientos humanos, que llena los bolsillos millonarios a base de quitar el pan, el trabajo, el techo y los derechos y libertades al resto de la sociedad que no entra en el cupo de los "elegidos"? ¿Un partido socialista de verdad sería capaz de cobrar un sueldo sacado de los impuestos de los pobres (los ricos se lo llevan a Panamá), por ser un dontancredo del pp, haciéndose el sueco,  y vivir a cuerpo de rey cuatro años más, y con su sede mantenida por el dinero público, sabiendo que ese dinero les falta a los que sacan la comida de los contenedores, no tienen luz en casa para mantener con vida a un enfermo dependiente, que han sido desahuciados y viven en la calle porque han perdido el trabajo y el subsidio y lo que sacan de pedir no les da para el alquiler si tienen que pagarse la comida o un medicamento? No. Un partido socialista de verdad es y se siente parte de esa ciudadanía humillada y arruinada por verdaderos buitres, como son los gobiernos del partido popular o cualquier otro haga lo mismo. Nunca sería su cómplice.

Un verdadero partido socialista se dejaría la vida en el esfuerzo para conseguir un consenso que impida gobernar y saque para siempre de la política a los delincuentes, a los jeques de la corrupción, los pringados en gürteles, púnicas, taulas y demás repugnancias, y de quienes igualmente corruptos por complicidad, les han aplaudido, defendido, amparado, blindado, protegido y admirado. Una verdadera mafia legal, extendida y normalizada en todo el Estado hasta convencer a los decepcionados y cansados de tanta miseria, de que la corrupción es mucho más benéfica e inocua que la amenaza de un populismo que solo existe en la imaginación y en los hechos inmundos de los manipuladores del pp. Hasta borrarles la capacidad para ver la relación entre la corrupción del estado y tremendo agravamiento en España de la crisis económica. 

Un partido socialista auténtico habría conseguido, si lo hubiese intentado de verdad y no solo de imagen como el Psoe, un pacto con la izquierda y C's, habría ido mucho más lejos en generosidad y en inteligencia política que los novatos de Podemos. Habría conseguido ya en la primera ronda electoral lo que consiguió De Gasperi en la Italia destrozada de los años 40, tras la II Guerra Mundial, y eso que era democristiano, como la Merkel: un gobierno plural y para todos, con un ministro de cada partido, incluidos los nacionalistas, y el respeto a su derecho a decidir, que con esa inteligencia compartida habría terminado por unificarse en un derecho  y deber de cooperar en el bien de toda la comunidad.

Pero ni el Psoe es socialista ni en España hay inteligencia suficiente para hacer política a lo grande en vez de a lo cómodo, a lo manido, a lo sobado. Jamás un partido socialista fetén habría despreciado la coalición de izquierdas, ni dedicado su campaña electoral a cargársela, poniendo como un trapo a políticos que considera enemigos y no compañeros de camino y ahora llevaríamos seis meses de gobierno en coalición, el pp estaría arrinconado en su guarida saliendo para los juzgados día sí y día también y los más afectados por la plaga de la crisis estarían, como en Valencia con el tripartito, empezando a respirar y a sentirse tratados como seres humanos y no como felpudos y mano de obra esclava. Un partido socialista habría escuchado a Ximo Puig y habría permitido el cambio en el tema del Senado para desbloquearlo.

Quien para no complicar las cosas se pliega y acepta legalidades ilegítimas e ilícitas moralmente, sin investigar y da por buenos en las elecciones unos resultados inaceptables, obedece ovinamente lo que antes criticaba y no hace nada para impedir otros cuatro años de calamidades sociales, no es digno ni de llamarse socialista ni considerarse ser humano. Si viendo la injusticia y la corrupción entronizadas en todo solo se preocupa por no parecer radical, y solo desea  que no se mueva nada para que la mugre de siempre no se limpie  e incluso  desmantela y deja sin recursos al equipo de limpieza, o se toma 'deportivamente' el asunto de  impedir un gobierno pringado hasta las trancas, que ha demostrado al 100% a lo que es capaz de llegar con tal de hacerse con el poder, es que o está también pringado, o es tonto de remate, o ha perdido el alma o nunca la ha tenido y por eso está hueco, vacío. Y entonces es un desalmado, por mucho que predique socialismo de meeting en meeting.

(Podéis entrar en AVAAZ,
si queréis, para firmar en la plataforma que se ha constituido con el fin de esclarecer estas turbiedades de las elecciones y pedir cuentas a los responsables.)


El misterio de los 1,2 millones de votos de izquierda desaparecidos

Los demoscópicos, estadísticos y expertos electorales varios con los que hablo esta mañana se hacen la misma pregunta que yo, que soy de letras, me hacía de madrugada, hace unas horas.
No hay por ahora respuestas sólidas. Sólo hipótesis, que dicen que una parte de esos votos de izquierda y centroizquierda del 20 de diciembre pasado se han ido a la abstención, otros se han convertido en votos nulos adrede (tachando a Pablo Iglesias o a Íñigo Errejón o a Alberto Garzón en la papeleta de Unidos Podemos, por ejemplo; o a Pedro Sánchez en la del PSOE), otros a voto en blanco, otros a Ciudadanos, que a su vez habría tenido mucho más fugas hacia el PP que esos 390.000 votos menos logrados por la formación naranja ayer respecto a diciembre… Pero sigue sin cuadrar. A falta de contabilizar el voto CERA de residentes en el exterior (casi dos millones de electores, es verdad, pero siempre con participaciones muy bajas), la abstención fue ayer similar a la registrada en diciembre pasado, algo más del 30% en ambos casos; los nulos también fueron muy parecidos (225.888 ayer frente a 226.997 en diciembre)los votos en blanco también (178.521 ayer por 187.771 hace seis meses)…
¿Será simplemente que la abstención ha cambiado de zona ideológica, y que en diciembre pasado se abstuvo mucho la derecha y ayer se abstuvo mucho la izquierda? Nos lo dirá la postelectoral del CIS, pero probablemente ya será pasado el verano…
Y si así fuera, ¿por qué? Los abstencionistas de derechas de diciembre, probablemente por castigar al PP de la corrupción y los recortes. ¿Y los abstencionistas de izquierdas de ayer? ¿Por cansancio, por desidia, por vértigo y miedo tras el brexit y el apocalipsis que relataban algunos medios, por reacción indignada a lo mal que gestionó la izquierda -Pedro Sánchez y sobre todo Pablo Iglesias, que es el que más votos pierde- la oportunidad de marzo pasado de sacar a Rajoy de la Moncloa…?

No hay comentarios: